Los días en Posada Arrecife

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

Posada Arrecife, donde me hospedé seis días

El Gran Roque es la única isla poblada de Los Roques. Es allí donde aterriza la avioneta, donde aparecen todas las posadas llenas de colores y opciones; desde donde parte el viajero hacia los cayos a perderse entre tanto azul y vuelven, ya cansados, a ver el atardecer, a esperar una cena caliente o, en el más apurado de los casos, para regresar a casa después de haber estado en el paraíso casi un día.

Había ido antes a Los Roques, pero nunca me había hospedado en Posada Arrecife. Alberto nos recibe al aterrizar, se encarga de las maletas y uno no se preocupa de más nada, si no de seguirlo por las calles de arena del pueblo, entre las casitas, las tiendas, el sol y los curiosos. Lo primero que me contenta al llegar a la posada, es que está justo al frente del colegio; un detalle que para el resto pasaría desapercibido, pero que me gusta porque mi estadía en Los Roques sería de seis días y siempre había querido ver cómo transcurre el tiempo en esos salones. Pero eso es parte de otra crónica, no importa ahora. Apenas entro a la posada, nos golpea el calor de la caminata corta, pero calurosa, entonces nos reciben con una bebida fría, cualquiera que refresque el pensamiento.

El lugar donde todos coincidimos en la posada

La habitación 17

Maya, la guacamaya

A los dueños no los conozco en este viaje, pero fotos de ellos están guindadas en la pared, en las que se les ve posando con famosos que se han alojado allí. Robert, el chef encargado de ese momento, comienza a contarnos qué hará de cena y todos los platos que quiere inventar todos esos días: pastas, pescados, ceviches, cremas, de todo un poco. Durante toda mi estadía, deliré con los desayunos -venezolanísimos-, me dejaba tentar por los almuerzos en la playa y esperaba ansiosa la cena: dos platos y un postre. Sí, el otro placer de viajar, es comer. Que eso nos pasa a todos.

Mi habitación es la número 17, una de las siete que tiene la posada (en total son cinco dobles y dos triples). Es espaciosa, cómoda, con una cama de la que no provoca levantarse nunca. De la nada aparece Mili, la encargada de la limpieza; el buen Roberto siempre atento a cualquier requerimiento y Alberto que, además de carretillero, también se esmera en su trabajo dentro de la posada. Frida y Pancha, las loras; hacen un escándalo todas las mañanas y al final de cada tarde junto a Maya, la guacamaya. Hablan, saludan, saben que llaman la atención; mientras que Nick, el gato, se pasea silencioso entre los huéspedes.

Una de las entradas, preparadas por Robert

En los días que estoy en Posada Arrecife, agradezco el frío de sus habitaciones; la atención esmerada, lo familiar de cada rincón que me hace sentir como en casa, la sencillez sin descuido. Durante esos seís días, vimos llegar a una pareja chilena, un grupo grande de venezolanos, otro más pequeño; una española, una argentina. Una tarde, dos brasileros pasaron a curiosear qué era el ruido que se escuchaba y se tomaron fotos con Maya. Cuesta mucho dejar un lugar así. Despedirnos de todos allí, fue como terminar un año escolar, una mezcla rara de melancolía con la emoción de lo vivido.

Hice este viaje con My Vacation To; si quieren alojarse aquí o saber cualquier cosa de Los Roques, con ellos es la cosa (y no se van a arrepentir)