Revista Religión

Los G.A.M.(Grupos de Apoyo Misionero). EL MAYOR BIEN AL MAYOR NÚMERO

Por Joseantoniobenito

Los G.A.M.(Grupos de Apoyo Misionero). EL MAYOR BIEN AL MAYOR NÚMERO

Los G.A.M.: Grupos de Apoyo Misionero

(Publicado en J.A. Benito Listos para la misión Ediciones Encuentro, Madrid, 1997 pp.30-37)

 

¿Quién ha dicho que los universitarios pasan de todo, que rehúyen el compromiso, que se desentienden de los problemas vitales de la sociedad? El Siervo de Dios P.Tomás Morales, S.J. en sintonía con Juan Pablo II no aceptaba derrotismos pesimistas. Su última encíclica sobre las misiones ha sido un viento fresco para la esperanza. «Nuestra época ofrece nuevas ocasiones a la Iglesia [...] Dios abre a la Iglesia horizontes de una humanidad más preparada para la siembra evangélica» (Redemptoris Missio n. 3) y al hablar de las nuevas formas de cooperación misionera, nos dirá que «son encomiables las visitas a las misiones, sobre todo por parte de los jóvenes, que van para prestar un servicio y tener una experiencia fuerte de la vida cristiana» (n. 82). Este es el objetivo de los G.A.M. (Grupos de Apoyo Misionero).

Con la presencia de núcleos estables de Cruzados y Cruzadas de Santa María en Perú, por iniciativa del P. Morales y de sus directores generales respectivos, surgió la posibilidad de dedicar las vacaciones para apoyar esta labor. El lema «haz de tu vida una misión» dio la vuelta por toda la geografía española y comenzaron a partir los primeros equipos misioneros al norte de Perú, en concreto a la diócesis de Chachapoyas, La Jalca y Chiclayo; luego a Arequipa, para colaborar con CIRCA en los Pueblos Jóvenes y en San José de Tiabaya; posteriormente a Rusia, Rumanía, Mozambique, la India, México...

No se trata de una aventura de jóvenes veinteañeros que encuentran en los GAM una agencia turística para sus vacaciones estivales. Los equipos se han ido formando a lo largo del curso académico, en la brega diaria de su trabajo —normalmente universitario—, que han simultaneado con actividades de voluntariado y misionales. Se trata de hacerse un bien a sí mismos haciéndoselo a los demás como deseaba en Granada san Juan de Dios. Es encauzar el torrente de generosidad que sigue presente en todo joven que busca amar y ser amado, y quiere ser útil a este mundo que gime de dolor por todos los rincones. Con su gesto han avalado la fuerza de las palabras del Papa: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!» (RM n. 2).

En España hay dos campañas solidarias, misioneras, de las que los GAM han sido protagonistas y con las que colaboran habitualmente: la del DOMUND, netamente misionera, y la de MANOS UNIDAS, solidaria cien por cien. ¿Dónde comienza la evangelización y termina el desarrollo? ¿Hay que dar de comer o hablar de Dios? Son discusiones bizantinas. El católico debe apostar por el desarrollo de toda la persona, por tanto debe cubrir los dos aspectos, el material y el espiritual, sin caer en reduccionismos horizontalistas ni en escapismos angelistas. Juan Pablo II hilvana armónicamente evangelización y desarrollo: «La Iglesia tiene hoy algo que decir —como lo tenía hace veinte años y lo tendrá en el futuro— sobre la naturaleza, las condiciones, las exigencias y los fines del auténtico desarrollo, y también sobre los obstáculos que lo dificultan. Al obrar así, la Iglesia cumple su misión de evangelizar» (Sollicitudo rei socialis n. 41). En este sentido, la solidaridad, no es sólo el valor humano de «la determinación firme y perseverante de trabajar por el bien común [...] porque todos somos responsables de todos» (ib. n. 38) es la «virtud cristiana de gratuidad total, del perdón y de la reconciliación [...] (por la que) el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental respecto a los demás, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, redimido por la sangre de Cristo y objeto de la atención del Espíritu Santo» (ib. n. 40). El P. Morales captó perfectamente la intrínseca relación existente entre evangelización y formación humana, entre el cambio de estructuras y la renovación de cada persona, apostando su vida por la formación integral de las denominadas por J. Maritain «minorías proféticas de choque».

