Imagina que salimos a la calle y comenzamos a preguntar a quienes nos cruzamos sobre los efectos del cambio climático en España. Igual me equivoco, pero me atrevería a apostar que la mayoría lo identificaría como una realidad futurible y difusa. Incluso, una realidad improbable.
Por eso es tan importante el libro Emergencia Climática. Escenarios del calentamiento y sus efectos en España del periodista (y amigo) Antonio Cerrillo. Porque a través de sus páginas nos recuerda que el calentamiento global ya es una realidad palpable en España, que queda retratada en muchas partes de nuestra geografía, como puede ser el deshielo de los glaciares o el acelerado desdibujamiento del Delta del Ebro y -si esto aún nos resulta «ajeno»- también en el aumento de las muertes por golpes de calor, especialmente en las ciudades.
Y de esto, de sus orígenes y aprendizajes, del reto que nos supone el cambio climático y más hablamos hoy en La Ecocosmopolita con Antonio Cerrillo.
Antonio Cerrillo no debería necesitar presentación…
Antonio Cerrillo es un referente para todas las personas que buscamos mantenernos informadas sobre la situación ambiental en España, porque desde La Vanguardia nos ofrece un retrato fiel y constante, desde hace más de 30 años.
Se inició en el periodismo con solo 19 años, hace ya 4 décadas. Y desde el año 92 , cuando estuvo en la Cumbre de Río de Janeiro, se ha dedicado a informarnos sobre temas vitales relacionados con la salud del planeta.
En la biografía de su libro Emergencia Climática. Escenarios del calentamiento y sus efectos en España, leo que ha ganado más de 30 premios periodísticos, como por ejemplo el premio Nacional del Medio Ambiente de Periodismo del 2004.
Lo conocí hace algunos años, cuando me llamaron de Rezero para participar en un reportaje que estaba preparando sobre el movimiento residuo cero. Literalmente salté de alegría al acabar la llamada.
Hoy estoy feliz de tenerlo en La Ecocosmopolita, porque yo he sentido mucha admiración por Antonio desde hace años, y ahora, después de varios años, siento también un gran aprecio. ¡Vamos con Antonio!
Entrevista a Antonio Cerrillo
Antonio, tienes toda una vida dedicada al periodismo ambiental… ¿Qué te ha dejado, hasta ahora, este camino?
Este recorrido me ha permitido ir ampliando el conocimiento, informar a la ciudadanía y sobre todo dibujar un continuo retrato de cómo ha evolucionado el interés por nuestro entorno, por la salud del planeta, por nuestra propia salud… Hasta llegar a la conclusión de que nuestra salud, en el fondo, es un reflejo de la salud del planeta. Y que no puede haber una salud individual, si no tenemos también un planeta sano.
¿Hay una relación entre el cambio climático y el COVID?
…Y por si no nos hemos dado cuenta de esta interdependencia, en el 2020 llega el COVID y nos lo grita a la cara…
Realmente la pandemia nos ha hecho reflexionar sobre cómo la globalización multiplica los efectos de la degradación ambiental. Porque hasta ahora habíamos pensado que los problemas ambientales tenían un carácter parcial y un origen difuminado.
Ahora vemos que, al parecer, el origen de los coronavirus tiene que ver con la deforestación, con un mercado de animales hacinados, estresados, en contacto con personas y con la respuesta de una naturaleza que está siendo alterada.
La globalización ha acabado de empeorar las cosas.
Desde luego. Hay muchísimos temas de reflexión a partir del problema del coronavirus y lo que significa para la humanidad. Por ejemplo, nos ha demostrado que si entendemos la gravedad del problema, podemos asumir la necesidad de soluciones globales. Sin embargo, en el caso de la emergencia climática, nos cuesta reaccionar.
Son dos problemas que discurren paralelos pero reaccionamos a ellos con una distancia desigual.
La pandemia es un golpe muy seco y traumático, que nos obliga a reaccionar rápido.
La emergencia climática, en cambio, ha sido comparada con una especie de caldera de agua en la que hay una rana, que no es capaz de ver cómo el agua se va calentando poco a poco. Cuando el agua entra en ebullición, la rana ya no puede reaccionar.La humanidad juega de manera más reactiva.
