"Los hechizados", de Héctor Levy-Daniel

Publicado el 26 octubre 2013 por Barcoborracho
de http://www.espectaculosdeaca.com.ar/?p=7828

“¿Pero qué sucedía en el castillo, coloso milenario  que al caer la noche levantaba en medio de las  aguas su temible escalonamiento de piedra, masa  enorme de muros solitarios y orgullosos, ruinas de  un esplendor pasado y vestigios de fastos caducos,  entre los cuales la pasión, el miedo y la locura dirigían  el baile?” Gombrowicz, LOS HECHIZADOS
La última obra de Héctor Levy-Daniel -basada en “Lástima que sea una puta”, de John Ford-,  es un comentario apasionado sobre la potencialidad disruptiva del deseo, sobre su fuerza destructiva.
Dos hermanos,  Juan y Ada, mantienen una oculta relación incestuosa durante años, hasta que las lluvias destruyen los campos donde se asienta el caserón pampeano donde viven y el padre de ambos, Franco, se ve en la obligación de buscar una salida a la inminente bancarrota. Ada, que creció rechazando pretendientes, es obligada a aceptar en matrimonio a Toranzo, rico terrateniente de la zona.
Sobre dos ejes pivota el planteamiento de la trama.
Por un lado, la total ausencia de culpa –aunque sí hay cierto temor a dañar al padre moralmente y vagos e inconsistentes remordimientos ocasionales- con que Ada y Juan llevan su relación. No hay ella espacio para la reflexión sobre las reglas que rompieron, o sobre el futuro. Este tipo de coyunturas metafísicas fueron ya superadas: solo queda el presente, lo episódico, cuyos impedimentos se muestran débiles, desdibujados, por el deseo que todo lo subvierte y lo revierte, lo reescribe, egoísta, implacable. Ni la mentira familiar, ni la quiebra y el matrimonio con Toranzo, consiguen aplacar los escarceos de la pareja. Bien al contrario –la obra lo señala en varias escenas-, cada encuentro es más intenso que el anterior, en un in crescendo cuyo desenlace no puede sino ser trágico. Si el amor se sostiene en ideales, parece decirnos la obra, el deseo es más fuerte porque se asienta en el cuerpo.
Por otro lado tenemos el tratamiento del género melodramático, que en la argentina escogió su paisaje en La Pampa, o más precisamente en el interior de las casas pampeanas (recordemos “El inglés de los güesos”, de Carlos Hugo Christensen, como ejemplo). El carácter doméstico del melodrama se señala aquí al excluir referencias directas al exterior: los vastos espacios pampeanos, su intemperie, se yerguen como una bóveda claustrofóbica sobre los amantes, cuyo único refugio son los vericuetos del hogar. Juan exploró los espacios exteriores durante una temporada, se recibió de médico, pero no fue capaz de encontrar una cura al deseo. Ada, por su parte, se negó todo el tiempo, rechazando otros amores, a abandonar la humedad interior del hogar, donde la presencia de su hermano fue creciendo hasta ocupar todos los rincones. En el melodrama siempre hay transgresión, enseñan los manuales. Y un castigo final que devuelve el orden al mundo. Esto se cumple en la obra de una manera que roza lo humorístico, cargando cada escena con un tinte irónico: los diálogos afloran obsesivos, los estereotipos son incorruptibles (Toranzo como el mal y el vengador, el capataz Cipriano como el justiciero; es decir, típicos personajes de todo melodrama). En el trabajo actoral, con énfasis sublime en la prestancia, en el gesto y la mirada, el símbolo de lo que cada personaje representa es extremado. En este sentido, más que una historia de personajes, “Los hechizados” de Levy-Daniel son las encarnaciones de una ontología: la de la incorruptibilidad del deseo, su esencia pura, que no se inmuta ante los tabúes sociales. En lo actoral, los trabajos de Maia Francia y Enrique Papatino literalmente brillan.
El final, aunque se sostiene en un fuerte dramatismo, es de relevancia menor, una aceptación genérica. No consigue, para nada, hacer olvidar al espectador la pasión incestuosa, el deseo soberano.
Teatro NoAvestruz | Humboldt 1855 | CABA
Localidades: $70 | Estudiantes y jubilados: $50
Reservas: reservas@noavestruz.com.ar o al 4777.6956
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