Los vendedores de ropa en Cuba, esa modalidad que no tendrá fin, al menos mientras la crisis sea perpetua, buscan soluciones ingeniosas para satisfacer las necesidades de sus clientes. Se trata de la mayor clientela del mundo, no por cantidad sino por necesidad. O le compras a los vendedores y comerciantes fuera del margen de la ley o sales desnudo para las calles.
Tras la prohibición de 2013 que deja fuera del alcance legal de modistos y sastres la venta de ropa importada, los cubanos se reinventan para sobrevivir y ahora venden por catálogos.
Las ventas son ahora por encargo. Por lo tanto como que no hay acumulación de mercancía a la vista es mucho más difícil de perseguirla. Los vendedores te enseñan un catálogo original con los precios sustituidos por los reales. Junto a cada pieza o artículo se pone el precio de venta, casi siempre el doble o el triple del original. No hay con quien quejarse, las temporadas de rebajas no existen más allá de la ley universal: oferta y demanda.
Panamá y México son dos destinos comunes para la compra de mercancías de manera informal. Los viajeros compran exactamente lo que los clientes encargan y no lo que les parezca más adecuado a los vendedores. No hay retención de mercancía, se vende todo más caro. Un día después de llegar de viaje ya no hay nada que vender. La operación es perfecta.
La gente intenta clonar los patrones de gusto de los EE.UU y poco a poco se va borrando la huella de las perchas, ahora prohibidas en su mayoría, que durante algún tiempo uniformaban a los cubanos con las mismas prendas. En este momento te pones exactamente lo que quieres ponerte, lo que encargas, lo que escoges.
Se habla en La Habana de las Pandoras, esas pulsas que van creciendo con otras piezas a manera de recuerdos y de dinero, que se han puesto tan de moda en EE.UU. El nombre de Victoria Secret es tan familiar como el de la Pasta Perla. La gente simplemente encarga todo lo que ven anunciado en los canales difundidos por el paquete o en las revistas de moda.
Nadie habla de encargos a los mercados de los Chinos que abundan en el mundo. Todo el mundo viene la generación iPhone o Samsung, quienes no les llegan acatan pero no exentos de recelo.
El estado se ve atado de pies y manos pues no tiene como demostrar que las mercancías están entrando al país para ser revendidas. Los vendedores te recitan de memoria las regulaciones aduaneras, fragmentan los paquetes, sobornan a los funcionarios, hacen todo lo que sea posible. El negocio es perfectamente lucrativo. Mitad por mitad dicen los vendedores. Todo se ve muy caro, pero la gente finalmente está contenta de tener una opción con la que al menos compran la mercancía de sus sueños.
Con información de Diario de Cuba.
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