Los disfraces escolares: una lección pendiente

Por Mamaconectada @mamaconectada

Cuando todavía no era madre, tenía la ilusión de que los actos escolares iban a ser únicos. Veía a mamás que "con lo que tenían en casa" armaban disfraces divinos para sus chicos. Estaban las otras, las madres apuradas que iban y alquilaban los atuendos, y yo pensaba que iba a ser del primer grupo porque en casa tengo de todo.

Mi primer hijo arrancó su jardín. Ansiosa, esperaba el momento de que llegara la comunicación informando que el pequeño iba a actuar en el acto escolar. Y llegó el día. El mayor debía ir vestido de ratón. Sí, de ratón. En ese instante comprendí que desde afuera todo es lindo, pero cuando te toca todo cambia.

Con el desafío entre mis manos, arranqué la tarea. Primero busqué en Google cómo era un disfraz de ratón y descarté de manera instantánea todo lo que no iba a ser mi pequeño, ya sea porque no entendía el camino desde acomodar "lo que tengo en casa" hasta llegar a esos trajes o porque me parecía excesivo para una salita de un año.

Lo hice yo, con amor, con mucho amor, ternura, paciencia y mucho amor por sobre todo. Lo recalco porque el resultado final lo puedo traducir en lo siguiente: por suerte el pequeño tenía solo un año, porque sino no hubiera habido forma de que se animara a usarlo. Yo le repetía a mi marido: "¡¡Es un ratón!! Está clarísimo".

El camino de los disfraces se empezó a poner más negro que rosa. En cuanto a mis habilidades, quedó demostrado que no eran las mejores. Fue entonces que ante cada nueva comunicación primero averiguaba en el cotillón de al lado los valores de los trajes que ya estaban hechos, para después decidir si valía el esfuerzo y el desafío de armar algo que más o menos se pareciera a lo que me pedían.

Con tres varones, se podrán imaginar que los disfraces se repetían bastante: caballero, león, tigre, los próceres argentinos, de científico, etc. Pero el de las nenas era otro mundo: vestidos, collares, maquillaje, esos sí que son disfraces.

Por suerte tengo una pequeña niña y con ella voy a volver a intentarlo. Creo que mi problema no fueron las manualidades en sí, sino los resultados que tenía que obtener. Ya me puse a investigar sobre vestidos de dama antigua, por ejemplo, y voy guardando aquello que pueda servir para cuando llegue la comunicación en el cuaderno de la menor. Voy a volver a intentar armarlo en casa, con todo el amor que le puse a los primeros. Si no me sale, siempre está el cotillón a la vuelta de la esquina.