Los diez parques más amistosos de Madrid

Por Aver Aves @AverAves

Gaviotas reidoras en el estanque del parque de Las Cruces

Javier Rico

Diez amig@s de Aver Aves nos presentan a otros diez amig@s: sus parques urbanos favoritos de Madrid. Hemos querido que diez personas muy ligadas a nuestro proyecto nos cuenten también sus sensaciones y los recuerdos asociados a la biodiversidad urbana que nos rodea. Así contribuyen a valorar esos espacios que en Aver Aves recorremos con escolares y familias. Son periodistas, profesores y profesoras, madres y padres, diseñadoras, programadoras informáticas… pero lo que importa es que son personas sensibles que creen que en lo cercano y accesible, en la biodiversidad de aquí al lado, está el comienzo de una gran y saludable amistad con la naturaleza y el medio ambiente. No te lo pierdas:

Observando las evoluciones de un pito real en El Retiro

El Retiro

Carina Prieto. Profesora del CEIP Nuestra Señora de la Almudena

El Retiro es un parque rico, hermoso, histórico, generoso, acogedor y amable, situado en pleno centro de la ciudad. Allí conviven gran variedad de árboles, jóvenes y “viejos”, ardillas, patos, ocas, ¡muchas aves!, plantas, piedras, rocas, cuevas, palacios, salas de exposiciones, casitas, cabañas, esculturas, bosquecillos, estanques, fuentes, títeres, músicos… ¡Qué diversidad! Eventos como la Feria del Libro, el Maratón Popular de Madrid, el desfile de Carnaval, la Cabalgata de Reyes, la Fiesta de la Bicicleta… se celebran allí. Para mí es muy especial. En El Retiro paseo, hago deporte, aprendo de la naturaleza, del arte, de la gente, y disfruto con mis alumnos de sus colores las cuatro estaciones del año. Dicen que el duendecillo que vive sobre la cueva del oso de la antigua casa de fieras baja por las noches y recorre el parque tocando la flauta hasta que todos se duermen.

Visita al parque de San Isidro con el AMPA del colegio público Perú

San Isidro

Encarna Esperón. Creadora del logo de Aver Aves

Mi colegio estaba en la calle Gorrión, 1, en la entrada al parque de San Isidro. La situación era bastante irónica: nuestro patio de puro cemento estaba vallado para que nadie pudiese salir al patio natural que teníamos al lado. Eran tiempos de EGB, es decir, nada era como es ahora. De hecho, el parque ocupaba solo una parte de la extensión actual; el resto, montañas de arena y escombro y muchas chabolas, que suponían tal marginación, que hacían que visitarlo no fuese del todo un momento de disfrute. Era casi una situación de peligro; claro, que yo estaba exenta de todo miedo en la zona: un tío mío fue jardinero del parque muchos años, por lo tanto me sentía como en casa, nada podía pasarme si a lo lejos estaba mi tío Tomás. Siempre me supuso un remanso de paz, y veo que se ha extendido esa sensación de tal forma que, hace pocos años, nos pusieron en un ladito una puerta de entrada al descanso eterno…

Las Cruces

Josefina Maestre. Periodista, directora de Reserva Natural (RNE, Radio 5) y editora de la revista Aves y Naturaleza de SEO/BirLife

Que el primer árbol que plantara en mi vida fuera en el parque de Las Cruces no da valor objetivo a este espacio verde de los barrios de Aluche y Carabanchel, pero sí lo posiciona en un lugar inmejorable dentro de mi plano emocional. Que aquella fuera una plantación popular, con gran participación vecinal –en tiempos de “transiciones” –, ayuda, sin duda, a ello. Este parque me acoge y me recoge, me atiende y me destiende; a veces creo que hasta me entiende. Pitos reales, abubillas, cormoranes y ánades reales, junto a otros muchos pajarillos, amenizan los paseos por este `microcampo´ que respira deporte y que me reconcilia con el mundo.

Tierno Galván

Juan Gallego. Padre del APA del CEIP Perú

Hace ya muchos años, y siendo de fuera de Madrid, nos trajeron con 15 años de excursión a Madrid a ver una obra de teatro y, para hacer el día completo, por la mañana nos llevaron a ver el Planetario, que está en pleno parque Enrique Tierno Galván. Ver ese edificio “futurista” dentro de un parque tan bonito, me llamo la atención. Ahora, más de un cuarto de siglo después, sigo yendo al parque, con la familia, y uno sigue admirándose de la riqueza que tiene, pese a estar en el famoso nudo sur de la M-30. Es muy fácil ver varias especies de aves. Destacaría una que primero se la oye, como un relincho, y si prestas atención verás un hermoso pito real. Sí, un pájaro carpintero en el centro de Madrid.

Pinos piñoneros en el Pinar de San José

Pinar de San José

Juan José Argenté. Profesor del Colegio María Inmaculada

Mi parque, ahora urbano, aunque no era así como lo recuerdo de la infancia, es el Pinar de San José. Había un recinto acotado e incluso llegué a ver dentro algún toro. Me atan a él razones principalmente sentimentales. Aunque no hay mucha diversidad de especies vegetales, es una prolongación del parque lineal del Arroyo Butarque de Leganés, y hay también cierta conexión con el de Las Cruces, lo que permite que haya un buen trasiego de aves. Me consta que hay algún autillo que ambienta con sus silbidos las noches veraniegas.

