Los efectos más perniciosos de una rápida reincorporación al trabajo son para el bebé

Por Covadongamora

Este artículo es de hace un tiempo, pero las aportaciones y reflexiones son interesantes, de forma que os lo remito:
La decisión de la titular francesa de Justicia, Rachida Dati, de renunciar a su baja maternal tras dar a luz a su hija, Zora, e incorporarse directamente a su puesto en el gabinete de Nicolas Sarkozy ha creado polémica. La imagen de la ministra de 43 años, vestida de negro, con el vientre ligeramente curvo y encaramada a sus tacones de aguja, cinco días después de haber sido sometida a una cesárea, se ha convertido en un símbolo.
Vía: Ideal

Algunos han calificado a esta madre sin pareja de 'superwoman' valiente y sacrificada, y después se ha empezado a cuestionar la propia existencia de la baja maternal (véanse los foros de Internet). Para otros, en cambio, Dati es una víctima del machismo en la política, y ella y su hija se resentirán en el futuro de estos primeros días de separación.

¿Quién tiene razón? Las especialistas consultadas por IDEAL coinciden en recordar que la baja por maternidad es «un derecho, no un deber», y por lo tanto renunciar a ella es «una opción personal» que debe ser respetada.

Sin embargo, todas aportan distintos matices a esa afirmación inicial. La ginecóloga Enriqueta Barranco explica que, desde el punto de vista físico, una mujer puede estar en condiciones de retomar una actividad casi normal una semana después del parto vaginal y dos semanas después de una cesárea. Siempre que no haya complicaciones, claro.
La cesárea es una intervención quirúrgica como cualquier otra. En los primeros días tras esta operación la cicatriz puede doler y hay ciertos esfuerzos que hay que evitar, ya que han de cicatrizar el útero, la pared abdominal y la piel. Las pérdidas de sangre (loquios) pueden durar seis semanas. Hay que tener especial cuidado en prevenir problemas circulatorios como trombosis o embolias. «Los riesgos no se pueden minimizar. Dependen del estado de salud de la madre», asegura Barranco. Si en el parto vaginal ha habido episiotomía (corte del periné), la mujer debe descansar hasta que el tejido cicatrice completamente.
Sin embargo, recuerda Barranco, también profesora de la Universidad de Granada, los efectos más perniciosos de una rápida reincorporación al trabajo no son para la madre, sino para el bebé. La doctora Barranco recuerda que en 1930 la Organización Internacional del Trabajo reguló por primera vez la protección de la maternidad y los países europeos fueron incorporando distintas medidas a sus legislaciones. En España se estableció un permiso pagado dos semanas antes del parto y seis semanas después que duró varias décadas. «El objetivo era proteger la salud de la madre, pero sobre todo la del recién nacido, porque estaba demostrado que los niños tenían menos riesgos cuando las madres los cuidaban las primeras semanas después del parto -explica la ginecóloga-. El bebé se beneficia del contacto físico y la lactancia materna».


Beneficios del amor
La pediatra Cristina Campoy confirma que el amor maternal es salud para el recién nacido. El calor, las caricias, el contacto íntimo, la voz y la forma de hablar de una madre son insustituibles. «La naturaleza es sabia, y los ojos del recién nacido están preparados para enfocar a 20 centímetros, la distancia a la que se encuentra la cara de su madre cuando le da de mamar. Por eso es la primera persona a la que reconoce», explica la profesora de la Universidad de Granada.


Campoy señala que los efectos beneficiosos del contacto con la madre están demostrados en el cuidado de los prematuros con el llamado 'método canguro'. Estos bebés cambian el medio «hostil» de la incubadora por el pecho de su madre -o su padre- durante un rato cada día. El resultado es que salen antes de la incubadora, tienen menos infecciones y crecen más rápido. Aparte de la inyección de salud que supone la lactancia natural, el afecto de la madre ayuda a desarrollar el sistema inmune del bebé.


«Es algo sutil», indica la pediatra. Los niños más queridos, agrega, son más dóciles y sociables y tienen menos problemas de sueño y alimentación. A la larga, alcanzan todo su potencial de desarrollo.


