Los héroes de la televisión son policías, Jack Kerouac

Publicado el 21 marzo 2014 por Kim Nguyen

El sueño original de vagabundo encuentra su expresión más perfecta en un hermoso poema que Dwight Goddard menciona en su Buddhist Bible:

Por esta única ocasión
te daría con gusto diez mil monedas de oro.
Llevo un sombrero en la cabeza, un fardo en las espaldas
y de báculo me sirven la brisa fresca y la luna llena.

Siempre hubo en América (lo revela la entonación característicamente whitmaniana de este poema, probablemente escrito por el propio Goddard) una idea muy definida de la libertad de andar a pie que se remonta a los días de Jim Bidger y Johnny Appleseed y que se mantiene hasta hoy gracias a un grupo de tradicionalistas intransigentes a quienes todavía puede verse esperando un ómnibus en una autopista desierta para ir al pueblo a mendigar trabajo o comida, o rondando el lado este del país en busca de Ejércitos de Salvación, o mudándose de ciudad en ciudad, de Estado en Estado, y condenados a habitar en los suburbios cuando sus pies ya no pueden más. –Sin embargo, no hace mucho vi en California (en las honduras de un precipicio junto a las vías del tren, cerca de San José, sepultado por hojas de eucalipto y el bendito olvido del vino) un asentamiento de chozas de cartón y de lata, y delante de una de ellas, un viejo fumaba su pipa de tabaco Granger de quince centavos (las montañas de Japón están repletas de chozas y de viejos que viven de raíces mientras esperan la Suprema Iluminación, que solo puede alcanzarse en la más completa soledad).
En los Estados Unidos, acampar se considera un deporte saludable para boy scouts, pero es un crimen en los hombres maduros que hicieron de él su vocación. –La pobreza constituye una virtud entre los monjes de las naciones civilizadas –en América, uno pasa la noche en la cárcel si lo agarran sin el dinero suficiente para eludir una acusación de vagancia (esa cifra solía ser cincuenta centavos –no sé cuánto es ahora).
En la época de Brueghel, los niños bailaban alrededor del vagabundo, que usaba ropas grandes y harapientas y miraba siempre hacia delante, indiferente; a las familias no les importaba que los hijos jugaran con el vagabundo, era algo natural. –Pero hoy las madres agarran fuerte del brazo a sus hijos cuando el vagabundo anda cerca, porque los diarios convirtieron al vagabundo en el violador, el estrangulador, el devorador de niños. –No aceptes nunca caramelos de un extraño. El vagabundo de Brueghel y el vagabundo actual son iguales, pero los niños son diferentes. –¿Dónde fue a parar el vagabundo de Chaplin? ¿Y el vagabundo de la Divina Comedia? Ese vagabundo es Virgilio, el guía. –El vagabundo entra en el mundo de los niños (como en el famoso cuadro de Brueghel que muestra el paso solemne de un vagabundo por una aldea, festejado por ladridos y por risas, St. Pied Piper), pero hoy es un mundo adulto, no es más un mundo de niños. –Hoy el vagabundo tiene que esconderse –los héroes de la televisión son policías.
Benjamin Franklin fue una especie de vagabundo en Pensilvania; caminaba con tres grandes rollos bajo el brazo y medio penique de Massachusetts en el sombrero. –John Muir era también un vagabundo que se retiró de las montañas con los bolsillos llenos de pan duro que ablandaba en los arroyos.
¿Espantaba Whitman a los chicos de Louisiana cuando salía a la calle?

 Jack Kerouac
La extinción del vagabundo americano

Foto de G. Frank Pearsall
Walt Whitman, Broolyn, 1872