Hércules (o Heracles que significa "Gloria de Hera"), hijo de Zeus y de Alcmena, es probablemente el héroe más formidable de la antigua Grecia y uno de los personajes más célebres de la historia.
Su fuerza divina, su impetuoso coraje y su agudo ingenio fueron puestos a prueba numerosas veces, pero sobre todo en sus conocidos doce trabajos.
Ocurrió que, en un ataque de locura provocado por Hera, Hércules acabó con la vida de su mujer, la princesa Megara, con sus tres hijos y con dos de sus sobrinos. Al recobrar su estado normal y darse cuenta de lo que había hecho se sintió profundamente afectado y arrepentido, de modo que partió hacia tierras lejanas para vivir en soledad. Pero su hermano Ificles logró dar con él y le convenció de que visitase al Oráculo de Delfos para que le explicará como expiar sus crímenes. El oráculo le indicó que debía ponerse bajo las órdenes de Euristeo, el hombre a quien Hércules más odiaba por haberle arrebatado su derecho al trono.
Así pues Hércules marchó a Tirinto y se presentó ante Euristeo para contarle su historia. El rey usurpador también odiaba a Hércules y temía que, con su inhumana fuerza y su vigor, pudiera derrocarle en el futuro. Por ello decidió encomendarle doce trabajos de los cuales parecía imposible que ningún ser pudiera salir con vida.
EL LEÓN DE NEMEA
En la zona de Nemea existía un enorme león que aterrorizaba a sus habitantes. Su piel era tan gruesa que no había arma capaz de penetrarla. Hércules intentó abatirlo usando su arco y sus flechas, un garrote hecho de un olivo y una espada de bronce, pero fue inútil ya que todas se quebraron. Entonces el héroe decidió arrinconar al animal taponando las entradas del lugar donde vivía y se enfrentó a él en un terrible combate cuerpo a cuerpo durante el cual consiguió estrangularlo con sus fuertes brazos.
No obstante, para poder desollarlo necesitó la ayuda de la diosa Atenea, la cual le informó que debía utilizar para tal empeño las propias garras del la bestia. Gracias a ello, Hércules cubrió su cuerpo con la piel del león a modo de armadura utilizando la cabeza como un yelmo.
Hércules llevó los restos del león a Micenas para que los viera el rey Euristeo, pero este se asustó tanto al verlo que le prohibió presentarse de nuevo ante él y le ordenó que mostrase las pruebas de sus futuras victorias desde fuera de la ciudad.
LA HIDRA DE LERNA
Hércules disparó flechas en llamas para obligar a la hidra a salir de su acuático escondite. Cuando por fin salió, Hércules cargó contra ella espada en mano y comenzó a cortarle una cabeza tras otra. Mas por cada cabeza que cortaba otras dos volvían a crecer en el cuerpo de la hidra. Entonces Yolao tuvo la ingeniosa idea de quemar los muñones que dejaban las cabezas al separarse de la hidra y así lograron evitar su regeneración. Al final el monstruo perdió todas sus cabezas hasta la última, la cual tuvieron que enterrar bajo tierra ya que era inmortal.
Se dice incluso que Hera mandaba cangrejos para que molestasen a los dos compañeros en el combate, pero estos conseguían matarlos a todos sin problemas.
Tras la lucha, Hércules aprovechó para mojar las puntas de sus flechas con la sangre derramada de la Hidra para que así fueran mucho más mortíferas.
LA CIERVA DE CERINEA
Hércules se dio cuenta enseguida de que sus flechas no podían alcanzar al animal y, de todas formas, tampoco quería derramar su sangre pues podría causar la ira de Artemisa.
Por ello le costó mucho capturarla, un año entero estuvo persiguiéndola por todo el monte Cerineo hasta que logró atraparla mientras abrevaba en una charca. Para ello se sirvió de una flecha que hizo pasar entre el tendón y el hueso de dos de sus patas. Con ello evitó que se derramara una sola gota de sangre de la cierva.
EL JABALÍ DE ERIMANTO
Cuando al final lo encontró, el animal echó a correr y Hércules tuvo que perseguirlo durante horas y horas hasta que lo arrinconó en un desfiladero lleno de nieve. Entonces, sin temor alguno a los fuertes colmillos que podían arrancar un árbol de cuajo, saltó sobre el lomo del jabalí y lo apresó con un cadena.
Cargándolo sobre sus hombros, consiguió llevarlo vivo a Micenas.
LOS ESTABLOS DE AUGÍAS
Entonces le ordenó dirigirse a Élide para limpiar los establos del rey Augías, los cuales llevaban más de treinta años sin ser limpiados, por lo que la suciedad y los malos olores eran insoportables.
Augías prometió a Hércules una parte de su ganado si lograba realizar la tarea en un sólo día. Parecía que esto era imposible pero el rey había subestimado la astucia de Hércules, el cual abrió un canal para desviar el cauce de los ríos Peneo y Alfeo y, aprovechando la fuerza del agua, consiguió que toda la suciedad fuera arrastrada.
Entonces Augías montó en cólera ante la hazaña de Hércules y se negó a darle la recompensa prometida, alegando que el agua había hecho su trabajo. No obstante, al final los jueces dieron la razón al héroe gracias al testimonio de Fileo, hijo del rey, el cual fue desterrado en castigo.
LOS PÁJAROS DEL ESTÍNFALO
Hércules intentaba abatir a todos los pájaros con sus flechas pero, por más que caían, parecía que su número no era mermado en absoluto. Al ver que su fuerza y su ingenio no eran capaces de socorrerlo, decidió pedir ayuda a la diosa Atenea, la cual le entregó un pequeño cascabel y le dijo que lo hiciera sonar en lo alto de una colina cercana al lago. Así lo hizo Hércules y el extraño ruido del cascabel provocó un terrible espanto en los pájaros y les obligó a emprender el vuelo para nunca volver. El Mar Negro quedó cubierto por muchos de sus cuerpos mientras Hércules los abatía durante su huida.