Uno de los recogidos parterres del parque del Capricho

El Capricho

Marta Castaño. Madre del AMPA del CEIP Pinar de San José

Me encanta ese parque porque cuenta con una biodivesidad y con un diseño de los jardines que me gusta, sobre todo la parte de los robles. También me encantan las pequeñas edificaciones que lo salpican. Me transporta a otras épocas. Además, es un espacio muy cuidado, al no permitirse juegos de pelota o bicicletas. Siempre voy en otoño, estación del año que más me gusta para visitarlo.

Observación de aves en el encinar de San Pedro, en la Casa de Campo

Casa de Campo

Mónica Díaz. Junto a su hermana Celia aportaron el crowdfunding necesario para empezar nuestra aventura.

En la Casa de Campo es donde aprendimos mi hermana y yo a montar en bici, gracias a la afición que tenía mi padre de frecuentar este fantástico parque. Él fue quien sin ningún miedo nos empujaba la bici por esas cuestas rodeadas de encinas. Este recuerdo lo guardo con mucho cariño e influyó gratamente para que la Casa de Campo se convirtiera en uno de mis lugares favoritos de observación de la naturaleza, en especial de la avifauna, ya que aquí también fue donde comencé a identificar las aves más comunes. He de mencionar que otra de las alegrías que me ofrece este paraje está asociado al maravilloso mundo de la micología. Todos los otoños disfruto paseando por lugares recónditos en los cuales encuentro numerosos ejemplares de setas.

Parque del Oeste

Pablo Rivas. Profesor del IES Antonio Domínguez Ortiz

El parque del Oeste está muy ligado a mi infancia y adolescencia; allí aprendí muchas cosas confesables… y alguna inconfesable también (con la ley mordaza, creo que ninguna confesable). Siendo un crío recuerdo el teleférico como la gran aventura que podía hacer del domingo un día muy especial. Llegar hasta la Casa de Campo sobrevolando el parque era alucinante. Recuerdo también los conciertos de San Isidro en el paseo de Camoens; veía bajar al parque a todas las tribus urbanas y, aunque me moría de ganas de unirme a la gente, asumía con deportividad mi corta edad y me conformaba con escuchar el ruido que llegaba hasta mi casa. El parque es una delicia para pasear y tiene una rosaleda muy recomendable en primavera. Además, cuenta con un pequeño observatorio de aves, que visité una vez en una actividad extraescolar con un instituto, ya como profesor, muchos años después de dejar el barrio. Me quedé muy sorprendido por la variedad de aves que vi.

Almendros en flor en la Quinta de los Molinos

Quinta de los Molinos

Rafael Ruiz. Periodista y redactor/coordinador de El Asombrario

El Parque de la Quinta de los Molinos es mi área verde favorita de Madrid ciudad por una razón muy personal: he trabajado durante 25 años en el diario El País, localizado en Canillejas, a la altura del metro Suanzes, en la calle Miguel Yuste, que arranca justo enfrente de la entrada principal a este parque. Y la Quinta de los Molinos suponía para mí el necesario escape y el contacto con la naturaleza tras permanecer todo el día metido en una oficina con aire acondicionado, moqueta, centenares de aparatos electrónicos, el olor a tinta de la impresora, el estrés del periodismo y todo eso sin apenas luz natural. Ha sido durante 25 años el respiro de muchos mediodías, el paseo al salir al atardecer, el escenario para confesiones de compañeros machacados por la jerarquía de la empresa… El alivio de respirar, y además en un entorno con más fisonomía de campo agrícola, con sus olivos y almendros, sus lilos y su tierra arada, que de estilizado jardín francés o parque urbano.

Moderno puente, río, gaviotas, praderas… todo en Madrid Río

Madrid Río

Rosa Tristán. Periodista de ciencia y medio ambiente y responsable de Laboratorio para Sapiens

Al atardecer, desde la ventana de casa, veo cómo cientos de gaviotas se agrupan siguiendo el cauce del Manzanares. Es la hora de salir. El momento de bajar al parque de Madrid Río, ese espacio verde de diseño moderno que poco a poco se va haciendo hueco atravesando la ciudad. Madrid Río me genera un sentimiento contradictorio: indignación por lo que costó a la arcas públicas y, a la vez, una atracción que a esta hora, cuando se pone el Sol, se hace irresistible y me impulsa, como con un resorte, a asomarme y ver cómo se esconde mientras ánades, gorriones, gaviotas, cormoranes y, de vez en cuando alguna garza real, se preparan para pasar la noche. Es un parque extraño, largo y estrecho, siguiendo el curso del agua. Allí, peatones y ciclistas comparten el espacio por uno de esos diseños absurdos en los que alguien obvió que ruedas y zapatos no pueden caminar juntos sin chocarse, y aún así casi siempre lo consiguen. Se hace de noche. Hora de volver a casa. En el cauce de Madrid Río todos duermen.

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