El problema de que en los primeros años de la crisis nadie explicara e identificara a los culpables nacionales, es que ha provocado que el Gobierno, el PSOE y la izquierda en general hayan perdido la batalla de la comunicación desde el inicio de las dificultades, que nacen antes de estallar la burbuja inmobiliaria y de crédito española.
La batalla de la comunicación se ha perdido no por carencia de medios, sino por incapacidad política. El problema fundamental en la izquierda ha sido su poca permeabilidad social, su organización interna anquilosada y el adormecimiento de sus gentes, lo cual ha dejado el discurso a merced de la derecha durante estos años.
El error monumental de mantener silencio sobre la famosa herencia del PP, no solo por no desactivar sus efectos perversos, ha dejado al Gobierno y al PSOE durante mucho tiempo a merced de los comunicadores de derechas, tanto mediáticos como políticos. Solo ahora, en estas semanas comienza a escucharse algunas respuestas del gobierno, Zapatero, Rubalcaba y V. Gómez, referidas a las burbujas y a la insolencia de los banqueros en seguir demonizando a los demás sin mirar sus enormes fallos de análisis de riesgos, que no asumen.
Como he explicado en otras ocasiones, todavía en esta campaña electoral del 22-M, altos cargos del PSOE seguían hablando de la malévola crisis financiera internacional y nada de la herencia concreta española. Como dicen numerosas encuestas desde hace 2 años, la percepción mayoritaria de la militancia socialista es que la crisis es internacional, sin mencionar las particularidades españolas y la percepción de la derecha es que la culpa es la vertiente nacional de la crisis, que reducen a Zapatero y la izquierda. (V. Pérez-Díaz es uno de los expertos que más ha trabajado estas encuestas, de las que yo cité una de 2009)
Conociendo los medios de que se dispone hay que actuar, pero en este caso se produjo la parálisis, no por la falta de medios, sino por falta de contenido, faltó discurso político en muchos partidos, fundamentalmente porque se minimizó la importancia del desastre español o ni siquiera se entendió, llevándolo todo al terreno internacional y a las explicaciones globales, al cliché. Ninguna fuerza política sembró de explicaciones la red, que es gratuita, los comités y bases de militantes, las agrupaciones y los ayuntamientos, las ruedas de prensa de CCAA y del Gobierno, nadie utilizaba las entrevistas, a los periodistas afines, los círculos universitarios, las asociaciones relacionadas, etc. etc.
El mensaje era necesario, no solo para hablar de responsables individuales, eran necesarias aclaraciones, pedagogía, que dieran forma a un discurso diferente del que escuchamos por los medios de difusión, por ejemplo sobre el mercado, porque todos defienden el mercado pero piden explicaciones al Estado. Qué mercado es este en el que la responsabilidad de los errores bancarios los pagamos el resto, pero no habíamos quedado en que los premios se los llevaban por su mayor riesgo y atrevimiento, pues igual los castigos, porque si detrás de sus juegos malabares queda el Estado como garante de último recurso ante sus pérdidas, esto volverá a repetirse más pronto que tarde.
El problema de la comunicación perdida no está en que la izquierda no tuviera medios para poder llegar a la ciudadanía, sino en que no elaboró el mensaje, este ha sido el error fundamental. Nadie reparó una vez ganadas las elecciones del 2004 en analizar y criticar aquellas políticas que se pusieron en marcha desde finales de los noventa por los gobiernos de Aznar y se continuaron hasta que reventamos. Y así tenemos que aguantarles hasta su desparpajo en acusar al PSOE.