'Los hijos de la Luna', una buena novela

Por Stornel

Si ayer les hablaba de la Literatura Vertical hoy lo hago de la horizontal; la típica.Ya les he contado en alguna ocasión que mis hábitos de lectura en cuanto a novelas son un tanto peculiares. Si los libros son tochos o complicados, acabo aparcándolos en la librería sin terminar de leerlos, caso de, me da vergüenza decirlo, “El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha”. No lo hago porque no los esté disfrutando, sino porque tengo poco tiempo y cuando retomo la lectura ya no me acuerdo ni de quién es fulanito ni menganito, ni cuál era el bueno, ni cuál, el malo. Rompiendo esa lamentable tendencia ha llegado a mis manos la novela “Los hijos de la Luna”, que he leído en un santiamén. (Pilar Nasarre. Huerga y Fierro Editores. Madrid, 2011. 172 páginas.)
Trata de la vida de un matrimonio afincado en Barcelona y de lo que suele ocurrir en una pareja que lleva muchos años casada: surgen la monotonía, el distanciamiento, dudas sobre el sentido de esa convivencia. Cosas de esas que poco a poco van minando la relación cuando uno pasa tanto tiempo con la misma persona (de eso doy fe porque llevo casado con la misma tropecientos años). A esto, la autora añade las obsesiones, los tormentos, las manías y las películas que nos montamos hasta el punto de que la situación amenaza con reventar. Sin darnos cuenta nos complicamos la vida hasta puntos extremos. Ante esto podemos reaccionar por cuenta propia o con la ayuda de un suceso externo que haga que lo veamos todo desde una perspectiva completamente diferente, como le ocurre a este matrimonio de Pilar Nasarre cuando entra en sus vidas una inmigrante cubana.  De nosotros depende, claro está, que la cosa llegue o no a buen puerto (por eso siempre digo que mi mujer lleva el timón y yo, los remos, y además he procurado, por si acaso, librarme de las tentaciones de la carne, oséase, de la concupiscencia... Pero no quiero revelarles más de su contenido, descúbranlo ustedes mismos.