- Vamos poco a poco haciéndonos cargo de la magnitud del daño causado por el temporal en la provincia y ciudad de Salamanca.
En los relatos oficiales, en las informaciones de la prensa, aparece el daño en conjunto, los efectos de la inundación en montón informe. Luego viene el desmenuzar la cuantía del destrozo, el añadir a la materialidad del desperfecto las líneas negras de la miseria en tantos hogares arruinados.
Y aun queda mucho por tasar. No han salido a la cuenta más que los daños de la calle, las desdichas de los pueblos. Hay que añadir las partidas de las fábricas, de las industrias que, aquí, en Salamanca, en Ciudad Rodrígo, en el partido de Vitigudino, han sufrido la derrota del capital, la merma de las existencias, el hundimiento de las edificaciones.
Y luego ir escuchando a esta pobre gente del campo, que tiene incomunicados sus ganados y pastorías porque la ribera torrencial se llevó los pasos y los puentes, que han visto arrastrar por las aguas a los corderos, a las gallinas, a las cabras, a los bueyes; que miran enlodazadas las tierras, y lavados los sembrados, y arrancados los abonos. Estos renteros y labradores pequeños, que ya entreveen lo que serán estos daños allá al rendir la cosecha.
Acudamos al Estado y a la Diputación y a los particulares; pidamos la reconstrucción de las obras públicas destruídas por los ríos y los torrentes del aluvión, que se promuevan obras y trabajos para combatir la miseria; que la caridad acuda en todas sus prerrogativas a enjugar tanto dolor de hermanos nuestros; que la piedad de los grandes señores y terratenientes escuche la quejumbre de estos abatidos labriegos.
El Lábaro Salamanca, 20 de Diciembre de 1909