Llamar a esos espectáculos, programas
de debates, es desacreditar el concepto debatir. -'Vamos a discutir'-. Debatir, discutir o contrastar
ideas, requiere exponer argumentos que otra persona escucha y toma como base
para contraponer otros argumentos que muestren mayor acierto en caso de practicar
una u otra acción política. Otra vez el espectáculo que llamaron debate a dos,
inunda de comentarios los días anteriores y posteriores, incluido el mismo día
del espectáculo en todas las cadenas.
Absurdo pretender que los políticos
debatan en la televisión de un país tan poco acostumbrado a hacerlo y menos a
verlo. Discuten como se hace en las barras de bar españolas, o en los centros
de jubilados, discuten como normalmente se hace en universidades y locales de partidos
políticos, igual que en Ayuntamientos y asambleas sindicales… y como hacen diariamente en las televisiones, sin escucharse, respondiendo
sin apoyarse en las ideas de los otros, se contesta lo que dice el cliché, la
norma, o el argumentario del clan o grupo, no se busca en las ideas del
oponente aquello que quiso decir, sino lo que pueda servir para aplastarle, a
él, no a sus ideas, no se pretende buscar mejores salidas a los problemas sino
derrotar al otro. Por cierto, debatir en la tele no es, no debería ser, como debatir
en el Congreso en plenos y comisiones.
Tan absurdo es todo, como cargar
contra los dos concursantes, solo por habernos visto reflejados en el espejo, tal
como somos la inmensa mayoría de españoles. Nadie se extraña de que al mismo
tiempo que en un lugar debatían los dos aspirantes, los otros dos del cuarteto de
cabeza se mostraban en otra cadena televisiva contraprogramando desde la
barrera. Llamaban la atención sobre los insultos y el barro, poniéndose en el
papel de angelitos bien educaditos, ¡pero bueno! llevan meses haciendo
exactamente lo mismo, descalificando al oponente, tratando de vencer al rival,
de derrotarlo, arrinconarlo, apartarlo de la vida pública, ridiculizarlo, etc.
Seamos serios, sobre el tema de la
corrupción hemos visto, escuchado y leído, argumentos y maneras muchísimo más
contundentes en la forma y en el fondo que los mostrados en esa blanca y fea
mesa televisiva; las redes sociales rojas, verdes, azules, malvas, podemistas o
ciudadanas, socialistas y populares… utilizan adjetivos muchísimo más duros que
dejan entrever sentimientos mucho más violentos. Y ahora ¿me quieren hacer
creer que se pasó? El espectáculo está así montado por los grandes
conglomerados de mass media, Roures incluido, máximo valedor de nuevos proyectos
por los que en algún momento pasará factura. Si lo quieren de otra manera
empecemos por hacerlo en los barrios, bares, colegios, universidades, clubes, centros
de ocio, etc.
Otra cuestión es que yo crea que Sánchez
perdió una buena oportunidad de hacerse con el liderazgo de gran aglutinador de
la oposición, aceptó ser demasiado teledirigido, estilo poco normalizado. En todo caso
el espectáculo no muestra exactamente
las cualidades de un presidente de gobierno o líder de un partido político, el
espectáculo aparte de dar dinero y poder de influencia actual y futura a las corporaciones mass medias, desvaría y facilita no solo algunas cualidades del líder a quien
seguir, el formato espectáculo presenta malformaciones a la sociedad sobre lo
que deben tener sus representantes, al hurtar presentar al público otras cualidades
necesarias para ejercer el liderazgo político, la capacidad de trabajar en
equipo, de liderar grupos de trabajo, capacidad de analizar problemas y
presentar alternativas a largo y corto plazo, etc. etc. el que un individuo muestre
un buen perfil en la pantalla, guaperas, joven, desenvuelto, con capacidad
de discurso, cierto nivel cultural, etc. atrae sin duda a la ciudadanía, pero
no son cualidades que garanticen ni de lejos que pueda ser un buen líder político. Aunque sí atraiga votos.
En la sociedad del espectáculo en
que nos estamos convirtiendo, en esta campaña electoral casi todo queda
relegado a fugaces impresiones de un pantallazo televisivo amplificado por las
redes sociales de una docena de individuos, pero nos seguimos quedando sin debatir
sobre los problemas y sus mejores soluciones. Pregúntense los militantes en
cada partido cuantos debates tienen, analizando pros y contras, y costes sobre
la posibilidad o conveniencia de mantener la deuda pública de un billón, con un
déficit de 50/60.000 millones año y la UE presionando, cuantas discusiones
sobre el problema de envejecimiento, -a pesar de que Iglesias asevere que las
pensiones no formen parte de un problema demográfico, ya hay menos jóvenes que
viejos, con posibilidad de vivir más años-
Porque debatir no es solamente presentar
las propuestas del programa, lo cual está bien, sino además de mostrar, y
discutir donde estamos situados, lugar y tiempo, Europa, mundo globalizado y en
qué contexto histórico, quizás a las puertas de una posible nueva convulsión mundial con nueva recesión… para entender si podemos generar cinco
millones de puestos de trabajo, en qué plazos con qué premisas…