“LOS DESTROZOS” de Bret Easton Ellis

Publicado el 13 junio 2023 por Marianleemaslibros

   Pasaje destacado"Tras el horror de 1981, el embotamiento que tan estimulante me había parecido durante los últimos tres años de instituto se fue endureciendo hasta alcanzar una frialdad remota que me costó décadas derretir por completo.
Nunca volví a ser el mismo después de 1981, nunca hubo un periodo de recuperación, y ahora puedo señalar el momento en que fui feliz por última vez, o más concretamente el momento en que se dieron los últimos vestigios de felicidad, incluso de calidez, antes de precipitarme en el terror y la paranoia y empezar a comprender cómo operaba de verdad el mundo adulto por contraposición a mis fantasías adolescentes sobre cómo había imaginado que funcionaba."

Trece años hacía que Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964), autor conocido sobre todo por su “American Psycho” (1991), no publicaba ninguna novela desde “Suites imperiales” en 2010. Su primera novela fue “Menos que cero” (1985) y ahora, acaba de salir “Los destrozos” (2023), la séptima en su haber, editada por Random House. Además, también ha escrito alguna que otra obra de relatos y de no ficción.
La trama a grandes rasgos sin spoiler
El narrador de la historia es Bret y nos cuenta casi cuarenta años después, lo vivido en el otoño de 1981 durante su último curso de secundaria en el colegio Buckley. Lo vivido y lo sufrido junto a su grupo de amigos más íntimos: su novia de postín, la popular y guapa Deborah Schaffer (Debbie), su mejor amiga y también mejor amiga de su novia, Susan Reynolds, y Thom Wright, el novio de Susan.
Los cuatro son privilegiados hijos de papá que viven en L.A., niños ricos de Beverly Hills que con diecisiete años ya conducen coches de lujo, y yates, residen en mansiones con vistas y piscinas espectaculares, y organizan lujosas y lujuriosas fiestas. Adolescentes preocupados únicamente por el sexo, la música pop, el cine, la fama y son felices en su mundo perfecto de preadultos que les ha tocado vivir.
La vida nos sonreía: éramos jóvenes y estábamos vivos, éramos fuertes y nada podía hacernos daño, y no había nada que enturbiara aquella percepción, una fábula sobre nuestro lugar en el mundo, e ignorábamos cualquier noción intrusiva de fatalidad, horror y muerte espantosa que pudiera secuestrarnos de la cúpula dorada de la adolescencia bajo la cual residíamos.

Al principio del curso, los estudiantes del Buckley solo pretenden experimentar con el sexo, las drogas y el alcohol, pero todo se complica con la llegada de un nuevo alumno al instituto que carga un pasado trágico y oscuro, el carismático Robert Mallory. Y se complica más aun cuando comienzan las noticias sobre los allanamientos y las desapariciones de chicas jóvenes de los alrededores, que aparecen muertas, horriblemente marcadas y mutiladas. Secuestros y asesinatos presuntamente relacionados con una secta que ha entrado en escena autodenominada Los Jinetes del Más Allá, y también con un asesino en serie conocido como El Arrastrero, que lleva actuando en el condado de Los Ángeles desde el verano de 1980. 
Los chicos de Taft pensaron que se estaban acercando a un maniquí en medio del verde asfalto, una broma perversa de alguien, hasta que olieron una leve ranciedad y se fijaron en las nubes de mosquitos que revoloteaban alrededor del cuerpo desecado apoyado contra la red, despatarrado: ahí estaba el cráneo con toda la melena intacta y las cuencas vaciadas, le habían sacado los ojos y le habían grapado periódicos por todo el cuerpo a modo de papel de envolver para ocultar las mutilaciones.

