Hay que ser socialista entusiasta y fidelísimo para creer que en Carme Chacón se encarna el líder-lideresa que necesitan su partido y España.
Cualquier otro ve en ella a una señora de 40 años, ambiciosa, pero de palabras vacuas lanzadas con un tono de voz tan crecientemente agudo que hiere los oídos.
Centrada en Sevilla para ganarle a Pérez Rubalcaba el congreso del PSOE que se celebrará este fin de semana, acaba de protagonizar un mitin con mayoría de mujeres enardecidas por el posible liderazgo de una de ellas.
Sus promesas de justicia, prosperidad, igualdad, esfuerzo, ilusión, esperanza, sentimientos y demás retahíla de grandes palabras vacías sólo se aceptan si se dicen convincentemente, sin agredir los oídos.
Quien recuerda a José María Aznar dando mítines con cara de enfadado y agudizando cada vez más su voz sabe que para muchas personas se convertía en alguien detestable, incluso cuando presentaba proyectos reales, nada utópicos ni tópicos.
Aznar no pasó por un logopeda, como hizo Jorge VI retratado en la película “El discurso del Rey”. El recuerdo de sus gritos queda, mientras que Mariano Rajoy seguramente fue al otorrinolaringólogo para operarse el frenillo de la lengua que lo hacía algo alelado.
El problema de Chacón en los mítines no viene de su voz de mujer, sino de que cuando se enardece tiende a subirla y subirla hasta terminar en chillido histérico.
Simultáneamente pone cara de pena llorona, porque sus cejas, al contrario que las circunflejas zapateriles, recuerdan las de un perro pachón (Cascos las de un fiero dogo).
Es difícil imaginar a Carme en mítines por toda España sin que al final la gente no salga más irritada que cuando empezó, pero crispada con ella, con esos chillidos que su marido, fabricante de productos político-comerciales, no ha sabido corregir.
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SALAS