Estamos ante un dilema ético, que admite varias lecturas.Por una parte, hay que valorar el riesgo de dañar a los grupos más vulnerables. Pero también hay que tener en cuenta que con la imposición de sanciones elevadas a los fumadores con el pretexto de proporcionar incentivos para el bienestar no se resuelve el problema. Pienso que los empresarios deberían considerar enfoques más constructivos que castigar a los fumadores. Es un tema de salud laboral, que no está resuelto.
En cualquier caso, aquí en España se ha avanzado bastante. Atrás han quedado los tiempos en los que acudías a un restaurante a comer, y antes de que se sirviera el primer plazo ya había fumadores que empezaban a encender sus cigarrillos con toda impunidad, sin pedir permiso a nadie, como si tal cosa.