Tendremos que sacar muchas conclusiones de este paralelismo. Por ejemplo, cuando nos planteamos que la solución a la emergencia climática nos exige sacrificios demasiado complicados, debemos mirarnos en el espejo de la pandemia.
Considerar que, así como la pandemia nos ha impuesto unas restricciones, en el caso del cambio climático los límites están establecidos realmente por el propio carácter finito de nuestros recursos. Y empezar a pensar en cómo podemos vivir de manera más austera, más racional y más respetuosa con la realidad del propio planeta.
El cambio es inevitable
Muy relacionado con esto, en tu libro mencionas que tendremos que ajustarnos a la capacidad ecológica de la Tierra, «ya sea por haberlo planificado o por vía de un desastre.»
Sí. Tenemos la capacidad y la urgencia de planificar. En todos los escenarios que plantea el IPCC (el organismo de la ONU que estudia la evolución del clima) las consecuencias serán terribles, sobre todo en las zonas más vulnerables.
Sabemos que es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero anualmente un 7,6 por ciento. Y tenemos dos caminos diferentes: una línea de emisiones que sube de manera peligrosa y es suicida, y una senda que permite reducir las emisiones para que la temperatura del planeta no suba por encima de 2 grados respecto a la época industrial, o incluso que solo se incremente 1,5 grados, que es el objetivo ideal.
Esa es la encrucijada en la que estamos.
¿Cuáles son los efectos del cambio climático en España, hoy?
También pareciera que tenemos la sensación de que nuestra relación con la emergencia climática es “indirecta”, por decirlo de alguna forma. Porque mientras, por ejemplo, el problema de la basura lo podemos “palpar” en casa, el cambio climático parece lejano, abstracto y casi intangible. Seguramente por esa “lentitud” de la que tú hablabas.
Por eso es tan importante ese repaso que haces en el libro de todos los signos del calentamiento global en España que podemos constatar hoy mismo. Por ejemplo, explicas que durante la ola de calor de la primera semana de agosto de 2018 se registraron 30 ingresos por olas de calor solo en el Hospital del Mar de Barcelona.
Efectivamente, hay asuntos muy claros y nítidos, como los episodios de las olas de calor, que en Barcelona se conocen muy bien o, por dar otro ejemplo, los deshielos de los glaciares, que son un termómetro realmente objetivo e indiscutible. No hace falta más que ver cómo han desaparecido entre el 80 y el 90 por ciento los glaciares.
El Delta del Ebro y calentamiento global, entre otras amenazas
Otra realidad que es muy gráfica, es el deterioro de humedales, como el Delta del Ebro y sus previsibles consecuencias ambientales, culturales y económicas, aunque en este fenómeno confluyen otros factores importantes…
Efectivamente, a veces las consecuencias de la emergencia climática aparecen camufladas o confluyendo con otros problemas ecológicos, lo que hace que la actuación sea más compleja, y es el caso del Delta del Ebro:
- Por una parte, tenemos que cada vez hay menos caudal de agua, debido a los trasvases, y menos sedimentos que sean arrastrados hasta el Delta. De modo que el Delta, que es un terreno terrestre que se gana al mar, retrocede de forma natural, fruto de menor aportación de sedimentos y de agua.
- Por otra parte, los deltas naturalmente se hunden. Se compactan la tierra y los sedimentos en un fenómeno que se llama de subsistencia y que aumenta este retroceso de la tierra respecto al mar.
- Finalmente, tenemos unos fenómenos marítimos extremos y la subida del nivel del mar. Esta subida del mar es fruto de los deshielos que han llenado los mares con más aportaciones de agua dulce y de que, al estar más caliente, el mar se expande.
Lo mismo pasa en todos los deltas del planeta, que evolucionan naturalmente de manera muy caprichosa. El Delta del Tager, el Delta del Nilo, el Delta de Po…
Como hablamos de una zona donde hay asentamientos humanos, casas, campos de arroz, ya no es suficiente con la mitigación. Tenemos que adaptarnos, protegernos, crear muros o buscar otras soluciones.
De manera similar, la subida del nivel del mar afecta a todas las zonas costeras bajas.
Así, el Delta del Ebro simboliza muy bien la dificultad de poder afrontar el problema cuando ya es tarde. Y al mismo tiempo, las consecuencias de la acción humana, cuando no se tiene una visión a largo plazo y se sobreexplotan los recursos sin pensar en las consecuencias ambientales.
