Un enemigo no es cualquier cosa sino algo más: un signo de importancia. Te das cuenta de que existes cuando empiezas a tener enemigos. Hasta ese momento no eres nadie. Apenas un mindundi. A los amigos te unen proyectos, amores, corrientes de pensamiento, lágrimas, páginas en el recuerdo. A los enemigos, en cambio, sólo te une el odio. Por el odio se llega a la contraposición y por la contraposición, al enfrentamiento. [...]
Los amigos pasan, pero los enemigos permanecen. En cierto modo, los enemigos nos definen más que los amigos. Habría que alterar el refrán y decir: "Por sus enemigos los conoceréis." Hay que ser fino hasta para elegir a los enemigos. También ahí se demuestra la calidad personal e intelectual de la gente, la elegancia, la autoridad.
Carmen Rigalt, "Enemigos para siempre", en Todas somos princesas (Ed. La Esfera de los Libros, Madrid, 2004).