Desapariciones precedidas siempre de un macabro patrón, de una serie de señales dirigidas a la siguiente víctima escogida: extrañas llamadas telefónicas sin nadie que hable al otro lado de la línea, mobiliario cambiado de sitio en los dormitorios, regalos dejados en los buzones y finalmente agresiones en las casas por un individuo vestido de negro con pasamontañas, y mascotas (perros, gatos, serpientes, cobayas, etc) de la propia víctima o del vecindario desaparecidos también días atrás. 
En el sur de California estábamos ya muy quemados de tanto asesino en serie como deambulaba por el panorama de los setenta y principios de los ochenta, entrecruzándose los unos con los otros por las autopistas y a través de los cañones y bulevares, a la caza de víctimas haciendo autoestop en las playas y esperando en paradas de autobús, tomando algo en restaurantes de gasolineras de la costa y saliendo borrachas.

Tan solo son dos meses de relato coincidiendo con la ausencia de los padres de Bret que se queda solo en su casa de Mulholland, mientras ellos viajan en crucero por Europa. Dos meses inolvidables, infernales, que quedaron grabados a fuego en su cabeza y en su retina y que le cambiaron la vida para siempre. Y hasta ahí puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
Los personajes principales son buenísimos y están todos bien perfilados:
Bret es un chico homosexual apasionado por el cine que todavía no ha salido del armario. Tiene a Debbie, su supuesta novia, para poder seguir manteniendo ante el resto del mundo la pantomima en la que lleva tiempo sumergido, interpretando cada día a su personaje de novio atento y fiel que él autodenomina su “participante tangible” en la vida. Porque a él le interesa más Terry Schaffer, su padre, que la propia Debbie. 
A pesar de querer a toda costa mantener las apariencias, no puede evitar tener furtivos encuentros sexuales con sus “afables dioses griegos”, Matt Kellner (personaje que además jugará un papel importante en la trama) el chico judío que además es el fumeta de la clase, y Ryan Vaughn, el capitán del equipo estudiantil de fútbol americano, un tipo solitario que siempre intenta pasar bastante desapercibido. 
Mis compañeros de clase nunca se enterarían de que Matt Kellner me la chupó en la casita de la piscina en la que vivía detrás de la suntuosa residencia de sus padres en Haskell Avenue y que después yo también me deslicé hacia abajo y le hice lo mismo, ni de que Ryan Vaughn, no había apartado mi mano de su muslo en el cine a oscuras una noche de agosto solo unas semanas antes.

Pero su verdadero amor platónico, su inalcanzable adonis siempre presente en sus fantasías sexuales, es su querido amigo Thom, el novio de Susan. Además de no perderse ni uno de los films que se estrenan en los cines de Westwood, Bret lee mucho (está obsesionado con los libros de Joan Didion) y escribe, sueña con ser escritor y que su novela se convierta algún día en el guion de una buena película.
Terry Schaffer, padre de Debbie, tiene treinta y nueve años y es un conocido y exitoso productor de cine también homosexual, inmensamente rico y respetado en la ciudad, que trata frecuentemente con la élite de actores famosos de la época (Sigourney Weaver, Mel Gibson, Jane Fonda, Richard Gere, Jack Nicholson, Angelica Huston, Diane Keaton,Warren Beatty) a los que invita a sus selectas fiestas y a las que, a veces,  también asiste Bret.
Thom y Susan son los alumnos más admirados de la clase, y también son la pareja más popular de todo el cuerpo estudiantil de Buckley, coronados cada año los reyes para el baile de graduación. Andan siempre y a todas horas juntos y ambos son los mejores amigos de Bret y de Debbie
Thom y Susan estaban tan acostumbrados a su estatus que no conocían otra cosa, que lo daban por sentado, como un derecho propio, y ni siquiera necesitaban esforzarse, totalmente ajenos a que la gente fantaseaba con ellos. Mi popularidad, como alguien que no formaba parte de equipos deportivos y evitaba las actividades extracurriculares, iba ligada a ser el amigo más íntimo de Thom y Susan, ese era mi distintivo, así era como me veían, el compinche, el acoplado, era famoso por mi estrecha proximidad a ellos, así era como había sido durante mucho tiempo…

