El país está desquiciado ante los escándalos y abusos que padece, casi todos protagonizados por una clase política que no merece ni gobernar, ni vivir en paz. Pero lo mas grave es que los expertos aseguran y las estadísticas demuestran que la corrupción que sale a la luz apenas representa el 10 por ciento de la que realmente existe, lo que significa que el 90 por ciento de los robos, abusos, saqueos, arbitrariedades y violaciones de los derechos humanos permanecen ocultos. Si eso es así, España, que ya es una inmensa letrina, a juzgar por que vemos, debe ser en realidad todo un océano de porquería.
El poder ha aprendido a esconder sus inmundicias y con el valioso apoyo de las propias mentiras oficiales y de los medios de comunicación, muchos de los cuales se han alejado del deber democrático a decir siempre la verdad, confunde a los ciudadanos, les miente y les esconde dramas y abusos que harían enrojecer de vergüenza a Jack el Destripador o al Conde Drácula.
El ex presidente del gobierno de España, José María Aznar, acaba de advertir sobre el fracaso profundo de las instituciones y del sistema político español ante uno de los escándalos y violaciones de la legalidad que esconden mas maldad e indecencia: el nacionalismo secesionista. Tras advertir que «el nacionalismo pide lo imposible: el desguace de la nación y del Estado», ha afirmado que «Debemos actuar como españoles tranquilamente orgullosos de serlo, porque la nación que defendemos nada tiene que ver con el proyecto nacionalista de involución».
El nacionalismo está pidiendo el desguace de España, pero el gobierno parece mantenerse al margen de ese desafío, que viola y agrede la Constitución y la esencia de lo que es una nación. Ante ese comportamiento, mitad cobarde y mitad sucio, Aznar recuerda a Rajoy que no hay moderación ni valor alguno al aceptar la ilegalidad.
Algunos dirán que Aznar no es, precisamente, un modelo y que no tiene la limpieza necesaria para ser creíble porque durante su mandato se cometieron abusos y canalladas que contribuyeron al hundimiento de España, como la intervención y politización de la Justicia, un poder del Estado vital para la democracia que si hubiera funcionado con eficacia y decencia habría cortado de raíz los abusos y corrupciones insoportables de la clase política española. Sin embargo, aunque no sea creíble, sus palabras tienen el valor de la verdad, sobre todo cuando exige el liderazgo de unas instituciones del Estado que en España están bajo sospecha y en algunos casos pringadas por la corrupción, el abuso de poder, la mentira y la ausencia de valores.
Es posible que nunca lleguemos a conocer ese 90 por ciento de vergüenza y miseria que se esconde todavía bajo las alfombras del poder, incluyendo robos masivos de dinero público que harían ridículo escándalos como los de los EREs socialistas andaluces o el caso Bárcenas, como también es mas que probable que muchos de los que hoy parecen limpios y respetables sean auténticos delincuentes, pero el ciudadano debe ser consciente de que lo que ve es sólo la punto de iceberg y que la verdadera España que nos han construido nuestros políticos es diez veces mas asquerosa y sucia que la que ya hiede y asusta a la gente decente.