Revista Arte

Los diferentes semblantes de una vida, o las distintas vidas de una misma individualidad.

Por Artepoesia
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¿Cuántos somos realmente? ¿Cuántos seres diferentes pueden asumir una única individualidad a lo largo de una vida? No es una cuestión esquizofrénica, ni patológica, ni desbordante..., es tan solo la multiplicidad de seres que pueden darse en una misma y única existencia. Y no es ya las diferentes expresiones que el paso del tiempo transformará en las distintas imágenes de un mismo individuo. No. Sino que ahora en el mismo momento temporal en que seamos susceptibles de disponerlas. Ya otros artistas de la historia compusieron sus edades del hombre para señalar así el cambio que el reflejo de la imagen traducirá con el tiempo en los seres humanos. Pero, aquí no, aquí lo verdaderamente genial es poder representar al mismo ser en el mismo momento espacio-temporal, y como si fueran entidades diferentes. Y ¿cómo hacerlo ya? Con la genialidad que solo el Arte permite. Con el matiz que la composición figurativa en un lienzo presuponga ya del mismo ser representado. El gran creador realista-impresionista que fuera John Singer Sargent (1856-1925) lo expresó ya una vez en una de sus obras, y ahora de un modo tan sencillo y genial como quedaría plasmado en su lienzo Cachemira
Entonces,  ideó el creador pintar a su sobrina Reine Violeta Ormond (1897-1971) vestida con un chal de Cachemira, el mismo además, pero ahora su figura con diferentes plegamientos, ademanes, cubrimientos, gestos, posiciones y miradas. Parecerá, al pronto, un grupo que avanza en procesión de unas figuras clásicas, misteriosas o ensimismadas. Siete seres diferentes que representarán a siete sensaciones diferentes..., aunque la modelo sea una única persona. El pintor John Singer había nacido en Florencia (Italia) de padres norteamericanos. Tuvo una hermana menor, Violeta (1870-1955), que acabaría casándose con el británico Francis Ormond y tuvieron seis hijos. A casi todos ellos los pintaría el creador impresionista. Pero, a Reine la transformaría casi en una virgen vestal en esta obra sorprendente y sugestiva de 1908. Y la creación tiene sus mentiras... -como todo Arte-, porque Reine tendría tan solo once años cuando sirviera de modelo a su tío en esa obra. Pero, aquí, el pintor conseguirá confundir del todo al crear un plano sin fondo de contraste, y sin otra figura ahora más que la misma..., pero repetida.
Siete posiciones diferentes, siete gestos y dinámicas que, gracias al motivo representado -y titulado así-, el maravilloso chal de Cachemira, podrá la obra ahora mostrar ya la sutileza del sentido oculto de la misma. Es el mismo rostro, pero este tan sólo se verá bien para identificarlo en, tal vez, dos ocasiones posibles, y aun así parece distinto. El resto podría ser otra joven claramente, otra de las cinco vírgenes restantes que aquí caminarán hacia adelante, en una senda ahora imaginada e imposible. Senda imposible porque serán y no serán la misma. La modelo es posible que lo sea, pero, la representada en sí es otra cosa diferente. No puede ser la misma senda en tan corto espacio para ser ahora la misma persona. No es real, entonces, el sentido de este momento. El pintor, un creador asignado además a la tendencia realista, conseguirá también hacer aquí una metáfora del sentido de la obra con el propio sentido de la misma. Es decir, que llegará a rozar el pintor norteamericano aquí el simbolismo... sin serlo él, y sin, probablemente, proponérselo incluso. Pero, es que es así como dejaremos y no dejaremos de ser el mismo. Porque la variedad de seres que seremos no es real, ni irreal, ni demostrable, ni auténtica. Es un rasgo más de la vida contingente. Es una forma más de lo que somos, tan cambiante como el propio color del sol un mismo día... Seguirá siendo el mismo sol, seguirá siendo la misma luz, pero, a veces, en él algún momento también la veremos distinta.
(Todas obras del pintor John Singer Sargent: Cachemira, 1908, Los sobrinos del artista, Conrad y Reine Ormond, 1906; Calle de Venecia, 1882; La Carmencita, 1890.)

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