Los duelos con pan son menos: 400 años de Cervantes

Por Biscayenne

El 22 de abril de 1616 estiraba la pata en Madrid el pobre Miguel de Cervantes Saavedra. Soldado de fortuna, preso del moro, espía secreto, recaudador de impuestos y escritor. Murió de diabetes, más pobre que una rata y a su funeral en las Trinitarias acudieron cuatro gatos contados. Allí quedó tranquilo y olvidado hasta que hace un par de años se empeñaron en revolver sus huesos, ponerles nombre y meterlos en una tumba con lápida fetén.

Sin meterme demasiado en la pataleta de que los fastos por el cuarto centenario de su muerte estén siendo patéticos comparados con los shakesperianos, valga como prueba de su tristeza el hecho de que yo me haya levantado hoy rumbera y cervantina, dispuesta a sacar la cara por este señor y su obra. ¿Que si me he leído El Quijote entero? Pues no. Como la mayoría de vosotros, almas de cántaro. Pero sí he leído partes extensas, que es lo que dice todo el mundo aunque sólo haya visto lo de los molinos en 4º de EGB.

Os prometo que últimamente lo he revisado a fondo, gracias a un reportaje que, tecnología y calendario mediante, saldrá este fin de semana sobre la comida cervantina. Como no es cosa de destriparlo y además, hay material de sobra para escribir mil y un artículos sobre el tema, dejo aquí algunas cuestiones simpáticas sobre el tema que no cupieron en tan sesudo texto. Además así podéis ir de guays y utilizarlas en alguna conversación casual, que nunca viene mal para empatar al personal.

Podríamos imaginar que los personajes de este cuadro de Velázquez son don Quijote y Sancho Panza (más un mozalbete con falta de hervores), poniéndose morados a vino, mejillones, granadas y pan. Una combinación un poco rara, igual que el hecho de que el señor mayor tenga en la mano una tenedor emburruñado, pero en fin, para algo está la imaginación. En la España del siglo XVII los tenedores no se estilaban aún demasiado, y eran cosa de señores finolis y pusilánimes que no se querían manchar las manos. En la segunda parte de El Quijote, el ingenioso hidalgo cuenta que Sancho "cuando tiene hambre, parece algo tragón, porque come aprieta y masca a dos carrillos; pero la limpieza siempre la tiene en su punto, y en el tiempo que fue Gobernador aprendió a comer a lo melindroso, tanto que comía con tenedor las uvas y aun los granos de granada".

Aunque solía pasar más hambre que un perro tiñoso, don Quijote conocía las normas de educación en la mesa y así se las aconsejaba a su escudero para que guardara las formas mientras fuera gobernador:

No comas ajos, ni cebollas, por que no saquen por el olor tu villanería [...] Come poco, y cona más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago. Sé templado en el beber, considerando que el vino demasiado, ni guarda secreto, ni cumple palabra. Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos, ni de erutar delante de nadie. Eso de erutar no entiendo(dijo Sancho); y D. Quijote le dijo: Erutar, Sancho, quiere decir regoldar [...] En verdad, señor (dijo Sancho), que uno de los consejos y avisos que pienso llevar en la memoria ha de ser el de no regoldar, porque lo suelo hacer muy a menudo. Erutar, Sancho, que no regoldar (dijo D. Quijote). Erutar diré de aquí adelante (respondió Sancho), y a fe que no se me olvide.

Sancho Panza, que era muy de pueblo y por tanto especialmente bonico, tenía dichos y refranes para cualquier situación. Aunque le faltó el mítico "donde no hay mata no hay patata", porque entonces este tubérculo aún no se estilaba, sí que tenía un gran repertorio de frases relacionadas con el comer. De ésas que sueltan en mi pueblo con un palillo entre los dientes y la gorra de Titanlux calzada hasta las cejas, dejándote con el culo torcido.

