Los detectives salvajes, roberto bolaño

Publicado el 01 octubre 2014 por Ana Ana Fidalgo
EL ÉXITO DE LA NARRACIÓN FALLIDA
Los detectives salvajes, Roberto Bolaño, 1998
Hay cosas enormes que solo pueden ser dichas a través de la ficción, como engaño al estómago del alma para que pueda tragárselas. Hay libros (como este) que se abren y no se cierran nunca. Los personajes de Los detectives salvajes tienen un halo triste, como voces extraviadas que se afanan intentando proclamar algo difícil de decir, como peregrinos que avanzan hacia ningún lugar. Belano y Lima pertenecen a una especie de detectives metafísicos que despliegan sus sombras apesadumbradas en una búsqueda que parece la de su propia identidad desarraigada. 
Por esta historia se despliegan cientos de historias que configuran un todo abigarrado, una mezcla indiscernible de realidad y ficción, de voces, de personajes, de narradores, de lugares, de situaciones, de juego y de engaño. En el fondo, la misión dramática de estos detectives inusuales no deja de definirse a partir de la premisa de la burla que desarrolla el acto narrativo en sí, como parodia detectivesca en la búsqueda de la madre-poeta, Cesárea Tinajero, que resulta en esencia la persecución del arte precursor (vanguardismo radical), pero también la desmitificación del acto de creación, del viaje mítico iniciático y del propio género de la novela negra. Belano y Lima se convierten entonces en héroes complementarios, como rostros opuestos de la misma moneda poética, definidos por una llamada o atracción literaria, desde los supuestos del realismo visceral que el propio Bolaño postulaba. Como héroes literarios, necesitan la experiencia iniciática de un viaje hacia los orígenes de sus premisas creativas en la figura matriarcal que Tinajero representa. Desde aquí, todo el envoltorio de novela negra sirve de marco paródico.En realidad, Belano y Lima están enfermos de deseo de literatura; sienten la genética endiablada de su destino poético incluso desde la ausencia de creaciones concretas que certifiquen esa llamada ineludible. Se convierten en héroes al renunciar a todo por la marginalidad iniciática que desemboca en una búsqueda que no es otra que la de la poesía, una persecución rimbaudiana desde la audacia vital. En el fondo, ni hay detectives, ni son salvajes, ni triunfa el realvisceralismo. Todo es fallido desde la propia escritura de la novela, que parte de la ausencia de certeza, de la vacilación, de la fragmentación y de la irresolución de los conflictos. Desde la experiencia personal de García Madero, el juego narrativo nos conduce a una vía muerta, interrumpida, como si el narrador hubiese fracasado, y entonces el dominio de los agujeros narrativos, de las pausas, de las digresiones, nos conduce a través de este fracaso que reproduce el de la búsqueda de Belano y Lima del realismo visceral, porque lo que nos descubre la quiebra narrativa no es otra cosa que la incapacidad de la narración infrarrealista, la incapacidad de los personajes para alcanzar sus objetivos y hallar las huellas poéticas que buscan; la fragmentación, en definitiva, de la propia ficción. Todo esto en sí no hace sino crear un nuevo estilo narrativo a partir de la ruptura, de la ilación de microhistorias, que abarca una persecución ineficaz, decepcionante al fin porque no alcanza nada, sino la desesperación por la búsqueda errada, la incapacidad de armar un puzzle al que le faltan piezas.
En definitiva, lo que cuenta Los detectives salvajes es audaz y es fallido; es  sublime y es de un cinismo descorazonador; es ambicioso y es frustrante; es realidad y es mentira, aunque no podamos discernir nunca qué lado de la verdad encierra la ficción y en qué lado de la literatura se oculta la vida.