Me gusta cómo escribe Estela Melero. Cuenta una historia, o más, presenta a los personajes de forma intermitente y nos deja leer, pero permite que accedamos al texto para entenderlo solo cuando ella lo considera necesario. Su expresión es clara, asequible y la trama es intrincada. La autora nos lleva donde le interesa, consiguiendo que nuestra mente se llene de interrogantes, hasta que, solo al final, recuperamos toda la información que ha ido depositando. La estructura es habitual pero la construcción es original, incluso encontramos datos que despistan al no ser relevantes para el caso y los lectores pensamos que sí, que podría ser... La duda es la marca del proceso de lectura y la reflexión la de la finalización del acto de leer, cuando entendemos perfectamente lo que nos ha ido diciendo cada personaje en cada momento.
En Los despojos de la ira, su última novela, el título es una señal de lo que vamos a leer. Nos encontramos ante una emoción intensa, agresiva, producida cuando nos sentimos atacados. Este enfado es el que demuestra la protagonista, tanto, que la moviliza a la venganza, a los despojos de ese sentimiento.
Está claro, en Los despojos de la ira la mujer es la protagonista. La mujer es víctima, victimaria, honrada, confusa, clara, resistente, débil, tenaz. La protagonista de esta novela negra es la inspectora Victoria Cuevas. Su constancia y perspicacia solucionarán los asesinatos. Pero también ella fue en su momento víctima y resolvente de sus sentimientos.
Los despojos de la ira tiene dos partes diferenciadas donde se dan cita cincuenta y cinco capítulos y un epílogo.
Los capítulos se dividen en dos partes: Una con diez apartados señalados alfabéticamente en primera persona. La narración se refiere desde atrás hacia el presente y va enfocada a cumplir un objetivo futuro. En determinados momentos cuenta los hechos desde el presente hacia atrás, sin aclarar nada en concreto. Sabemos que quiere venganza. Sabemos que la primera persona es la voz de Eva aunque no estemos seguros de que su nombre sea real. Tampoco tenemos claro si lo que cuenta es cierto o fruto de su mente traumatizada: "Sé que Mirem se pregunta por qué me llaman Eva [...] Pero la realidad me ha golpeado, me ha sacudido. Un bebé vivo no es algo soportable para mí". Será la propia Eva quien se considere un despojo de la ira cuando sea consciente de que no ha canalizado bien su enojo "...siento agotamiento... Somos despojos de la ira".
El lector va analizando las razones de Eva pero la autora no permite que nos relajemos. Cuando empezamos a creer a la protagonista aparece en su vida Rosa, su amiga, a pesar de que ella no recuerda haberle dado su ubicación.
Todos son sospechosos desde ese momento: "Yo le dije dónde estaba. Eso me dice. Que se lo dije en una carta cuando me instalé. No lo recuerdo". A veces, la primera y la segunda personas se mezclan al incluir diálogos sin raya distintiva, la convicción de Eva se difumina en la opinión de su amiga, tambaleando la seguridad del lector: "Un día sonó una canción y tu cara cambió. Es cierto, noté una sacudida. Me asaltaron imágenes oscuras [...] Debes dejar de atormentarte con eso".
El narrador apenas se permite comentarios, parece totalmente objetivo, de hecho son los propios personajes quienes van dejando sospechosos, ya dirijan las acusaciones hacia otros o hacia sí mismos "-No, no estuvo. Él salió a sus clases de baile...". Y, sin embargo, confunde al lector con datos indicativos de que puede tratarse de algo distinto a lo que parece "¿Y si ella no es la víctima?".
También los testigos confunden a la policía al pensar que el comportamiento de la desaparecida no era el que se esperaba de alguien de su edad y clase social "-Daba vergüenza- interrumpió la esposa -[...] jamás nos hubiéramos imaginado que ella se volviera de esa forma".
Hasta entonces no lo sabremos, porque cuando las relaciones están marcadas por la infidelidad, todos son sospechosos "-Silvia, mi madre ha desaparecido -le informó de esa forma fría con la que los años de infelicidad matrimonial habían logrado impregnar las conversaciones".
Cuando las relaciones están marcadas por la ocultación y la mentira, todos son sospechosos "-...Mi padre recibía amenazas, ¿verdad?".