Debbie es la novia oficial de Bret, pero también su experimento, su tapadera, porque ella no parece sospechar la evidente homosexualidad de su novio y por ello, siempre se siente insatisfecha, siempre quiere más de él. Porque claro, no debe de ser nada fácil ser la novia de un chico gay sin saberlo. . .
Robert Mallory, el nuevo de la clase: a primera vista encantador, todos se ciegan por él, sobre todo las chicas, pero a Bret hay algo que no termina de encajarle. Robert parece ser un mentiroso sin remedio y tener una doble cara que solo él intuye. Desde el principio detecta algo oscuro y tenebroso que le pone los pelos de punta y le provoca una mezcla de lujuria y pavor, por un lado tremendo rechazo en contra de lo que piensan y sienten los demás, pero por otro lado no puede evitar pensar en él de manera sexual.
¿Cómo podían ser las facciones de Robert Mallory, su mandíbula, sus pómulos, más atractivos que los de Thom? ¿Por qué de pronto Robert Mallory era mucho más sexy que cualquiera a pesar de que, al igual que Thom y Ryan, era el típico tío bueno americano que parecía sacado de una película o de las páginas de una revista de moda?

Una ambientación que engancha, que agarra y no suelta. Un perfil de época, que te sumerge en la alta sociedad californiana de los ochenta, un retrato de cómo vivían los adolescentes de familias ricas y cómo era su relación en aquel entonces con el mundo de las drogas y del sexo, ambos protagonistas absolutos del trasfondo de la trama. De hecho, el autor nos cuenta que ha sido muy criticado en Estados Unidos porque: "hay escenas sexuales explícitas entre menores de 16 o 17 años. Creen que está al borde de la pornografía. Pero esa fue mi realidad en el instituto. Solo estoy intentando hablar de ello".
Llama la atención que con tan solo diecisiete años, los chicos siempre anden hasta arriba de María y de coca, mezclándolos además con alcohol para conseguir entonarse, y que para calmar los nervios, la ansiedad, y combatir el insomnio, se metan Valiums y Quaaludes a destajo (“metacualona”, ansiolítico similar a los barbitúricos muy popular en los setenta y muy usado en EEUU también para aumentar la excitación sexual) como si fueran caramelos
Tomé medio Quaalude antes de irme a Buckley. Entré con el coche en el aparcamiento y noté que la droga me aplacaba, iba borrando lentamente el miedo y la tristeza, la preocupación y la duda; iba a transformar a Bret en el participante tangible y prometía allanarme el paso a través de aquella jornada, que se iría diluyendo y donde todo resplandecería ante el fulgor del Quaalude.

✔ Además de mucho sexo, mucha droga, y mucha literatura, tanto el cine como la música están también muy presentes en esta lectura. 
El sexo, las novelas, la música y las películas eran las cosas que hacían soportable la vida, y no los amigos, la familia, el colegio, la escena social, las interacciones. 

Hay alusiones constantes a directores importantes y películas del momento: “En busca del arca perdida”, “El resplandor”, “Un hombre lobo americano en Londres”, “Flash Gordon”, “Rescate en Nueva York”, “Carros de fuego”, etc.
Cuando me enteré de que Stanley Kubrick estaba adaptando “El resplandor” a una escala fastuosa, captó toda mi atención de inmediato; se convirtió en la película más esperada de toda mi vida, y seguí muy de cerca su accidentada producción. Era un gran fan de Stephen King y me sabía prácticamente de memoria “Carrie” y “El misterio de Salem’s Lot”, sus dos primeros libros, y “El resplandor”. Me aterrorizó tremendamente a mis trece años: el Overlook Hotel encantado, el padre furioso y alcohólico poseído y llevado a un trance homicida por los espíritus del lugar, el hijo aterrado en peligro, los setos animales que cobran vida. Me obsesionó, y sigue siendo una de las novelas clave que me hizo querer ser escritor.

