Steven Spielberg es conocido en todo el mundo del cine como el Rey Midas, y merecido lo tiene alguien que ha contribuido a marcar las futuras pautas de la industria fílmica y ha erigido un imperio a base de constantes taquillazos. Y es que se ha bañado en piscinas de gloria con títulos como La lista de Schindler, Tiburón, Parque Jurásico o E.T. el extraterrestre. Ello no quita una cara más oculta y siniestra que encierra a un creador empalagoso, carca y de eterna moraleja políticamente (en lo más amplio de la palabra) correcta. Con todo, nadie es perfecto, que diría el tándem Billy Wilder/ I. A. L. Diamond, y si analizamos que cuando se habla de cine de aventuras en lo estrictamente puro del término automáticamente se piensa en ejemplos como Indiana Jones, Hook o Los Goonies, los mayores detractores tienen la obligación de participar en el reconocimiento a la tarea artesana y a la vez colosal de este cineasta.
Cuando me refiero a esta película apelo directamente y por motivos que van más allá de lo cinematográfico a mi memoria emocional, y es por ello que tuve hace no mucho la deliciosa oportunidad de disfrutarla de nuevo en pantalla grande en un pase con motivo de la celebración de su 25º aniversario. Comprobé que la trepidante acción y la química entre el estupendo reparto siguen vigentes, y que la cinta sigue siendo hoy en día igual de divertida y no solo apta para aquellos que en su día fueron niños que asistieron emocionados al evento, sino que todavía es una muy digna obra intergeneracional.
Pero la clave del éxito reside en ser conscientes de que esta es una historia de otra época, hija de la inocencia de soñar con besar a la más guapa de clase, de salir a jugar a la calle con los amigos o de largas tardes veraniegas de cubo de Rubik y televisión en la casa del pueblo. Una época aquella, distinta a esta, con sus cosas mejores y también otras peores, en la que un niño podía meterse en una sala de cine y vivir una de las experiencias de su vida entre gángsteres y piratas.
Por este preciso razonamiento de por qué hay cosas que no encajan ser contadas de otra forma y por el respeto y cariño que desde estas líneas se le profesa a los añorados Goonies, nos echamos las manos a la ya canosa cabeza cuando nos enteramos de que se va a rodar una segunda parte ambientada en la actualidad con el socorrido recurso de los hijos de los protagonistas originales. Y los responsables de la profanación de este espíritu de una época ya pasada y que nunca volverá, ahí el agravante del asunto, son los propios creadores de la primera; encabezando la lista de sospechosos además de Mr. Hyde Spielberg el propio Richard Donner, que más allá de Los Goonies tiene en su currículum emblemas como Lady Halcón, Superman o La profecía. ¿Ni siquiera los últimos románticos han sobrevivido a la crueldad de pasar de moda respetando su grandeza? ¿O se trata de dinero? No sabría decir cual de las dos opciones me causa más tristeza y estupor…
Dirección: Richard Donner. Género: Aventuras, comedia juvenil. Año: 1985. País: USA. Duración: 111 min. Intérpretes: Sean Astin, Corey Feldman, Josh Brolin, Martha Plimpton, Joe Pantoliano, Kerri Green, Jeff Cohen, Jonathan Ke Quan, Anne Ramsey, John Matuszak, Robert Davi, Lupe Ontiveros, Steve Antón. Guión: Chris Columbus; basado en una historia de Steven Spielberg. Música: Dave Grusin. Fotografía: Nick Malean.