Porque, en realidad, mi amor, todas estas canciones son los hilos que aún me cosen a ti. Cuando saltan, inoportunas, en la radio. Cuando las busco, insensata, en mitad de la madrugada. Cuando suenan, indelebles, en el epicentro de mi cabeza. Y nos esparcimos de repente en mitad de cualquier sitio, tú y yo y toda nuestra historia, como la bolsa que se rompe y huyen, libres, más de cien mil canicas en todas las direcciones.
Creep. Radiohead. Pablo Honey. Septiembre 1992.
Apareciste en la fiesta de unos amigos y yo no sabía quién era yo, tampoco quién eras tú. Ni qué hacíamos allí. Ni por qué tanto sentimiento con forma de verso en un pecho que aún no había aprendido a latir. No éramos niños, pero nunca habíamos jugado a sentir de verdad, con miedos y facturas sin pagar. “I don´t belong here” y las dudas nos precipitaron hacia el interior. La escuchamos mil veces en otras tardes tontas de otoño y casi se convirtió en un himno de los dos, como diciendo que no sabíamos bailar juntos, pero nos gustaba la canción.
Via con me. Paolo Conte. 1981.
Las copas de vino y este el italiano cantando despacito, mientras apretabas mi falda a tu pantalón. Tarareando con los cuerpos, descalzos y casi borrachos, medio muertos del amor, en aquel salón del centro de la ciudad, en tu piso de soltero, donde casi conseguimos ser felices y la realidad giraba alrededor. “Niente più ti lega a questi luoghi” y yo sonreía, mientras ignoraba el verso y me mareaba con tu preciosa manera de equivocarte al contar. Reconozco haberte agarrado un poco más fuerte de lo normal, quizá fuera mi manera de pedirte que no te fueras nunca o que no terminara la canción que éramos los dos.
Y sin embargo. Joaquín Sabina. Yo, mí, me, contigo. 1996
Conducías y yo huía por la ventana, como buscando en los transeúntes respuestas al silencio y a las dudas. Como si tuviera miedo de mirar dentro del coche, por si encontraba lo que intentaba esquivar. Fue en un semáforo de Colón, lo entendí todo de repente en una mirada, mientras Sabina me destrozaba la vida con un poesía. “Siempre es con otra, amor, nunca contigo. Bien sabes lo que digo” y lo supimos los dos. Parte de mí aún no ha recuperado la respiración. La tormenta de siglos que empezó con versos de rima consonante y la vida entera marcada por una canción.
Extraordinary machine. Fiona Apple. Octubre 2005.
Cuando volví de tu casa, de madrugada, después de otra noche de amor y sexo a medias y decidí empezar a correr en dirección contraria a ti. Con la música en el bolsillo y el aire revolviendo mi pelo y las ideas. Saltaron los acordes del piano y me agarré a ellos sin contemplación. Tres minutos y cuarenta y nueve segundos en los que me salvé la vida, en los que grité y decidí y les conté a todos que tus mentiras y tu indiferencia habían llegado a su fin. Mi límite contigo lo puso esta pequeña canción. “Be kind to me or treat me mean, I´ll make the most of it, I´m an extraordinary machine” y sucedí. La canción a la que vuelvo cada vez que olvido que ya te superé.
Visita el perfil de @Innestesia