La lección siempre es la misma: Necesitamos ajustarnos a lo que el planeta es capaz de proporcionarnos en cuanto a recursos. La sobreexplotación excesiva tiene efectos en distintos puntos del planeta. Se trata, en el fondo, de que nuestra economía bascule de manera decidida hacia la protección del planeta.
Además, hacerlo nos daría mucho empleo.
La necesidad de justicia climática
Si vemos tan difícil de contener un problema como el del Delta del Ebro, al trasladarlo a una isla en el pacífico con niveles de pobreza altísimos, se agrava de forma abismal.
Efectivamente. ¿Quienes pueden hacer la adaptación a la subida del nivel del mar? Pues las economías más poderosas…
Y hay una responsabilidad común frente al daño que se produce al planeta, pero una responsabilidad diferenciada en cuanto a las soluciones o la capacidad de respuesta. Por eso las zonas más pobres necesitan ayuda.
Sabemos que hace falta una movilización de recursos hacia los países que no tienen posibilidades de adaptación. Es necesaria la transferencia de tecnología y todo tipo de colaboración por parte del mundo rico . Es la manera de equilibrar este daño desigual que causan unos y sufren todos, y especialmente aquellos que son los menos responsables y que tienen otras urgencias que atender, como las alimentarias.
También en nuestras ciudades
En una ciudad como Barcelona estamos más protegidos frente a estas condiciones extremas que crea la emergencia climática. Sin embargo, sí que sufrimos la contaminación del aire, que está relacionada en su raíz con la emergencia climática. Un problema de salud que está relacionado con cáncer de pulmón, de mama, ansiedad, depresión, problemas cardiovasculares y hasta con problemas de peso en los recién nacidos.
Es decir, no es nada lejano a nuestra realidad. ¿Tú crees que estamos caminando hacia solucionar este panorama?
Efectivamente, los gases que calientan el clima (C02, metano, N-O 2…) también son gases contaminantes. Fastidian la salud del planeta y fastidian nuestra salud, cuando sus partículas entran a nuestros pulmones y, desde los alvéolos, al torrente sanguíneo. Cada vez se conoce mejor el daño y las muertes prematuras que ocasionan las partículas finas, y se puede cuantificar su relación con el aumento de contaminantes.
Los parámetros ambientales han mejorado en muchos ámbitos, como en la calidad de las aguas. En cambio, la calidad del aire en las grandes ciudades europeas se ha mantenido igual o ha empeorado en los últimos 20 años, porque en su momento, las directivas europeas bajaron el listón de la exigencia. Y aunque a partir del 2010 las situaron en un nivel más exigente, no han sido capaces de superarlo.
La responsabilidad máxima es de la industria del motor. Porque de manera irresponsable el sector del diesel mantuvo un engaño sistemático, diciendo que el nivel de emisiones era inferior al real. Hasta que, cuando se introdujeron estos vehículos en los Estados Unidos, la administración americana se dio cuenta de que el nivel de emisiones reales era el doble de las que se producían en las condiciones de laboratorio.
Las soluciones existen, clarísimamente. Pero la industria del automóvil sistemáticamente recurre a la ideología del Plan Renove, que durante los últimos 20 años no ha permitido que el problema de la contaminación del aire se solucione. Todo para legitimar el coche de combustión, cuando sabemos que hay perfectas condiciones para hacer una apuesta mucho más decidida por el coche eléctrico.
Entre otras razones, por la propia necesidad de supervivencia de la industria del automóvil europeo. Cuando llegue con fuerza el coche eléctrico chino, será una lección demasiado dura para la industria del automóvil.
Por lo tanto, la solución a la contaminación del aire tiene que ver con un modelo energético más limpio (no tiene sentido que haya calderas de carbón en Madrid todavía) y, sobre todo, con un parque móvil más racional.
Buena parte del problema tiene que ver también con un exceso de tráfico de vehículo particular en los centros urbanos. Por eso el propio ciudadano, también debe ser consciente del impacto que representa para la salud de las personas.
Las ciudades tienen que pivotar sobre un eje nuevo, que debe ser el peatón: permitirnos recuperar los trayectos y los itinerarios a pie, en bicicleta y en modos de transporte de menor impacto.