La especialista admite que es más difícil demostrar los efectos negativos de una separación temprana entre madre e hijo, pero ahí está el síndrome de deprivación afectiva, casos extremos en los que pequeños criados en ambientes sin amor sufren severos retrasos en su desarrollo psicomotor.


En conclusión, la doctora Campoy considera que renunciar a la baja maternal «no es recomendable». Si no hay más remedio, el bebé debería quedarse con alguien que le quiera, sea el padre, una abuela u otro familiar, mejor que con una persona contratada para ello.


La matrona Blanca Herrera destaca que cada vez más investigaciones ponen de relieve la importancia del vínculo afectivo que se establece entre el recién nacido y su madre en las primeras horas de vida. Por eso la asociación El Parto Es Nuestro, a la que pertenece, insiste tanto en que las madres exijan permanecer con sus hijos después del nacimiento (algo que pocos hospitales respetan). En esos primeros momentos y en medio de un baño de hormonas, destaca, se establece el apego madre-hijo y, muchas veces, se juega el éxito de la lactancia materna. «El entorno ideal del recién nacido es su madre, y en el momento en que lo apartas de ella tiene muchas carencias a nivel afectivo y de contacto físico», asegura.


Una conquista social
Antonia Martos, secretaria de la Mujer de Comisiones Obreras de Andalucía, recuerda que el permiso de maternidad es una conquista social fruto de muchos años de lucha. A su juicio, si el regreso de Dati al trabajo no ha sido el resultado de una decisión libre, sino de las presiones del presidente Sarkozy, estamos ante un caso evidente de discriminación.


El ejemplo de Dati nos recuerda que muchas mujeres «renuncian a disfrutar de su maternidad para asumir un papel en el espacio público». «Es triste -sentencia Martos-. Hombres y mujeres tenemos derecho a estar en ambos espacios, público y privado, y hay que apostar por la corresponsabilidad. Las mujeres no tenemos por qué renunciar a nada. La maternidad es algo muy bonito que debe ser compartido y no penalizado».


«Con el feminismo de la igualdad, a las mujeres se nos ha vendido que tenemos que desempeñar las mismas funciones y tareas que los hombres, pero en lugar de adaptar la vida laboral a la familia, lo que hacen las mujeres es adaptarse al trabajo», lamenta Blanca Herrera. «Hay mujeres que viven la maternidad como una ruptura emocional muy fuerte: quieren estar con su bebé, pero entonces tienen que renunciar a su vida profesional», señala la matrona, a quien no le gustó la imagen de la ministra saliendo del hospital para dirigirse a su trabajo: «Parece que tener un hijo es como hacerse una liposucción, y no es lo mismo».


Trabajos y trabajos
No obstante, matiza Antonia Martos, es verdad que la conciliación de una ministra no tiene nada que ver con la de la mayoría de las trabajadoras. Como ya ocurrió con la titular española de Defensa, Carme Chacón -que se tomó las seis semanas de baja obligatorias para la madre y cedió el resto a su marido-, Dati puede ver a su hija en su despacho porque tiene a su disposición un servicio que lleva y trae a la niña, la cuida mientras la madre está ausente y se hace cargo de las tareas domésticas.


La ginecóloga Enriqueta Barranco cree que la ministra está en su derecho de renunciar a la baja, pero «no se puede poner como modelo a imitar este tipo de comportamientos». Ni todos los trabajos requieren el mismo esfuerzo físico, ni todas las familias pueden contratar personal que las ayude. «En la vida cotidiana no te llevan el bebé al despacho. Al revés, te presionan para que le des biberones. Una vez que la madre se reincorpora a su trabajo, el bebé se vuelve invisible», asegura la ginecóloga.


Fuera de los despachos, algunas empresas obligan a sus trabajadoras a reducir su baja maternal y cuestionan las horas de lactancia. La matrona Blanca Herrera recuerda que muchas inmigrantes tienen que reincorporarse a su trabajo mal remunerado en el campo, en los plásticos o en la fábrica al día siguiente de dar a luz. «Si no trabajan, no comen», recuerda.