A Fidel siempre le gustó la pelota. Veía más posibilidades para hacerse pelotero desde cualquier potrero en medio de la nada que para hacerse futbolista. El fútbol tiene muchas exigencias. Aunque el dictador se hizo amigo de Diego Armando Maradona, quien lo considera como su segundo padre, el fútbol nunca lo atrapó del todo.
Pero la verdad que hasta la pelota se le ha desmoronado al dictador en sus propias narices. El Castrismo una y otra vez ha usado la pelota como expresión de unidad entre los cubanos, aunque la fuga de los peloteros hacia las grandes ligas despertó múltiples antipatías entre los seguidores del deporte nacional.
Lamentablemente para el régimen hoy, en opinión de entendidos, el fútbol, quizás el deporte mundial menos atendido por las estructuras del deporte revolucionario, se ha posesionado del gusto de los más jóvenes, quienes ven en Cristiano Ronaldo y Leonel Messi, dos superhéroes por lo que discutir y compartir pasiones.
Los medios de prensa oficialistas han llegado a defender la idea del fútbol, reconociendo que entre el seguidores de béisbol y fútbol en Cuba ya no hay un abismo. Es prácticamente mitad por mitad, aseguran entendidos.
Peligrosamente el béisbol e visto en gran medida como un deporte de personas de mayor edad.
Pero hoy los amantes del fútbol no pudieron ver el clásico entre el Madrid y el Barcelona. La mayoría no saben que empataron a 1, y que cuando todo parecía perdido apareció el capitán Sergio Ramos a la altura del minuto 90 y dijo: “un momento, esto no se ha acabado”.
La simpatía por el fútbol obligó a los difusores de la TVC Cubana a poner los juegos de la liga española más importantes en directo. Antes de tomarse esta decisión los juegos eran proyecto en los cines en pantallas gigantes en La Habana y la gente pagaba por ir a verlos.
Pero hoy no hubo juego para nadie, porque el duelo nacional y obligatorio, coincidió con el clásico mundial del fútbol. Unos 650 millones de personas en el mundo han visto el juego en directo, en esta lista no entran los cubanos.
Nada puede ser hoy más clásico que el cierre de los honores que Cuba rinde a su dictador. Nada puede competir con el “máximo líder”, supuestamente creado y paseante desde una urna de cedro. Recorriendo los lugares que había olvidado desde hace décadas porque su mente nunca estaba en la miseria de Cuba. Al compañero Fidel no podía molestársele mientras estaba al pendiente de la situación internacional descuidando la de su propio país. En casa del Comandante cuchillo de palo.
Para los amantes del fútbol en Cuba queda el consuelo de que quizás este sea el último clásico que se pierdan en el inicio de una nueva era en la que habrá que expulsar del juego a los ladrones de penales: la familia de los dictadores.
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