Hoy quiero escribir sobre el día de perros que llevo (o mejor, no sobre el día sino reflexionar sobre este día y todos los días en general). Todos tenemos días así, tú también los conocerás. Vienen, en cualquier momento, da igual cómo estés o qué estés haciendo (o tengas idea de hacer). Se manifiesta de muchas maneras: haciendo que todo te siente mal, que no tengas ganas de nada o que sólo te apetezca llorar, que todo te moleste, que estés enfadado y no sepas por qué. Y usa todas esas formas de manifestarse para introducirte en un bucle de cabreo incomprensible y de desesperación. Pero te voy a contar algo que quizá también sepas: los días malos pasan. Se van como han venido y ya vendrán a molestarnos en otro momento, y mucha parte de la culpa de que un día sea así, tan negro (o tan rojo ^^), es nuestra. Es nuestra actitud la que hace fuertes a los días malos, porque ellos se alimentan de nuestro malestar para hacerse grandes y fuertes y para que creamos que nunca van a irse, y aunque es bien cierto que no siempre se puede estar bien y que los días malos tienen que existir como existen los buenos, siempre podemos intentar que duren lo menos posible. Quizá pararnos a reflexionar y pensar que, además de días malos, también tendremos días de esos en los que nos apetece ir sonriendo y abranzando a todo el mundo (pero que no lo hacemos por no parecer locos). Pensar en los días buenos, en momentos que nos hacen bien, es el mejor antídoto si tenemos un día malo.
Así que, amigos, keep calm and smile (y hoy, de verdad, que yo también me lo aplico, que falta me hace), que ya vendrán días mejores que continúen con el orden del universo