Muchas especies de anfibios pueden detectar sustancias químicas en el agua que informan sobre la presencia de depredadores, como sanguijuelas o larvas de libélula, y adelantar o retrasar el nacimiento para evitarlos (Ireland et al., 2007, Touchon et al, 2006). Asimismo, los polluelos de las aves pueden reconocer las llamadas de alarma de sus padres, o de otros miembros de su colonia, cuando un depredador se acerca al nido y retrasar el momento de la eclosión, e incluso pueden modificar su comportamiento después del nacimiento, haciéndose más recelosos y respondiendo más rápido ante la presencia de un peligro.
Lo que se desconocía hasta ahora es que los pollos que aún se encuentran dentro del huevo no solo son capaces de recibir esa información desde el exterior, sino que pueden transferirla a sus hermanos no nacidos para avisarles de la presencia del peligro.
En un estudio recientemente publicado en Nature Ecology & Evolution, José Carlos Noguera y Alberto Velando, del Grupo de Ecología Animal de la Universidad de Vigo, comprobaron que los embriones de las gaviotas patiamarillas (Larus michahellis) se comunican con sus hermanos haciendo vibrar el huevo en el que estaban encerrados (Noguera & Velando, 2019). De esta forma, cuando estos embriones se exponían a las llamadas de alarma producidas por los adultos ante la presencia de un depredador, se movían dentro del cascarón lo que hacía que el huevo vibrase y al estar en contacto con los huevos vecinos, la señal se transmitía de unos a otros.
Para demostrar esta hipótesis, los investigadores marcaron todos los huevos en 90 nidos en la colonia de la Illa de Sálvora, a medida que fueron puestos. En el día 21 de incubación, cuando los embriones empiezan a ser capaces de percibir señales acústicas, el segundo huevo de cada puesta fue recogido y transferido a unos incubadores y mantenido en ellos hasta el día de la eclosión. Durante ese tiempo, los huevos se colocaron en grupos de 3 que estaban en contacto unos con otros, simulando una puesta en condiciones naturales y a dos de ellos fueron manipulados, exponiéndolos a una grabación del sonido de alarma de los adultos cuatro veces al día hasta la eclosión. El tercer huevo permaneció en el incubador, aislado de sus dos "hermanos" y sin recibir ese tipo de estímulos. Después de cada exposición sonora, los dos huevos manipulados se devolvieron al incubador, quedando en contacto con el huevo no manipulado. La manipulación sonora se repitió cuatro veces al día y se establecieron puestas de control en las que los huevos fueron manipulados físicamente pero no sometidos a la grabación.