Qué asco de libro, ¿no? Entonces, ¿por qué me gusta tanto? Es, además, literatura recortada, como la llamo yo. Semejante a la de Dashiell Hammett, Bukowski, Raymond Carver o más recientemente Bernhard Schlink en la novela El lector.Lo publica Anagrama. Así me gustan, Sr. o Sra. Anagrama, que sigan publicando. Sin libros mi vida resultaría todavía más tediosa.
«Se tomó un tercer martini. Me miró intensamente y me cogió del brazo. —Mira —dijo—, eres un pez en un estanque. Y se está secando. Tienes que mutar en un anfibio, pero hay alguien que se te aferra y te dice que tienes que quedarte en el estanque y que todo se arreglará. Le pregunté por qué en ese caso no hacía yoga, y me dijo que lo del mar venía más a cuento. El camarero tenía puesta la radio. Un locutor estaba dando la noticia de que había un incendio en un circo y oí que decía: «Y los hipopótamos se cocieron y murieron en sus tanques.» Daba aquellos detalles con esa fruición empalagosa característica de los comentaristas de radio. Phillip se volvió hacia Barbara y le dijo: —¿Te apetecería un poco de hipopótamo cocido, Babsy? —No me pareces gracioso —dijo Barbara. —Bueno, pero vamos a comer de todas formas —dijo Phillip. Salimos del bar y nos fuimos hasta el Automat de la calle Cincuenta y siete y cada uno se cogió una ración pequeña de alubias con tomate y una tira de beicon encima. Mientras comíamos Phillip no le prestaba ninguna atención a Barbara y Cathcart tenía que hacerle compañía a la chica.»