La nítida visión en tres dimensiones, a todo color, y de alta definición que hoy disfrutamos, no ha surgido de la nada. Especies muy anteriores a la nuestra fueron desarrollando gradualmente los órganos sensoriales, y la vista ha ido evolucionando con nuestra estirpe, siendo compañera y amiga durante innumerables generaciones de seres vivos. Nuestros ancestros primates, que eran seres arborícolas, ya tenían una vista muy desarrollada que les permitía moverse con facilidad por las ramas de los árboles, ya que sus ojos se habían colocado en la parte frontal del rostro, como los nuestros, dotándolos de una magnífica visión en tres dimensiones, muy útil para calcular distancias. Una vez desaparecidos los grandes dinosaurios que dominaban la tierra y tenían a los pequeños mamíferos de la época confinados a las tinieblas de la noche mesozoica, nuestros antecesores se aprovecharon rápidamente del vacío dejado por los ancianos reptiles y conquistaron el día. Había llegado el amanecer de una nueva era, la era de los mamíferos.
En este viaje a través de las edades geológicas que se suceden en el tiempo, nuestro comportamiento y nuestro cuerpo unidos por una fuerte relación, han danzado en la jungla de las oportunidades, cómplices y amantes como una pareja de bailarines enamorados, al compás de la Selección Natural…
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