Y también a canciones, cantantes y grupos musicales que sonaban no solo en los Estados Unidos, sino en todo el mundo: B-Movie (y su canción «Nowhere Girl»), los Eagles («Hotel California»), Pink Floyd («The Wall»), REM («Losing My Religion»), Bruce Springsteen («The River »), Fleetwood Mac («I’m So Afraid»), Queen («Another One Bites the Dust»), Neil Diamond («America»), Soft Cell («Tainted Love»). Y Pat Benatar, Duran Duran, los Fleetwood Mac, Roxy Music, Ultravox, etc 
Una curiosidad: he mirado, y sé que hay varias playlists en Spotify de la novela (estuve tentada de hacérmela yo durante la lectura), esta es una de ellas, aunque hay mas, por si a alguien le apetece escucharla después, o mientras se lee el libro.
¿Estamos ante una autobiografía? Comencé a leer sin saber demasiado sobre lo que tenía entre ceja y ceja ni sobre lo que me iba a encontrar. Por la forma de narrar enseguida te das cuenta de que alguien está contando algo ocurrido de su pasado y compruebas que el protagonista y narrador lleva el mismo nombre que el autor de la novela, y que además está escribiendo un libro titulado “Menos que cero”, que también es el primero de Bret Easton Ellis, así que. . ., blanco y en botella. Sigo avanzando en la lectura, preguntándome a cada rato cuánto hay de real en lo que estoy leyendo, y llego a un final espeluznante, impactante y pienso que no, que no se puede haber vivido algo así, que no pude ser. Investigo un poco y leo alguna entrevista al autor donde reconoce que su novela es una autobiografía en un 50 o 60 por ciento, que ha mezclado su realidad vivida con algo de ficción (a pesar de que en el epílogo él mismo nos cuenta que “Los destrozos” es una obra de ficción de principio a fin y que, a excepción del propio autor, cualquier parecido con personas vivas o muertas es pura coincidencia y no responde a la realidad. Y no paro de pensar cuanto me gustaría poder hablar con el Bret del presente en privado sobre qué partes de ese final son reales y cuáles no. Pero evidentemente tendré que quedarme con la duda.
No he leído “American Psycho”, pero sí hará más de veinte años que vi la película del año 2000 (mi lado macabro ya apuntaba maneras por aquel entonces). Ahora, tras leer “Los destrozos”, la he vuelto a ver, para recordarla, y he comprobado que hay similitudes entre las dos tramas, que ambas comparten obsesiones, las que parecen ser también las obsesiones de Bret Easton Ellis: el sexo, las drogas, la música, los asesinos en serie, la violencia. Además he sabido que, así como “American Psycho” se llevó a la gran pantalla, parece ser que “Los destrozos” está ya en proceso de convertirse en una serie de televisión de la mano de HBO. Pienso que debería dirigirla Tarantino, sin duda y no me la voy a perder.
Resumiendo: “Los destrozos”, es una novela mezcla de realidad con ficción, que supone el vistazo hacia atrás de un autor que rememora las vivencias de su yo adolescente con diecisiete años a principios de los 80, con todos sus paranoias, miedos y obsesiones que tenía por aquel entonces. Una lectura que si bien no está enclavada dentro del género thriller, yo sí diría que lo es porque hay mucho suspense y un final que he releído varias veces, brutal, que me ha dejado dándole vueltas y más vueltas sin parar durante varios días.
Yo estaba tan horrorizado por lo que estaba mirando que me quedé paralizado. Las fotos fueron tan traumáticas que una parte de mi vida se terminó y entré en otro mundo, en el que permanecería para siempre. No había vuelta atrás a la inocencia ni a la infancia.

¿Os recomiendo leer esta novela? Por supuesto. Yo la he disfrutado mucho, me ha enganchado desde el principio y creo que sobre todo los amantes de la buena música y del cine de los ochenta podrán exprimirla de forma especial. Eso sí, os la recomiendo siempre y cuando estéis dispuestos a enfrentaros a una trama desenfrenada, y a todos sus “destrozos”, que haberlos, haylos, a raudales.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente: