Revista Cultura y Ocio

Los favoritos de Estela - Artículos - Los favoritos

Por Eltiramilla

El gusto lector se empieza a formar desde la infancia, por tanto, esos libros que adoramos de niños influenciarán de alguna manera aquellas historias que buscaremos durante la adolescencia y la edad adulta. Así ha sido en mi caso, porque desde pequeña siempre me han gustado las historias costumbristas repletas de personajes humanos, cercanos y entrañables; aunque también he disfrutado con aquellas puramente fantásticas y con breves toques de misterio; y si además todo ello se mezclaba con el realismo, mejor que mejor. De esta manera, en mis Favoritos me centraré en el período que va desde los 8 hasta los 17 años.

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Los dos primeros libros que me vienen a la memoria no podían ser más distintos: se trata de Manolito Gafotas, de Elvira Lindo, y Los hijos del vidriero, de Maria Gripe. El primero cuenta las desventuras de un niño de Carabanchel Alto que vive con sus padres, su buen abuelo Nicolás y su hermano pequeño, el Imbécil. Las vivencias de Manolito se me hicieron terriblemente cercanas al ser un escaparate y una sátira de la sociedad española de una época concreta. Por su parte, la segunda obrita que he mencionado narra el rapto de Klas y Klara por el señor de la Ciudad de Todos los Deseos a petición de su esposa. Maria Gripe afirmó que tardó sólo dos semanas en escribir esta novela; se sumergió en ella tanto como yo aquella vez que llegué tarde a la escuela y me dejaron en la biblioteca. De hecho, tanto me gustó que durante tres días seguidos me levanté tarde tan sólo para poder seguir leyéndola.

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Nuestro siguiente destino combina fantasía y costumbrismo de una manera deliciosa, además de aderezarlo con unos personajes igual de entrañables que los anteriores. Esta vez hablo de Konrad o el niño que salió de una lata de conservas, de Christine Nöstlinger. Ya el título nos anuncia la extravagancia que campa a sus anchas durante toda la obra. En esta crítica que hace la autora a las expectativas que la sociedad tiene hacia los niños, Christine nos cuenta cómo la excéntrica señora Bartolotti recibe una enorme lata de la que sale Konrad, un niño perfecto que en verdad iba dirigido a otra familia. Cuando ésta lo reclama, Konrad debe aprender a hacer travesuras o, lo que es lo mismo, comportarse como un niño normal y corriente.

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Más tarde, llegados los 11 y 12 años, di un giro repentino hacia la fantasía pura y dura con Harry Potter, de J. K. Rowling, y La historia interminable, de Michael Ende. En el caso de Harry Potter estamos ante todo un fenómeno de masas que poca gente no ha leído. La clave del éxito reside en su gran elenco de personajes y el peculiar mundo que la escritora ha creado de manera tan convincente que a veces te lleva a pensar que, por qué no, a lo mejor la magia existe tras nuestras espaldas. Por otro lado, La historia interminable, que nos traslada junto a Sebastian a Fantasía, un mundo que está siendo devorado por la Nada, cambió mi forma de apreciar todo el proceso creativo que conlleva hilar una historia.

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Desde los 12 hasta los 17 años sustituiría en gran parte la literatura por otros medios que me aportarían otras experiencias igual de maravillosas y que también influirían en mis gustos: me refiero a los cómics y todo lo que tuviera que ver con la animación. Esas historias que me acompañaron a lo largo de toda la adolescencia solían tratar de colegialas japonesas que se enamoraban en sus primeros días de instituto o que eran transportadas a universos distintos o, mi favorito, las aventuras de jóvenes huérfanas entre el siglo XIX y principios del XX. Fue también gracias a dos obras de este género que descubrí que me gustaban el surrealismo y el simbolismo, quién lo diría. Aun así, cabe destacar de este último período Mor una vida, es trenca un amor, de Joan Pla, que narra el trágico romance de dos adolescentes valencianos durante la época franquista. El libro nos encantó a todas las chicas de aquella clase de 4º de E.S.O., y yo amé en especial el simbolismo que envolvía al baladre en esta obra. Justo un año más tarde comenzaría mi vuelta a la literatura redescubriendo las novelas juveniles de mis autores de la infancia.


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