Los dientes de la Eternidad

Publicado el 21 noviembre 2011 por Alvaropons

Mi casa estaba llena de enciclopedias, de ésas que se compraban por fascículos durante años y años. De todo había, desde zoología a historia pasando por cocina, arte… pero la que más me gustaba cuando era niño era, sin duda, la de Mitología de Editorial Vergara. Tres volúmenes dedicados a la mitología clásica grecorromana, a la germánica y a la oriental. Recuerdo que, al principio, me arrebataba el hedonismo de la mitología clásica, con esa festiva presencia de las deidades más entretenidas en sus propios culebrones y veleidades que en atender las preocupaciones de los insignificantes humanos. Pero con el tiempo me fui enganchando a la germánica y sus parientes nórdicas, mucho más atribulada y dramática, que basaba su épica en un profundo sentido trágico de la existencia. Por esas épocas comenzaba a leer el Thor de Kirby en aquellos tomos espantosamente remontados de Vértice y, supongo, una cosa llevó a la otra o viceversa. No tengo muy claro qué fue primero, pero sí tengo todavía algunos retazos vívidos en la memoria (quién sabe si reales o no, a estas alturas la memoria se va reconstruyendo a sí misma) de cómo comparaba la creación de Kirby con lo que contaba aquella enciclopedia profusamente ilustrada. Descubrí que el tebeo se había quedado apenas en la superficie de una historia complejísima de traiciones y ambiciones, tan inabarcable como sugerente y, sobre todo, de imaginación fascinante. Bueno, eso y que cualquier lectura de mitología nórdica debía acompañarse de música wagneriana de fondo.
Resumiendo: que las dichosas historias de aesires, vanires, jotuns, valquirias y demás fauna me han cautivado durante décadas. Así que comprenderán ustedes que la lectura de Los dientes de la Eternidad haya sido un placer dionisíaco, valga la herejía mitológica. Porque Jorge García (guionista que se está ganando con méritos sobrados ser considerado el más ilustre heredero de Felipe Hernández Cava, el mejor guionista que el tebeo español ha tenido en las últimas décadas) se zambulle sin complejos en la mitología nórdica para contar la historia del rey Gylfi, reescribiendo a su antojo las leyendas pero manteniendo ese espíritu de tragedia infinita, de dolorosa aceptación del destino. Como ya ha demostrado otras veces, García tiene la habilidad de tejer la ficción sobre sus intereses, de crear historias que transportan su mensaje bien a resguardo de lo imaginario, para que poco a poco esa cáscara fingida vaya diluyéndose e invadiendo toda la historia ante un lector ya entregado. La amistad, la traición y la mentira serán temas universales sobre los que reflexionar, bien llevados por un guionista que, además, deja al dibujante un regalo maravilloso, un lienzo perfecto para el lucimiento, para el despliegue de todo talento visual. Y Gustavo Rico no sólo recoge el guante, sino que responde con valentía dando un do de pecho espectacular. Toma como base la épica gráfica de Kirby, su potencia compositiva y visual, pero la va aderezando de préstamos tan variados como el inteligente tratamiento narrativo del color de Calatayud, la composición de Toppi o la fuerza de la línea rota de Olivares, para conseguir una obra que se lee en estado de permanente sorpresa ante el despliegue de talento del dibujante (ojo a los dolores de quijadas, que estar tanto rato boquiabierto pasa factura)…
Un tebeo para disfrutar de los mitos y, durante un rato, volver a creer en los dioses.(3+)