Retrato de Gottfried Scharff, Leopold Stein y Gerhard Thomas,
dedicado por el autor, Ludwig Emil Grimm, a sus dos hermanos
No hay como los viajes para ilustrarse y darse cuenta de lo poco que uno sabe. Siempre que se tengan los ojos bien abiertos, por supuesto. Toda la vida suponiendo que los famosos hermanos Grimm (Jakob y Wilhelm, por más señas) lo único que habían hecho digno de mención era recopilar y editar su popularísima colección de cuentos, prestando con ello un impagable servicio a la preservación del folclore tradicional germánico (por más que muchos de los cuentos procedieran de Francia, vía los hugonotes exiliados en Alemania) y de rebote a la factoría Disney, que encontraría en ellos una cantera de inspiración inigualable. Pues resulta que, por un lado, los hermanos no fueron dos, sino tres (si contamos sólo los que adquirieron fama, pues en realidad eran más): hubo también un pintor y grabador, Ludwig Emil, quien entre otras cosas ilustró algunas de las ediciones de los
Kinder- und Hausmärchen de sus hermanos. Por otro lado, Jakob y Wilhelm tienen en su haber otro motivo de fama: el ser parte integrante de
"los siete de Göttingen", un grupo de profesores de dicha universidad que en 1837 llevó a cabo una protesta contra la política del rey Ernst August de Hanover. Parece que no consiguieron gran cosa, excepto ser despedidos de sus puestos y, en el caso de los Grimm, exiliarse a Prusia. Pero este acto de rebeldía puso la primera piedra de lo que se concretaría más adelante en las revoluciones burguesas de 1848. Así que los Grimm son también unos héroes civiles. Todo esto, naturalmente, lo ignoraba hasta que me topé en el centro de Hanover con una monumental estatua que representa este suceso.
Ya metidos en el asunto de los cuentos populares, y aprovechando que estábamos por la zona, por qué no llegarse a la cercana Hameln (Hamelín, en castellano), la ciudad del famoso flautista o "cazador de ratas" como se le conoce por allí.
El monísimo hotelito que luce la enseña del Cazador de ratas
Y la estatua dedicada al flautista,
aunque nadie sabe a ciencia cierta si existió o no
La excursión vale la pena no sólo por este motivo folclórico-literario, sino porque la ciudad es realmente bonita, una de las pocas que sobrevivió a la Segunda
Guerra Mundial bastante intacta, y que cuenta además con una serie de bellos edificios de lo que se conoce como "Renacimiento del Weser" (Weser Renaissance), típicos del siglo XVI en esa zona.
Según dicen, los orígenes de la leyenda se remontan a 1284, cuando un personaje vestido de vivos colores se ofreció a liberar a la ciudad de la plaga de ratas que padecía. Hay que decir que Hameln se encuentra ubicada en un lugar idóneo para servir de eje comercial y por ella pasaba gran parte del grano que se producía en las fértiles llanuras del norte del país. Así, sin duda las ratas tenían con qué alimentarse. Pero, seducidas por las melodías del mágico flautista, acabaron todas precipitándose al río Weser. Que, como verán, no es precisamente un riachuelo.
La leyenda popular -de la que luego se harían eco los Grimm- continúa relatando el dramático retorno del despechado flautista, a quien no se le pagaron sus servicios, y que en venganza se llevó tras de sí a los niños del pueblo, de quienes no se volvió a saber. Una antigua inscripción en una de las casas del lugar recoge los hechos con gran exactitud:
"En el año 1284, en el día Juan y Pablo el 26 de junio
-un flautista vestido de todos los colores se llevó a 130 niños nacidos en Hameln -
se perdieron en el Calvario cerca de Koppen."
Por supuesto, hay todo tipo de explicaciones, con un grado bastante variable de verosimilitud que buscan ligar esta leyenda a un hecho histórico. Lo único cierto, sin embargo, es que el flautista y sus ratas han conseguido que la pequeña Hamelín sea conocida en todo el mundo. Y que en sus calles uno se tope con ratas en los lugares más insospechados.