Para cumplir este cometido, a lo largo del curso, los GAM se preparan mediante actividades netamente formativas como Ejercicios Espirituales, cursos de voluntariado y misionología, oración, estudio de la Doctrina Social de la Iglesia [...] ; campañas como los festivales misioneros, recogida de medicinas, libros, ropa; organización de rifas, sensibilización a través de carteles y los medios de comunicación; acción voluntaria y comprometida, misiones juveniles, apostolado [...] ; encuentros misioneros, convivencias, en los que se comunican experiencias, proyectos [...] y se aglutinan esfuerzos para lograr «el mayor bien al mayor número». No se trata de inventar nada nuevo, pues muchas de estas actividades se vienen practicando desde los tiempos de El Hogar del Empleado y, más todavía, con el surgimiento del movimiento eclesial Milicia de Santa María. Pero sí de vivir con sensibilidad nueva los «signos de los tiempos» entre los que debemos contar el fenómeno universal del voluntariado, la lucha por los derechos humanos, la conciencia de universalidad y participación total y que Juan Pablo II ha galvanizado tan magistralmente con la convocatoria de la Nueva Evangelización. Todo ello, motivado además en España con la celebración del V Centenario de la Evangelización de América, encontró y sigue encontrando ánimos bien dispuestos para acometer esta atractiva empresa.

La tarea de los GAM, por tanto, es ilimitada, no sabe de fronteras, salvo de los propios miembros o las de mantener un alto estilo de vida y la fidelidad al Magisterio de la Iglesia. No tiene límites geográficos: no tiene por qué circunscribirse a países económicamente pobres; si no se ha acudido, por ejemplo, a países de la vieja Europa que sufren —en frase certera del Cardenal Ratzinger— «del cansancio de la fe», es por falta de «obreros». Ni fronteras de edad, a pesar de ser jóvenes siempre están abiertos hasta los de la tercera edad; ni límite de formación o compromiso. Cada uno da lo mejor que puede.

Su objetivo es apoyar los grupos estables de misión y abrir brecha donde podamos. La fe católica genera una creatividad inmarcesible que en nada debe mendigar métodos proselitistas de otros credos y menos sentir la tentación de «apagar fuegos». Por ello, su labor pretende ser eminentemente positiva y quiere sembrar la fe a manos llenas. Pocos son dos meses, pero sirven de empujón, de animación, de refuerzo. Veamos algunos aspectos:

— Formación cultural. En todos los lugares se han dado clases de cultura general, cursillos, conferencias... Se han organizado Semanas culturales orientadas a los clubs de madres, círculos católicos, asociaciones juveniles, instituciones; en unas ocasiones éramos los únicos oradores, en otras se hacían al alimón, procurando animar la fe incidiendo en los temas atacados por las sectas, la formación de los hijos, la problemática de la juventud, la responsabilidad personal y corporativa de los seglares en la construcción del Reino de Dios, la civilización del Amor, dando a nuestra profesión una dimensión misionera. Nos hemos servido de los medios a nuestro alcance como murales y tablones de anuncio que veía todo el pueblo, emisora de radio, prensa y especialmente la visita personal domiciliaria. Muy importante ha sido la charla personal con los agentes pastorales o laicos cualificados deseosos de formación y de llevarlo a los demás. De capital importancia son los encuentros con grupos universitarios (cultura, deporte, voluntariado, fe) existentes en nuestros lugares de misión.

— Catequesis. Se acude esporádicamente a aldeas próximas convocando a los fieles a la iglesia para catequesis, celebración de la Palabra y, cuando había sacerdote, celebrar la Santa Misa. Cuando se orientaba hacia algún sacramento, el aprovechamiento era mucho mayor. Sin embargo, no se descartaban las oportunidades como la charla por la calle, el reparto de una octavilla, la difusión de rosarios, la entrega de folletos o la convocatoria audaz para rezar con la consiguiente motivación catequética en un día especial.

— Dinamismo y creatividad. Con la idea muy clara de que son sólo medios, los equipos se han servido de material didáctico, medicinas, alimentos, que llevan desde España. En ocasiones, se han convertido en distribuidores de su propia caridad, repartiendo alimentos que ellos mismos nos regalaban. A tal efecto, en algunos pueblos preguntan al agente pastoral por las familias más necesitadas y las atienden.

