Pero a lo que íbamos: por fin ha dado comienzo la vista oral de la "pieza política" del caso de los ERE, una macrocausa por la que se investiga si el procedimiento de ayudas empleado por la Junta de Andalucía durante más de una década –las famosas transferencias de financiación- para socorrer a empresas en crisis y trabajadores en paro, era ilícito y, por ende, delictivo. Eso es, exactamente, lo que sostienen la Fiscalía y la jueza de instrucción, quienes consideran que el Gobierno andaluz diseñó un procedimiento a sabiendas de su ilicitud para subvencionar, mediante la partida 31L del Presupuesto andaluz, unas ayudas de forma opaca que no requerían el control de la Intervención General. Ese fondo era el que manejaba arbitrariamente el exdirector general de Empleo, Javier Guerrero ("fondo de reptiles, lo denominaba), para conceder tales ayudas a trabajadores y empresas en crisis, y del que desvió recursos para favorecer a "intrusos" -personas, empresas y amigos que no reunían los requisitos exigidos para recibirlas-, cometiendo irregularidades graves en forma de prevaricación, malversación y otros delitos, por algunos de los cuales ya ha sido condenado. Ahora, en esta pieza aparte de la causa, se debe resolver si los políticos de la cúpula de la Junta de Andalucía, los 22 exaltos cargos del Gobierno autonómico que se sientan en el banquillo, estuvieron compinchados (asociación ilícita) para, con conocimiento de su ilegalidad, elaborar unos proyectos de ley presupuestarios que incluían, según la acusación, la "delictiva" partida 31L, aprobada cada año por el Parlamento andaluz.
En concreto, se cifra, según la Fiscalía Anticorrupción, en 741 millones de euros el dinero que fue a parar, no sólo a socorrer a trabajadores afectados por los expedientes de regulación de empleo y empresas en crisis, sino a comisionistas, intermediarios, sindicalistas, agencias colaboradoras y falsos trabajadores, gracias a una trama organizada desde la Consejería de Empleo, que actuaba, sorprendentemente, sin ningún control y de manera arbitraria, es decir, corrupta. Tal dispendio se nutría de las transferencias de financiación, un instrumento de ejecución presupuestaria que esquiva los controles previos de la Intervención General de la Junta, cuyo uso es perfectamente lícito para equilibrar las cuentas de empresas públicas y otros organismos. Un procedimiento que de forma puntual también ha utilizado el Gobierno de la Nación para conceder 325 ayudas sociolaborales a trabajadores del ERE de la Faja Pirítica de Huelva, subvencionadas por el Ministerio de Trabajo. Además, se trata de un instrumento bastante común en los presupuestos de otras comunidades autónomas, como Galicia, Castilla-La Mancha, La Rioja, Madrid, Cataluña o Baleares, por ejemplo.
Queda por ver si, después de cerca de dos lustros poniendo en duda la honorabilidad de las personas y la confianza en las instituciones, una eventual sentencia absolutoria podría reparar el inmenso daño ocasionado a unos y otros, máxime si todavía la inquina y las sospechas impregnan las manifestaciones de quienes están obligados a la imparcialidad y la prudencia en todo momento, tengan o no "vela en este entierro". En cualquier caso, queda mucho juicio por delante y mucha expectación, puesto que la vista oral de la pieza "política" del caso de los ERE enjuicia, también, una época y una forma de hacer política. Ahí es nada.