Más de mil millones de euros han recibido los sindicatos desde 2.008, cantidad desproporcionada en el contexto de una grave crisis que mantiene en el paro a cinco millones de españoles. Con tanto dinero, se podrían haber creado empleos, alimentado familias que pasan hambre y solucionado algunos problemas que llegan a ser dramáticos. Es lícito el derecho de asociación de los trabajadores, es lógico y necesario que existan sindicatos, pero lo que no resulta imprescindible es que se paguen con dinero extraído al erario público. La administración dispondrá de medios económicos para escuelas, hospitales, carreteras, pero no necesariamente para financiar las cenas de estos dirigentes en el Zalacaín. El modelo alemán en el que los sindicatos se autofinancian, es el espejo en el que debemos vernos reflejados en esta nueva legislatura, especialmente si tenemos en cuenta que el porcentaje de afiliación sindical es sustancialmente superior en el resto de Europa que en esta vieja España. Si uno fuese verdaderamente mal pensado, creería que la generosidad presidencial con estos señores era una forma de pagar su silencio o su connivencia en medidas sociales impopulares, que tomadas por otro partido hubiesen conducido a una repulsa por parte del socialismo y una sonora movilización por los sindicatos. Durante el gobierno de Aznar, comulgaron con reformas laborales intolerables y salieron a la huelga general por asuntos mucho más nimios, algo que resulta difícilmente explicable. Los misterios de estas organizaciones sindicales tienen solución sencilla: Billetes del Banco Central Europeo, y eso es malo para los intereses de sus afiliados. Una independencia económica es imprescindible para que disfruten del bien más preciado e imprescindible: La libertad.