En ese sentido, yo soy muy optimista, pero creo que nos falta la ayuda judicial. Sería un magnífico ariete.
El camino está marcado. Lo que nos falta es resistir la presión continua de esta ideología que mantiene los niveles de contaminación actuales. Porque sabemos que la Administración Europea comunitaria no ha sido independiente y no ha sido capaz de poner firmes a los fabricantes. Todavía hay mucho camino por recorrer.
Una crítica habitual a estas políticas es la idea de que quien tiene un coche de hace 14 años y no un coche eléctrico del año pasado, tiene también un nivel adquisitivo diferente y está en una situación de mayor desventaja…
En general, los servicios públicos o colectivos tienden a generalizarse y a colectivizarse, a hacerse más accesibles. Hace un siglo, el teléfono era un instrumento muy elitista. Pero ahora es un instrumento del que todo el mundo puede disfrutar. Por lo tanto, yo confío en que en la medida en que se generalice la industria de los coches limpios, estos irán abaratando. De hecho, ya lo empezamos a ver.
Pero sobre todo, hemos de pensar que las soluciones tienen que abordarse de muchas maneras. Tiene que mejorarse el transporte colectivo. Se tiene que facilitar que la gente utilice menos los vehículos cuando no es necesario. Tiene que mejorarse la logística del reparto de las mercancías…
Por otra parte, nos encontramos con que se ofrece algún estímulo a la compra de un coche eléctrico, pero también hay estímulos para los coches de combustión interna.
Sabemos que la situación de la industria automovilística es delicada y que hay que afrontar un juego de equilibrios, pero es una gran contradicción. Hace falta que entendamos que los problemas de salud también tienen un coste económico y forman parte de la contabilidad.
Por otra parte, los problemas ambientales necesitan también una sacudida a la conciencia ciudadana.
La palabra importa
Antonio, parece que hace falta crear un estado de alarma global. para que acabemos de “tomarnos en serio” la emergencia climática. Por eso también se está apostando por un cambio en el lenguaje,..
Efectivamente, es necesaria la renovación del lenguaje, aunque tenemos que tener en cuenta el riesgo de que una alarma sostenida deje de serlo, porque insensibiliza a quien la escucha y pierde este factor, digamos, sorpresa.
En lo que se refiere a cambio climático, el término empieza a ser rutinario. Entra por un oído, sale por el otro. Por eso en La Vanguardia decidimos pasar a usar las expresiones crisis climática y emergencia climática, que reúnen la idea del problema que tenemos y la necesidad de actuar con urgencia.
En general, tenemos que estar permanentemente pendientes de las palabras que usamos y evitar lo que yo llamo palabras cadáver, que ya no nos sirven para entendernos. Un buen ejemplo es la palabra “sostenible”, que es una mala traducción del “sustainable” del inglés. Yo creo que sería más adecuado el término “sustentable”. Pretendía tener un concepto de prosperidad y en realidad seguimos hablando con una terminología, digamos, de economicista, antigua.
Y esto sucede, sobre todo, porque la publicidad tiende a apropiarse de nuestras ideas y a unificar todo bajo una pátina que lo que hace es envolver o ocultar. Y nuestro trabajo es desvelar y por lo tanto es fundamental estar muy atentos a cómo decimos las cosas.
Espero que esta charla sobre los efectos del cambio climático en España con Antonio Cerrillo te haya resultado tan interesante como a mí.
Si te ha dejado (como espero) con ganas de saber más sobre los efectos del cambio climático en España, corre a pedir su libro Emergencia Climática. Escenarios del calentamiento y sus efectos en España en tu librería de cabecera y, si recuerda que en este post comparto qué puedes hacer tú (ya) para ayudar a frenar el cambio climático.
¿Nos vemos por e-mail? Así podré avisarte de mis próximos artículos, charlas, eventos… ¡y vienen unos cuántos! Además, recibirás en tu buzón mi guía 30 consejos para reducir residuos en casa.
- La fotografía de la cabecera es Javier Díaz Barrera. La encontré en flickr acompañada de esta leyenda: «Hasta hace poco más de un mes, los restos de esta iglesia estaban completamente bajo el agua. Hoy, emergen para delatar la terrible sequía que estamos padeciendo. Son varios meses sin caer una gota de agua, y los embalses están por debajo del 10% crítico.»