Algunas están orgullosas de poder prescindir de un compañero, porque esa es su opción, otras permanecen resignadas a no encontrar al "hombre ideal" (aclaro que esa búsqueda es como embarcarse en la del Santo Grial, fracaso seguro), y las hay que desesperan esperando, en secreto. Hablo de mujeres con formación, independientes económicamente, socialmente activas, jóvenes, coquetas (muy lejos de las solteronas de antaño), y sin pareja estable o conocida. Supongo que como en todo, la diferencia está en cómo vivir tu estado sentimental: si la soledad es elegida se lleva bien y hasta se disfruta, pero cuando se trata de la impuesta por sucesivos batacazos o desengaños con el sexo opuesto, puede convertirse en un calvario que se sufre íntimamente.
Solas, sí, pero no sexualmente inactivas. Me comenta una compañera de trabajo, single por decisión, que ir de cama en cama llega a provocar un hartazgo tal que todos los hombres te parecen iguales. Y los ginecólogos alertan sobre la incidencia creciente del Virus del Papiloma Humano (VPH), realmente alarmante entre las mujeres con hábitos sexuales promiscuos. Resulta que en muchos casos ellos son los portadores silenciosos del bicho, mientras que en nosotras, las féminas, puede acabar desencadendo cáncer de cuello de útero. Injusto reparto.
Solas tampoco es sinónimo de mujeres que renuncian a la maternidad. En España ha aumentado el número de procesos de adopción iniciados por mujeres en solitario y de féminas que deciden inseminarse de un donante anónimo. Y ya no causan rechazo o extrañeza. Se respeta su opción y hasta se aplaude.
Algo está cambiando, como apuntaba Chelo, en su anterior post. A una single en la treintena ya no se le pasa el arroz ni se queda para vestir santos. Conozco mujeres que se sienten solas en otros escenarios muy diferentes, en compañía de sus parejas. Solas junto al padre de sus hijos. Y no debe haber soledad más terribe y lacerante que esta última.