Por MARIANELA VERGARA
Con lo que le donan y lo que tiene, Miriam prepara el almuerzo para 70 nenes en el comedor y merendero Nueva Luz, en el corazón de barrio Nuevo, en Roca.
Pero casi nunca alcanza y hay que hacer malabares para que todos puedan tener su plato de comida caliente o su merienda.
El último suspiro de la garrafa tenía que alcanzar para terminar de cocinar el guiso. Los nenes ya llenaban las sillas que rodeaban las tres mesas y los más grandes acarreaban algunas más para que todos puedan sentarse. Hermanos, primos y vecinos del barrio, conocidos por compartir cada mediodía el almuerzo.
"Chicos, la comida está muy caliente, ahí se las vamos a llevar", les anunciaba Miriam Muñoz (33), la impulsora del merendero Nueva Luz en el corazón de barrio Nuevo. Miriam les hablaba desde la cocina para calmar sus expectativas.
"Hoy se nos hizo tarde, ya son 12:20. Estamos cortando clavos porque no nos queda casi nada de gas y se tiene que terminar de cocinar. Desde que estamos en este salón podemos servirles la comida en platos en lugar de darles en táper, pero no tenemos gas. Es más complicado, y se suma ese gasto", explicaba Miriam mientras con una pizzera grande tapaba la boca de la gran olla.
Antes, Miriam les servía la vianda en un táper y ellos se la llevaban a sus casas. Ahora, en el salón que les prestaron hay sillas y mesas y se pueden sentar a comer.
La multiplicaciónEl vapor terminaba la cocción de los trozos de cuatro pollos, pedazos de media bolsa de papa, tres zapallos, cuatro kilos de cebolla picada, siete paquetes de fideos y diez cubitos de caldo.
El esmero se multiplicaba en ella, convencida de que probablemente iba a ser la única comida del día para muchos de los 70 niños de entre uno y 16 años que estaban allí.
"De miércoles a viernes se les sirve el almuerzo, de lunes a sábado la merienda. Porque con el tiempo nos dimos cuenta de que muchos de ellos dependen de la leche que le podamos dar", comentaba Miriam sin abandonar su laboriosa tarea.
La pila de platos iba bajando a la par de la comida en la olla. Una vuelta y pedían más. "A veces cuando llegan los últimos ya no queda, les damos fideos y alguna verdura para que les preparen en la casa", agregó la mujer que desde las 9 trabajaba sin pausa, y que hace malabares para sacar ricos platos con las donaciones de la gente y otro tanto que saca de su bolsillo.
"Soy mamá y como pasé necesidades como ellos se sabe lo que es. A mis hijos no les falta nada, pero estos nenes están muy desprotegidos", afirmó Miriam.
"Acá tenemos nenes con desnutrición. Uno de ellos, con 4 años, pesa 9 kilos. Muchos viven en casas de cantonera y pasan frío. Lo bueno es que ahora están todos escolarizados", añadió.
En el merendero hay reglas y las cumplen. "El gracias y el por favor va desplazando a las malas palabras. Acá no pueden decirlas", enfatizó Miriam y refirió a los problemas de adicciones y abusos que existen en las familias de los nenes.