Los diarios de Rosenberg

Publicado el 24 enero 2018 por Joaquín Armada @Hipoenlacuerda

Si ‘Mi lucha’ fue “la Biblia y el Corán del Tercer Reich– como escribió William L. Shirer, el corresponsal de la CBS en Berlín – Alfred Rosenberg era, en palabras de Hitler, el ‘Padre de la Iglesia del Nacionalsocialismo’. La frase estaba llena de ironía – Rosenberg despreciaba todas las iglesias – pero Hitler siempre mostró su afecto a Rosenberg. “Sobre todo me ha emocionado la nota del Führer escrita de su puño y letra – anota este en su diario el 12 de enero de 1943, cuando cumple 50 años –. Los dos sabemos cuán diferentes somos; él está al corriente de que a muchos individuos, a los que deja actuar en primer plano por motivos de la más alta razón de estado, yo los considero verdaderos parásitos”. En los diarios de Rosenberg  – ocultados durante décadas por Robert Kempner,  abogado de la acusación en Núremberg -, Hitler está tan presente que el índice onomástico comienza con una rendición: las páginas en las que aparece el líder nazi son tantas que no tiene sentido destacarlas.

Himmler, Göering, Goebbels… los aficionados a la Historia recuerdan a cualquiera de ellos antes que a Rosenberg. Y, sin embargo, este fue esencial en la trayectoria de Hitler. De las 43 lecturas que Hitler recomendaba a los afiliados al NSDAP en 1922 – breves, para que ningún nuevo nazi pensase que se había afiliado a un club de lectura -, seis habían sido escritas por Rosenberg. Buena parte de los pasajes antisemitas y antibolcheviques de ‘Mi lucha’ se inspiran en la obra del entonces redactor jefe del Völkischer Beobachter’, el periódico nazi. En 1930, Rosenberg publicó ‘El mito del siglo XX’. Aunque no alcanzó el éxito de ‘Mi lucha’, Rosenberg vendió un millón de ejemplares. Todo buen nazi aparentaba haberlo leído, aunque el propio Hitler reconocía en privado que no entendía buena parte del libro. Rosenberg no fue solo un ideólogo. En julio de 1941, mientras los ‘Einsatzgruppen de las SS asesinaban a miles de judíos en su avance hacia Moscú, Hitler lo nombró Ministro de los Territorios Ocupados del Este, su “Guardián del Este”. Fue así como Rosenberg pasó de la teoría a la práctica.

Rosenberg y Hitler en los años veinte

No hay referencias al Holocausto en sus diarios. ¿Nunca existieron? ¿Las eliminó al final de la guerra? ¿Se destruyeron de forma accidental? Nunca lo sabremos. Para solventar esta importante laguna, los editores incluyen una veintena de documentos del propio Rosenberg. Basta citar uno – su discurso ante los periodistas en la presentación de su ministerio, en noviembre de 1941 –  para dejar las cosas claras: En el Este siguen viviendo en torno a seis millones de judíos, y el problema al que hacemos referencia (la cuestión judía) solo puede resolverse mediante la eliminación biológica del judaísmo en la totalidad de Europa”.  El lector buscará sin éxito la  reacción de Rosenberg al comienzo de la IIGM, su opinión sobre el ataque japonés a Pearl Harbour o, más interesante aún, al desembarco aliado en Normandía. Aún así, entre las notas que han sobrevivido hay momentos muy interesantes.

Con placer indisimulado, cuenta con detalle la participación de Hitler en la ‘Noche de los Cuchillos Largos’ (30 de junio de 1934), la purga que acabó con las SA y su jefe, un Ernst Röhm al que Rosenberg despreciaba profundamente. No era el único mandamás nazi al que odiaba. Una y otra vez muestra su aversión a Ribbentrop, el ministro nazi de Exteriores, al que tilda de “idiota; su pugna con Goebbels, el otro gran diarista nazi, “que no tiene más que un único tema de conversación: “Yo sobre mí mismo”; o sus choques con Himmler, que “se apropiaba de las cosas, no para trabajar sobre ellas, sino solo para alcanzar una nueva posición de poder”.  El 10 de mayo de 1941, Rosenberg almorzó en privado con Rudolf Hess. Unas horas después, el ‘Reichsleiter’ – el número dos de Hitler – cogió un caza bimotor Me-110 y voló hasta Escocia para intentar negociar con Churchill. Rosenberg atribuye su locura a su entrega a los astrólogos. “Que el Führer ha colocado al principal defensor de los columnistas de astrología como director de la Cancillería del Führer no lo sabe ni él. Tendré que decírselo…  Parece difícil que lo hiciera.

Rosenberg, capturado por los estadounidenses

En uno de los mejores pasajes, Rosenberg narra un viaje nocturno en un Berlín bajo las bombas, junto a su mujer y su hijo. Pero incluso cuando describe el sufrimiento que presencia es incapaz de mostrar empatía. El 4 de agosto de 1943, ya consciente de que los bombardeos aliados sobre Hamburgo han matado a decenas de miles de compatriotas, anota: “Ante esta aniquilación de las grandes ciudades me parece que se ha presentado una oportunidad de cara al futuro de volver a descubrir lo rural como no había existido nunca. Debemos comprender este guiño del destino y no dar cabida nunca más a la construcción de semejantes metrópolis”. La frialdad de sus pensamientos se transmitía también a su voz. Se expresaba de un modo ‘tan frío y provocador que a uno le entra miedo”, anotó Goebbels, un auténtico especialista en infundir terror con las palabras. Capturado por los estadounidenses, Rosenberg acabó en el banquillo de Núremberg.  Negó conocer el exterminio judío y se declaró inocente. Era imposible creerle. Condenado por crímenes contra la humanidad, fue ahorcado el 16 de octubre de 1946.

‘Alfred Rosenberg. Diarios 1934-1944’. Edición de Jürgen Matthäus y Frank Bajohr. Crítica. Barcelona, 2015. 768 páginas, 29,90 euros.

En este enlace podéis leer el primer capítulo.