El título de este artículo es un verso de la letra de la canción de Mecano (¡qué tiempos aquellos!) “Eungenio Salvador Dalí“ y también decía “en tu cabeza se comprime la belleza como si fuese una olla exprés”, y siempre imaginé al escucharla el conflicto y la locura en la cabeza genial del artista de Cadaqués y su impresionante legado.
El alcance de la obra de Dalí es universal, tuvo la habilidad y el márketing necesario para que su obra fuera conocida y deseada. Murió en 1989 y sin embargo podemos asegurar que en los siglos que nos sucedan se seguirá admirando su arte.
Otros genios no corren la misma suerte, mueren y caen en el olvido al poco tiempo, puede ocurrir que alguien, mucho después, los rescate, los ponga en escena, reivindique su mensaje y recupere algo de su creación…
Los genios no deberían morir y mucho menos ser olvidados, pero si eso ocurre no cabe duda que impulsaron con su energía la máquina secreta que tiene la evolución y el conocimiento, que ahora hacen funcionar otras mentes brillantes, sin pedir ningún reconocimiento por ello.
Entre 1996 y el 2000 fui Director Artístico de LT8, yo era un treintañero con ganas de reflejar en los medios algo más que las noticias de los diarios y las quejas de los vecinos. Continuando con las ideas de David Feldman, el que fuera creador del legendario ciclo ”Los Mejores”, organicé en ese tiempo la búsqueda de “El hombre y la mujer del año”, con la consigna que sean personas anónimas. Cada año era muy estimulante saber cuánta gente desconocida hacía cosas admirables, la mayoría relacionada con la solidaridad, en 1998 una gran cantidad de cartas (en esa época no había mails) proponían a una persona que definían como un sabio: Salvador Costa Parga.
Salvador Costa Parga recibiendo de mi parte el reconocimiento “El Hombre del año” en 1998, en LT8 Radio Rosario.
“¿Scabuzzo? ¡Excavador!, sus ancestros eran mineros, vivían en la montaña”, me dijo cuando lo conocí.
Salvador amaba la etimología y podía descifrar los apellidos más complicados gracias a que dominaba casi 30 idiomas y hasta había escrito un libro sobre ellos. También fue autor de un diccionario que todos supimos tener en casa: el Códex, siempre contaba que nunca percibió un peso por esa extraordinaria y difícil obra que se reimprimió durante décadas. Fue el primer diccionario 100% argentino.
Todo esto que escribo nace de una fotografía que encontré traspapelada en donde estoy entregándole el diploma de “Hombre del año” en el estudio mayor de LT8, allí está Salvador, con esa barba y ese look de viejo sabio, un ser encantador .
Seguramente fueron sus alumnos los que movilizaron al envío de decenas de cartas proponiendo su nombre y gracias a eso la ciudad tuvo la oportunidad de conocerlo y saber de él. Pero lo que pasa en los medios audiovisuales es apenas un instante y pronto el nombre de Salvador Costa Parga volvió a ser desconocido para todos. Salvador murió en la pobreza en 2009.
Uno de sus ex discípulos, Alberto Seoane, lo recuerda en un post publicado en 2012 y no puedo más que copiar parte de este completo texto que habla de este humilde gigante, incluyo las fotografías publicadas:
Muchos lectores se preguntarán quién fue Costa Parga. Fue un antropólogo, especializado en Lingüística. Nació en el barrio de Caballito, Buenos Aires, el 7 de octubre de 1921. Por línea paterna descendía de genoveses y por línea materna de gallegos oriundos de la provincia de Lugo.
Desde niño tenía facilidad para los idiomas y comenzó a leer a los 4 años. Su formación universitaria se realizó en la Facultad de Filosofía y Letras de la ciudad de La Plata, donde fue docente en Letras, especializándose en Lingüística. Allí conoció a don Amado Alonso (1896-1952), el lingüista que fue discípulo de Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos de Madrid.
Hablaba perfectamente el español, latín, griego, alemán, inglés, francés, italiano, gallego, portugués, eslovaco y ruso. También comprendía el quechua, guaraní, aimara, mapuche, toba, náhuatl, hebreo, rumano, catalán, vasco, bable, provenzal, lituano, sardo, árabe, y sánscrito.
El primer diccionario argentino
El Diccionario Enciclopédico Códex de 1956, obra por la que Costa Parga no percibió ni un centavo.Entre los años 1951 y 1956, Costa Parga dio charlas de divulgación científica por Radio Universidad de la Plata, en su propio programa titulado: A Través de las Palabras, donde divulgaba algunos de los temas que lo apasionaban, como la astronomía, antropología y ciencias naturales.
En 1956 creó y redactó el primer diccionario enciclopédico editado en la Argentina, el Diccionario Enciclopédico Códex. El libro contiene 500 mil vocablos de los cinco idiomas más difundidos (alemán, inglés, francés, italiano, portugués) con sus equivalentes en castellano y viceversa. Los editores fueron personas sin ningún tipo de solvencia moral que no lo tuvieron en cuenta a la hora de los créditos intelectuales, nunca le pagaron por su trabajo ni le dieron un porcentaje de los réditos económicos por esta obra que se distribuyó en toda la Argentina y se hicieron varias ediciones. A fines de 1956 vino provisoriamente a Rosario donde vivía su hermana Deolinda Luisa, y desde la Capital Federal, en el año 1969, comenzó a colaborar con el grupo de Antropología, de la antes llamada Facultad de Filosofía y Letras, hoy Facultad de Humanidades y Artes de Rosario. En 1970, junto con el gran antropólogo Dick Edgar Ibarra Grasso (1917-2000),permaneció un año en Bolivia dando clases de Lingüística en la Universidad de Cochabamba. Regresó un año después a Buenos Aires donde se desempeñó como traductor e intérprete de documentos en 5 idiomas para el Banco Central de la República Argentina. Comentaba que le tomaron examen cinco personas, cada una especializada en un solo idioma. Paradójicamente, su sueldo era ¡el de un ordenanza!