Desde su profesión conectan con sus realidades más cercanas. El equipo de Candarave, por ejemplo, compuesto por dos Ingenieros Técnicos Agrícolas han orientado parte de su tarea a potenciar la actividad agrícola ganadera del pueblo en su mayoría campesino; charlas, visitas, trabajos en el campo, han tendido puentes de amistad con ingenieros del lugar y les han abierto una veta misionera con sus prójimos más inmediatos. Se ha incidido bastante en esta realidad laical, santificarse sin salirse de su profesión. La plataforma ideal para ganarse la voluntad de un pueblo y llevarlo a la Iglesia es conquistar a la infancia y la juventud. Las clases, juegos, concursos, excursiones, catequesis, les acercan de tal manera que insensiblemente se han metido en sus casas, y ellos se han acercado a la Casa de Dios, la Iglesia. Esta tarea ha merecido cartas de agradecimiento por parte de Ayuntamientos, centros de Salud, colegios y, sobre todo, de los padres y agentes pastorales. Algunas de las actividades de carácter social y promocional que nos han ayudado más a acercarnos han sido: Campeonato de futbito interpueblos, gimkanas, concursos de redacción y dibujo, visitas a enfermos, clases de guitarra, las clases diarias, dotación de medicinas, velada hispanoperuana a beneficio de un barrio sin luz ni agua, y compuesto en su mayoría por protestantes, jornadas o excursiones camperas con jóvenes, programa de radio, el vernos hacer las tareas domésticas (comida, limpieza...), limpiar las escuelas y la parroquia, ayudar a organizar bibliotecas, restauración de iglesias...

— El asedio de las sectas. Sin infravalorar su efecto, los GAM han constado que la presencia de una secta o grupo no católico es índice de una ausencia. Al igual que el trigo cuando crece sofoca la cizaña, cuando se trabaja sistemáticamente las sectas caen en picado. Sorprende que en lugares de lo más inhóspito haya células no católicas. Detrás de todo está un activista diligente que visita, convoca, ayuda a tiempo y a destiempo. Hay una conciencia generalizada de que la Iglesia Católica es la verdadera, pero es tal la demanda espiritual que, si carecen de atención, fácilmente se pasan a las sectas.

— Sacramentos. En Arequipa, un equipo misionero organizó conjuntamente con CIRCA campañas de bautizos y matrimonios masivos en tres de los más alejados pueblos: Nueva Alborada, Alto Alianza y Paisajista. Durante una semana se pasaba por las casas, se invitaba a los actos y se daba la catequesis en algún lugar céntrico preparando el sacramento. Además, la visita por las casas permitía entrar en contacto con la problemática concreta de estos lugares: atención médica, problemas jurídicos, ideas confusas por las sectas, supersticiones... Al mismo tiempo, el equipo se beneficia de las cualidades de este pueblo: intensa devoción a la Virgen, a la cruz, la hospitalidad, el agradecimiento...

— Reavivar el fuego misionero. Tanto en los colaboradores desde España de los que los miembros del GAM se sienten representantes como en los que han vivido la experiencia, les urge la misión y la vivencia del apóstol Pablo: «¡Ay de mí, si no evangelizare!» (1 Cor 9, 16). Lo mismo les ha sucedido a los destinatarios de la misión: «Nos gustaría hacer acá lo que ustedes han venido a hacer desde allá», les comentó un empleado de la Banca. «Queremos ser misioneros, ayudarles y luego continuar esta labor» —continuó.

— Dios nos envía. Es fundamental ser consciente de esta realidad. No vamos por pura ocurrencia o por aventura. La razón profunda estriba en la elección divina. El P. Morales lo sabía muy bien. Cuando comenzábamos a organizar un grupo en Valladolid, le presenté a varios participantes en el GAM y enseguida empastó con ellos (un profesor de Económicas, un alumno de 3º de Derecho y profesor de artes marciales, otro de 4º de Derecho y un ingeniero técnico agrícola; les preguntó:

— ¿Cómo habéis sido vosotros los elegidos entre tantos miles de jóvenes?

Le responden que por un cartel, una invitación...

— ¿No os parece que está Cristo detrás de todo que ha tocado vuestro corazón entre tantos miles de universitarios? Confiad en Él, Jesús no es un capitán araña, si os ha llamado os dará las fuerzas para seguir hasta el final.

El P. Morales siguió con atención el aporte misionero de los G.A.M., propiciándolo en todo momento, especialmente entre los matrimonios. A este respecto le impresionó el testimonio de un joven matrimonio salmantino, vinculado a los PP. Dominicos, que dedicó varios años a la misión en la selva peruana; allí mismo le nacieron sus hijos. Fue un modelo al que se refirió  en varias ocasiones.


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