Los duelos con pan son menos.
Muera Marta y muera harta.
No siempre hay tocinos donde hay estacas.
A quien cuece y amasa no le hurtes la hogaza.
En otras casas comen habas y en la mía a calderadas.
La mejor salsa es el hambre.
En casa llena presto se guisa la cena.

Sobre la gastronomía del Quijote existe una web del Centro Virtual Cervantes muy completa y entretenida, con recetillas de la época y todo por si queréis trastear en la cocina. De mientras y hasta que salga publicado mi megarreportaje con el que he sudado tinta china cervantina, recordemos que lo del ninguneo institucional al mayor genio de nuestras letras es cosa antigua y que no debería sorprender. El 23 de abril de 1833, Ramón Mesonero Romanos contaba en "La Revista Española" cómo se estaba derribando la casa en la que murió el escritor, en la esquina entre las calles Francos y Cervantes (antes León, hasta que le cambiaron el nombre por vergüenza ajena) de Madrid. Acertó a pasar por allí un amigo suyo inglés (cómo no), que se quedó ojiplático al saber que tal edificio iba a desaparecer. "¿Por qué los magnates, los cuerpos literarios, los particulares amantes de su país no se apresuraron a adquirir a toda costa el único resto de tan ilustre autor, para evitar su aniquilamiento?", le pregunta. "El gran poeta britano yace en el soberbio mausoleo de Westminster, al lado de nuestro Monarca, mientras que el español... ¡que contraste!". Ajá. La casa se derribó y ahora tiene una placa tristona, mientras que a pocos metros está la Casa Museo de Lope de Vega, enemigo mortal de Cervantes que estará riéndose en su tumba. En fin.

Cervantes tuvo una vida apasionante, digna de películas con mucha acción, batallas épicas, cuatro intentos de evasión de Argel, una hija bastarda y envidias literarias sin límite. Mientras soñamos con semejante epopeya, llena de odios, intrigas y fiel reconstrucción histórica al estilo BBC, aquí nos tenemos que conformar con la serie que hizo TVE en 1981. Que hombre, para su época es digna a pesar del penoso maquillaje que lleva el protagonista, pero que yo sepa siquiera la han vuelto a emitir.

Más graciosa y ojiplática es la película de 1967 "The young rebel Cervantes", una coproducción internacional loquísima rodada en inglés en la que un alemán (Horst Buchholz) interpretaba al autor, Francisco Rabal a su hermano Rodrigo, Fernando Rey a Felipe II y Gina Lollobrigida enseñaba pechuga barroca haciendo de espía italiana.


¿Van a emitir semejante joya del kitsch en nuestras televisiones este fin de semana? Pues no, pero alguien debería, aunque fuera sólo por ver a Cervantes en plan galán conquistador con el pecho descubierto en un harén.


La misma escena en español se puede ver (un poco peor), aquí. No he encontrado la película entera en ningún sitio, pero para que os hagáis a la idea del nivel, es como un Errol Flynn a la española con escenas exóticas y cabareteras con vestidos de época. Una pasada.


Aquí, el héroe de Lepanto antes de ser manco, cogiendo la espada por el filo porque era un tío duro.


Qué casualidad que la única película biográfica (o algo así) sobre Miguel de Cervantes la rodase un director americano en inglés y con protagonistas extranjeros.Igual nos lo tendríamos que hacer mirar.

Antes de que os dé un perrenque por la sorpresa de que haya vuelto al blog, os cuento que esta semana dos cuestiones distintas e ilusionantes me han hecho darme cuenta de que basta ya de escribir sólo para los demás. Éste es mi sitio y ésta es mi voz. Y vivan Cervantes, los libros y la cultura, coño.

Aprovechad el Día del Libro para comprar alguno interesante o mejor aún, buscad en casa uno que os lo hiciera disfrutar en su momento. Releedlo con un bocadillo de chocolate en la mano y pasadlo teta.

Sobre el autor

Bloguera desde 2011 y persona desde mucho antes. Acumulo cantidades ingentes de libros viejos y sufro una peligrosa adicción por las grasas saturadas.