Por: Yandí Luzardo.
Todo proyecto o idea de valía que aparece en el escenario mental, se convierte en algo así como en una simiente, en un germen, que para su eclosión futura necesita de un cuidado especial, como bien lo ha afirmado el autor de la Logosofía, el pensador Carlos González Pecotche.
Esto trae como consecuencia la frustración de lo que pudo ser un logro de valor para la vida.
Otros creen que al trasmitir un proyecto a terceros, sin poner nada de su parte, facilita su realización, sin percibir quizá, que la energía que debieron utilizar en aquél se va por la boca perdiéndose esta última irremisiblemente.
La semilla que siembra el labrador requiere de tierra fértil, del agua, como elemento vital, del combate a las plagas y la maleza que resta los nutrientes necesarios para el crecimiento de la planta; en una palabra, de todo un quehacer que se traduce en trabajo, constancia y conocimientos.
Naturalmente que desde un inicio, como lo aseverara el pensador aludido, tendrá que pasar por el filtro de lo provechoso, factible y lícito, para evitar precisamente que se malgasten las energías en proyectos sin valor, que resulten inalcanzables o de dudosa validez moral.
Pero sobre todo habrá que evitar todo pensamiento de impaciencia que malogrará con su presencia irremediablemente el cultivo mental, para lo cual se requiere conocer el tiempo exacto que demanda el proceso de realización, como sucede con el campesino que conoce el tiempo que necesita la simiente para que aparezca a flor de tierra.Un equívoco en esa apreciación determinaría el remover la tierra antes de tiempo perdiendo con ello la futura cosecha, como en el caso contrario, perder el tiempo esperando a que germinara la semilla cuando ésta ya se perdió.
De esa manera la vida toma paulatinamente los cauces plácidos y gratos que la tornan fecunda y provechosa, siendo el resultado de todo ello la satisfacción de ver transformados en hermosas realidades lo que en un momento fueron ideas o proyectos de valía.
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