Los "fácil- difícil"

Por Mila Ciudad Interiorista @ellagardecoracion
Hace un tiempo, concretamente cuando tenía diez años, asistí a un homenaje que daban a una persona ilustre de mi ciudad, Jaime Olmedo, filólogo, escritor, profesor y director del diccionario biográfico español, y del que tengo el honor que sea una de las varias personalidades que recomiendan la lectura de mi blog. En su discurso hubo muchas cosas que me llamaron la atención, pero especialmente esta reflexión que le dijo en su día un profesor respecto a los tipos de personas se me quedó grabada.

Existen cuatro tipos de personas.

  • Los difícil-fácil, es decir, que aprenden con dificultad y olvidan fácilmente.
  • Los difícil-difícil, los que les cuesta aprender pero luego tardan en olvidarlo.
  • Los fácil-fácil, los que aprenden y olvidan fácilmente. 
  • Los fácil-difícil, los que aprenden fácil y olvidan difícil.
¿Por qué en las empresas, en las escuelas o en la política no triunfan los fácil-difícil? ¿Quién es la mano negra "difícil-fácil" que mece la cuna? ¿Es que no interesan?  ¡Qué fácil es dejar a un incompetente para que no haga sombra¡. El principio de Peter sigue sin aplicarse y es un error.  A mi entender, una sociedad que esconde a su excelencia o a su talento además de menospreciarle y casi exiliarle está condenada a la vulgaridad y mediocridad y nunca logrará salir de un círculo de personas sin nada diferente o extraordinario que ofrecer. Porque no se castiga a la mediocridad al igual que a la excelencia, seria lo justo ¿no?  ¿Si tu pudieras elegir con quién te quedarías?, con una persona que le presta a la vida lo mínimo y ésta le devuelve lo mínimo, o con una persona que lo apuesta todo y encima de recompensarla se benefician los demás. Una anécdota:

Ilustración: Alberto Vázquez

Corría el siglo XVIII, el carruaje del rey de Francia recorría la Costa Azul cuando un campesino lo avistó, este pensó que el Rey, al verle con esa facha de hambriento y desaliñado, se pararía y le daría una limosna; y efectivamente, el rey le vio y ordenó que detuvieran el convoy. Pero, cuando el mediocre campesino fue a saludar al rey, éste último le pidió una limosna, nuestro amigo no tuvo elección y dió la limosna al rey; la moneda más pequeña e insignificante que pudo encontrar en su bolsillo, seguidamente, el rey se retiró. Unas horas más tarde, al volver a casa, miró en su pantalón, en el sitio que guardaba la moneda, y vió que se había convertido en una moneda de oro, pero la más pequeña y que menos valor facial tenía. ¿Qué hemos aprendido? Dos cosas. Que los mediocres, creen que tienen derecho a que los demás les demos algo simplemente por ser así, es más, creen que es nuestra obligación es darle esa limosna.   Y por último, que si a la vida le das lo mínimo, ésta hará lo propio contigo. Si el campesino le hubiera dado al rey más monedas se hubiera encontrado en su pantalón con más oro.

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