Los fusilamientos del 2.0

Publicado el 04 marzo 2011 por Historiadea
Hace ahora algo más de doscientos años, en la madrugada del 3 de mayo de 1.808, un Goya horripilado pero muy consciente del valor testimonial que tendría su pintura en la posterior Historia de España, tomaba apuntes del natural junto a una pila de cadáveres en la madrileña Montaña de Príncipe Pío.
Amparado por un benéfico plenilunio, el maño de Fuendetodos plasmó en una resma de hojas el cruento ajusticiamiento de los patriotas españoles a manos de la soldadesca francesa, que en aquel entonces andaba campando a sus anchas por las calles de Madrid después de que Napoleón engatusase con ínfulas imperiales a un Carlos IV falto de testosterona nacional y a un Godoy más preocupado en tirarse a María Luisa de Parma _¡menudo estómago, pardiez!_ que en averiguar las verdaderas intenciones del emperador. O sea, entrar en nuestro país como Atila para, con la excusa de repartirse el botín de Portugal con las autoridades españolas _es un decir_, anexionar España a su imperio y colocar a José Bonaparte _Oh, la lá!_, al frente de ambos reinos.
La cuestión es que el devenir histórico hizo que el cagamandurrias de Godoy tuviera que salir por patas de España después del Motín de Aranjuez, que el lila de Carlos IV pusiera la corona española en manos de Napoleón y que aquí, una vez descubiertas por el vulgo las aviesas intenciones imperiales y a la voz de '¡Muerte a los franceses!', se liase la marimorena a resultas de una revolución popular sin precedentes que ha pasado a nuestra historia ibérica como la Guerra de la Independencia.
Tanto y tan grande se lió que, como decía al inicio de este post, en la madrugada del 3 de mayo de 1.808, hasta Francisco de Goya _que por entonces estaba ya hasta las gónadas de hacer retratos de corte, majas en pelota y duques con pedigrí_, tomó pinceles en el asunto y se aventuró, con su criado Isidro, a encaramarse en la Montaña de Príncipe Pío para dejarnos in aternam la postal ineludible de esos patriotas descamisados siendo reducidos a balazos por los franceses en medio de la noche.
Doscientos años después, por esta España en la que los asuntos imperialistas ya no se resuelven a golpe de chaira, tiroy bayoneta, vuelven a campar a sus anchas con la aquiescencia regente las multinacionales, los grandes emporios y las súper corporaciones digitales que, como ando comprobando perpleja en los últimos días por asuntos puramente profesionales, no dudan en clausurar sin previo aviso _ni disparo_ perfiles sociales, blogs, foros y comunidades desafectas al régimen católico, apostólico, romano y bienpensante. Ese que Rouco Varela y demás Sarumanes del capitalismo galopante y la decencia de pro ven peligrar por cuanto el pueblo, harto de que le metan los piés en el plato, anda revuelto y con ganas de liarla más que parda a fuerza de organizar su particular revolución popular.
Esta vez, con la gran salvedad de que el escenario de las hostias _o sea, las castizas calles españolas en las que hace dos siglos españoles y franceses se daban sus respectivas bendiciones_, ha sido sustituido por las autopistas de la información, por la Red de redes, por algo inaprensible llamado Internet que, sin embargo, ha sido elevado por el Pentágono al rango de territorio con la misma validez e importancia estratégica que el triunvirato tierra, mar y aire.
Preveo, por tanto _en viendo lo visto y constatando, día tras día, la silenciosa y efectista censura digital de la que son objeto quienes no comulgan los domingos ni se visten por los piés_, que aquí está a punto de liarse una muy gorda, que unos y otros andan muy hartos de que les toquen el bit, la libertady el orto, que bajo la aparente calma que nos otorga la democracia y el sistema de derechos fundamentales duerme un Saturno voraz y despiadado que no ha hecho más que despertarse, que Goya lo sabía y que, si hoy estuviera entre nosotros, lo del 3 de mayo sería un cromo comparado con el gran mural donde pintaría, con óleos de vergüenza ajena y mucho claroscuro imperialista, los fusilamientos del 2.0.