El 21 de septiembre de 1551 el príncipe don Felipe firma la Real Cédula de fundación de la Universidad de México y, llegado el llamado siglo de las luces y las ciencias (XVIII), Carlos III, convencido de la conveniencia de tecnificar, con base científica, la explotación de las minas en las Indias, decide enviar técnicos alemanes que juzguen los sistemas empleados así como establecer Colegios. Estamos a casi trescientos años del Descubrimiento.
No por casualidad el Rey se fija en México. Las Ordenanzas de 1783 prevén la fundación del Colegio de Nueva España, que había de financiar el Real Tribunal de Minería, y que, con el nombre de Real Seminario de Minería, empezó a funcionar en 1792. No obstante, desde 1786 ya tuvo Director nombrado por Cédula Real: fue don Fausto de Elhúyar y Zubice, quien, en estrechísima colaboración con su hermano don Juan José, y después de una trabajosa, larga y seria formación en distintos centros de Europa, acaba de descubrir en 1783, el wolframio.
Don Juan José de Elhúyar muere en su destino americano en 1796; don Fausto permaneció en Nueva España hasta 1821 en que regresó a la metrópoli en donde nostálgico -todavía figuraba como director de Minería de México- publica su "Memoria sobre el influjo de la Minería en la Agricultura, Industria, Población y Civilización de la Nueva España en sus diferentes épocas" (1825).
A los nombre de los hermanos Elhúyar hay que agregar otro, el de don Andrés Manuel de Rio, no menos ilustre, con el que en este mismo campo del conocimiento siguió España contribuyendo al desarrollo minero-metalúrgico de México: De Rio, era un madrileño, graduado en Alcalá, alumno después de la Real Academia de Minas de Almadén, que completó su formación en Freiberfi (con Werner, como los Elhúyar), en Scgemnitz, y en París. Llamado por don Fausto de Elhúyar, llegaba a México en 1794 para desempeñar la Cátedra de Mineralogía del Real Seminario, donde destacó su pulcra figura de maestro copetente y generoso, e investigador riguroso. Precisamente, analizando una mena de plomo pardo procedente de Zimaplán (Estado de Hidalgo-México), obtuvo en 1801 el óxido desconocido de una nueva substancia metálica a la que primero llamaría pancromo y más tarde eritronio, pero que, curiosamente, ha pasado a la tabla de los elementos químicos con el nobre de vanadio. Con todas sus peripecias nominales el metal descubierto por Del Rio en México resultó ser "el primer elemento químico descubierto en los laboratorios de América, más de un siglo antes de que en los EEUU de Norteamérica o en Canadá se descubriera el segundo (el niobio o columbio" (Bargalló).
Felipe Calvo, humanista palentino.
Ensayos y escritos en "Curiosón".