No se sabe a ciencia cierta cual pudo ser el origen del lenguaje. Las referencia a la comunicación que pueda existir entre otros seres vivos, animales más complejos o los primates, aunque reflejan una forma de comunicación, difícilmente se pueden interpretar como un fenómeno que contenga ideas, ni que de la comunicación se desarrollen esas ideas. El antropólogo Chris Knight presenta una teoría que entiende que el lenguaje, la religión y la cultura humanos emergieron en los humanos no simplemente por la evolución darwinista gradual, sino en medio de un proceso que culminaba en un cambio social revolucionario. Sus teorías continúan creando controversias pero la idea subyacente de que la cultura simbólica y el lenguaje como instrumento emergiera durante una transición crucial o "revolución", que ha sido descrita como la "revolución de los humanos", permanece vigente en muchos ámbitos científicos.
En cualquier caso, parece evidente que el desarrollo del lenguaje es el punto de apoyo que lanzó la especie (quizá aún no somos especie, sólo género, dice Eudald Carbonell) hacia un futuro que la extendió por todo el planeta con considerable ventaja sobre cualquier otra.
La capacidad de expresar conceptos e ideas de forma gráfica y con idea de permanencia y accesibilidad para los demás, que es lo que viene a ser la escritura, fue el primer instrumento para la difusión de las palabras, de las ideas y pensamientos con idea de permanencia. Se escribe para poder volver a leer, para que otros también puedan leerlo y entender lo que queremos decir. El origen de la escritura se puede precisar un poco mejor. Se dispone de evidencias datables y se puede seguir una evolución. Más o menos 5.000 años (bit: before present time) de los primeros grafismos en Mesopotamia o en Egipto. El objeto de los grafismos es como recordatorio (mnemónicos), para denominar sitios o hechos (pictograficos) o para expresar conceptos o ideas (ideogramas), hasta que la evolución alcanza un código uniforme con un número fino de signos o símbolos cuyas combinaciones corresponden a fonemas o, eventualmente, a palabras. Con la aparición de la escritura datamos la historia. Sin escritura el relato se pierde. Pero además, con la escritura podemos compartir las ideas a distancia. Fue necesaria la Piedra Rosetta, ya un par de siglos antes de nuestra era, para que se pudiesen traducir jeroglíficos, demótico egipcio y griego. Y más o menos para entonces el abecedario latino nos proporcionó un código común para todas las lenguas occidentales.
Poner las palabras por escrito nos ha ayudado a fijarlas. Pero luego la fonética nos las ha ido cambiando. Y también la escritura ha modificado el lenguaje hablado, sobretodo cuando palabras escritas en otro idioma se han incorporado a la lengua hablada.
Conseguir soportes flexibles y fácilmente almacenables produjo papiros y pergaminos, hasta que los chinos inventaron el papel.
De la escritura están las inscripciones, las cartas y legajos y los libros.
Reproducir libros a mano era una tarea ardua y prolija. Cara en tiempo y esfuerzo. Cuando el herrero Gutemberg (con la ayuda de un préstamo de un judío español) ideó una técnica para reproducir letras untando de tinta unas letras de molde y presionándolas sobre un papel (de la presión viene prensa), la imprenta introdujo la posibilidad de editar libros y con ello hacer llegar el conocimiento a múltiples lectores. Llevamos ya 500 años de imprenta que abrió la literatura, la ciencia y el conocimiento en general a todos el mundo.
La Internet es el último gran salto. Ahora la información se puede trasmitir a la velocidad de la luz y el acceso es ya universal. Y apenas hace 50 años.
Pero palabra, escritura, imprenta e Internet no se han desarrollado sin una tremenda oposición. Los que se consideraban depositarios, amos del conocimiento, dueños y señores del poder que da la información, se opusieron denodadamente a que esos instrumentos de comunicación estuviesen al alcance de todos y no reservados a unos pocos. Impusieron el silencio, destruyeron jeroglificos e inscripciones, quemaron bibliotecas, condenaron los libros a la hoguera y, ahora, pretenden controlar la Internet por todos los medios. Y como siempre, el argumento es que el medio contiene la semilla del mal. Los clérigos, intermediarios del poder, suelen ser los agentes de la limitación a la libertad condenando la información, El motivo obvio es que con la difusión del conocimiento se esfuma el poder y el control que se puede ejercer al ser los únicos poseedores del conocimiento.
Los ataques a las Tecnologías de la Información y Comunicación provienen especialmente de quienes detentan poderes espúreos: los gobiernos totalitarios, los clérigos fanáticos y sus seguidores y las ramificaciones de los poderes ocultos, de los plutócratas y otros malvados. Cualquiera puede señalarlos con el dedo sin equivocarse.
Defender las TIC, preservar su libertad, fomentar su uso y difusión es ahora una tarea revolucionaria porque choca con los poderes establecidos. Y hay que esmerarse porque la progresión de 50.000, 5.000, 500 o 50 años puede anunciar que el próximo salto igual se produce dentro de 5, de cinco, años.
Xavier Allué