EL TORO DE CRETA
Cuando Hércules arribó a sus costas se presentó ante Minos, rey de la isla, quien le indicó donde podía encontrar al animal.
Tras una dura lucha, Hércules consiguió subirse al lomo del toro y lo condujo a través del mar hasta Euristeo. Este quiso ofrecerlo a Hera pero la diosa lo rechazó debido a su ferocidad. Por ello, Euristeo dejó libre al toro, el cual hallaría la muerte posteriormente a manos de Teseo.
LAS YEGUAS DE DIOMEDES
Ayudado por un grupo de amigos y voluntarios, Hércules logró hacerse con las yeguas, por lo que el furioso Diomedes decidió salir a su encuentro junto a su ejército. Pero sólo consiguió servir de alimento a sus propias yeguas cuando Hércules acabó con su vida utilizando sus propias manos.
Las yeguas, libres de su cruel y depravado amo, se amansaron notablemente y pudieron ser llevadas ante Euristeo. Finalmente fueron regaladas a la diosa Hera.
Se dice que Bucéfalo, el caballo de Alejandro Magno, descendía de estas yeguas.
EL CINTURÓN DE HIPÓLITA
Para ello viajó hasta el Mar Negro y, tal vez porque Hipólita se enamoró de él, consiguió que le cediera su cinturón (también se dice que Hércules exigió el cinturón como rescate por una de las hermanas de Hipólita, a la que habría secuestrado).
Sin embargo, la diosa Hera hizo propagar el falso rumor de que Hércules quería secuestrar a la reina amazona, por lo que se produjo una cruenta batalla entre el ejército de las amazonas y el ejército de Hércules y su compañero Teseo (quien podría haber secuestrado a Antíope, hermana de Hipólita). Finalmente, Hipólita encontró la muerte a manos de Hércules.
EL GIGANTE GERIÓN
Solamente el viaje hasta allí ya supuso una gran prueba para Hércules, que tuvo que soportar un calor atroz atravesando el desierto libio. Ello hizo que se encolerizara profundamente y comenzara a lanzar flechas al sol. Para calmar su ira, el dios Helios le regaló la copa dorada que utilizaba para viajar por los cielos y, gracias a ella, Hércules consiguió llegar hasta su destino.
Mas no le fue fácil completar su trabajo. Primero tuvo que acabar con los dos pastores de Gerión, cuyos nombres eran Euritión y Orto (un perro de dos cabezas y cola de serpiente). Después tuvo una dura batalla contra el propio Gerión que duró mucho tiempo, hasta que finalmente lo abatió con una certera flecha. Tras esto, condujo el ganado de Gerión hasta Euristeo, no sin antes enfrentarse a diversas calamidades que Hera le mandó durante su regreso.
EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES
Más allá de donde nacía el sol, existía un jardín dedicado a Hera en el cual crecían árboles cuyas doradas manzanas proporcionaban el don de la eterna juventud. Eran unos manzanos sagrados que Gea había ofrecido a Hera como regalo de su boda con Zeus.
Para proteger tan preciado milagro, Hera encomendó la custodia del jardín a tres ninfas del atardecer, Las Hespérides, y a un dragón de cien cabezas llamado Ladón. Además de estos temibles guardianes, el lugar donde se hallaba el jardín era casi imposible de descubrir. El undécimo trabajo que Hércules debía llevar a cabo era robar las manzanas doradas de la inmortalidad, ni más ni menos.
Para completar esta hazaña primero tenía que llegar hasta el oculto jardín y sólo descubrió su ubicación gracias a Nereo, el conocedor de secretos, a quien tuvo incluso que encadenar y amenazar para que le revelase la información. Después de llegar al jardín, se dio cuenta de que su fuerza no sería suficiente para hacerse con las manzanas, por lo que nuevamente su ingenio se puso a funcionar y fue a buscar a Atlas, que se encargaba de sostener los cielos y el cual podía conseguirle las manzanas ya que se decía que era padre de Las Hespérides.
Para convencerle de que robara las manzanas se ofreció a ocupar su lugar aguantando el peso del cielo y, una vez que Atlas regreso con las manzanas, le engañó diciéndole que sujetase el cielo un momento para poder ajustarse un momento la capa. Cuando Atlas volvió a ocupar su lugar, Hércules tomó las manzanas y huyó raudo y veloz.
CERBERO
El hecho de tener que entrar en el infierno supuso un viaje a Eleusis, el único lugar donde podían enseñarle los secretos para caminar por el Hades y poder salir de allí con vida. El siguiente paso era localizar el umbral que era la entrada hacia su destino, para lo cual tuvo que ser ayudado por Atenea y Hermes, los cuales le guiaron e intercedieron por él ante Caronte, el barquero que cruzaba las almas desde el mundo de los vivos hasta el de los muertos a través del río Aqueronte.
Durante su estancia en el infierno, Hércules encontró a su amigo Teseo, el cual había sido encadenado por el dios Hades cuando había viajado hasta allí en busca de Perséfone. Tras conseguir liberarlo gracias a su descomunal fuerza, Hércules halló por fin al Can Cerbero y, ya sea porque le capturó tras vencerlo en combate o bien porque se ganó su confianza, logró sacarlo del infierno.
Euristeo se sintió profundamente aterrorizado al ver que Hércules había completado sus doce trabajos imposibles de realizar y decidió liberarlo de su carga, con lo cual los crímenes del héroe quedaron expiados.
Fuentes:
http://es.wikipedia.org
http://redhistoria.com