Se establece en Rosario
Salvador Costa Parga explicando una
etimología, el 28 de enero de 2002.
Foto tomada por Mariano Notario
y Alberto Seoane.En 1971, se radicó definitivamente en Rosario y se inició en la tarea docente en lo que era la Facultad de filosofía y Letras, bajo la dirección de Ricardo Orta Nadal, en cuya cátedra de Antropología se desempeñó junto a Dick E. Ibarra Grasso y Germán Fernández Guizzetti (1930-1986).
Integró un equipo enviado por la UNR, que realizó un trabajo de campo, básicamente limitado a investigar en el léxico practicado por las comunidades qom o tobas que habitan en la selva chaqueña.
Un año después del inicio del gobierno militar, los militares hicieron desaparecer su cátedra de Formación de investigadores, y lo envían a donde estaban los fósiles y vasijas con la finalidad de anotar y clasificar ciertos libros que había allí, con el cargo de “empleado no-docente” hasta 1983.
Algunos de sus descubrimientos
Distribución de las lenguas tupí en
violeta y tupí-guaraníes en rosa.Paralelamente continuó investigando en los ratos libres sobre antropología y Lingüística y sus trabajos monográficos se encuentran en el archivo del CIDOC (Centro de Investigación y Documentación Científica de la Universidad de Rosario).
Entre sus descubrimientos se encuentra el origen del idioma tupí-guaraní. En 33 páginas el profesor Costa Parga demuestra las coincidencias con lenguas habladas en el sudeste de Asia, concretamente, hay similitudes entre el vocabulario de lenguas habladas en Filipinas e Indonesia con el tupí-guaraní hablado en gran parte de Sudamérica.
También encontró una relación del quechua y aimará con la familia ugrofinesa (húngaro, finlandés, samoyedo, lapón, estonio), encontrando 120 palabras idénticas, además de muchas características gramaticales comunes. En 1989 se jubiló y se dedicó a dar clases particulares en su domicilio hasta casi su fallecimiento en 2009. Sus investigaciones incluyen innumerables monografías en su mayor parte inéditas.
En el año 2005 publicó su obra de doscientas páginas: “Nuestros nombres y apellidos”, en una edición artesanal que contó con la colaboración de uno de sus alumnos. Contiene la explicación del origen y significado de más de 3.850 nombres, también de algunos de los apellidos más comunes en el idioma español. Algunas reflexiones de su parte también se encuentran en esta obra que ninguna editorial le quiso publicar. No obstante, el profesor fotocopiaba el original que le costaba 18 pesos en el 2006 y vendía cada copia a 15 pesos, perdiendo tres pesos con cada ejemplar y ni así conseguía que alguien se los comprara. Su pasión eran los idiomas, varias veces me dijo con sus vivaces ojos celestes que “él no dominaba a los idiomas, sino que los idiomas lo dominaban a él”.
El Profesor Costa Parga en su casa con
tres de sus alumnos, Carlos Rovira,
Alberto Seoane y Omar Re.Una vida estoica dedicada a las palabras
Costa Parga vivía con una jubilación mínima y cuando ya no pudo pagar más el alquiler en una pensión, se mudó a la casa de la calle 3 de Febrero casi Alsina, en el barrio de Echesortu, en la ciudad de Rosario, vivienda gentilmente cedida por la tía de un alumno, con la condición de que abone los impuestos. Allí pasó austeramente casi sus últimos veinte años, solo, practicando su sistema lacto-ovo-vegetariano, acompañado de más de 800 libros y de un radiograbador donde escuchaba música clásica, temática donde también era un experto.
El “Profe” como le decíamos sus alumnos particulares, siempre anheló una universidad capacitada y sin contaminación política; también quiso que se hiciera un doctorado en Lenguas y siempre aspiraba a la excelencia, no a la mediocridad. Solía repetirnos a los alumnos que “cada día él trata de ser menos ignorante”. Costa Parga era capaz de desentrañar los secretos que esconden las palabras, pero una personalidad tan singular y brillante, que sabía tanto y dominaba tantos idiomas, era molesta para sus colegas en la Facultad, quiénes, con suerte, lograban chapurrear algo en un par de lenguas más allá del castellano. Lo cierto es que el antropólogo, lingüista y docente Salvador Costa Parga tras su jubilación, vivió el resto de sus años injustamente olvidado por sus pares de la UNR y de la UNLP, condenado al ostracismo por las autoridades municipales, y provinciales, se fue para siempre este gran sabio sin poder dar al mundo todo sus conocimientos.
Sólo 12 personas que lo conocimos, estuvimos presentes en el entierro, en el último rincón del Cementerio de La Piedad, casi junto a la pared por donde pasa la autopista. El domingo 28 de junio de 2009 nos dejó un gran hombre a los 87 años de edad. La lección que este notable sabio y maestro nos deja en este milenio que estamos comenzando, es que es preciso no perder la pasión por la última verdad y el anhelo por su búsqueda, junto con la audacia de descubrir otros caminos que enriquecen y amplían nuestra comprensión y nuestra vida.
(Este último texto fue publicado en el Blog Contacto con la Creación)
Algunos videos publicados que recuerdan al genio de Salvador Costa Parga, el primero es una entrevista realizada por el colega Raúl “Bigote” Acosta y el otro es el excelente documental “A través de las palabras”