De acuerdo con el citado informe, los científicos se han basado en un estudio realizado a 53 cuerpos (22 inhumados como gladiadores) datados entre los siglos II y III antes de Cristo.
Al parecer, estos restos fueron descubiertos en el año 1993 en un cementerio de la antigua ciudad romana de Éfeso (Turquía), con el fin de conocer las costumbres de los ciudadanos de la zona estudiada.
En concreto, el estudio sencillamente pretendía esclarecer “la dieta, la estratificación social y los movimientos migratorios de los ciudadanos de Éfeso y de los distintos grupos de gladiadores”.
De esta forma, realizando un estudio espectroscópico, los investigadores determinaron el nivel de colágeno de sus huesos, así como la proporción de estroncio y calcio en el mineral óseo, y acabaron concluyendo con que los gladiadores, presos o esclavos tenían una dieta vegetariana.
Según los científicos expertos, los huesos de los guerreros tenían un alto nivel de estroncio, superior al del resto de los ciudadanos de Éfeso, una ciudad que tuvo en torno a 200.000 habitantes en el pasado.
El estudio ha servido también para determinar una costumbre muy común entre los gladiadores, consistente en beber, después de sus combates, un tónico de cenizas de plantas, ricas en estroncio, para recuperarse de sus lesiones óseas.
Fabian Kanz, director del estudio, ha corroborado que dicha cenizas eran entonces “consumidas para fortificar el cuerpo tras el ejercicio físico y para que los huesos sanaran mejor”.
Kanz apunta también a que este estudio corrobora el apodo con el que algunas fuentes históricas recuerdan a los gladiadores, “hordearii”, “comedores de centeno”, por su costumbre habitual de consumir verduras muy asiduamente.