Los hombres me explican cosas - Rebecca Solnit

Por Marapsara

Tenía muchísimas ganas de hacerme con este libro, ya ni siquiera recuerdo dónde lo vi recomendado. Consta de nueve capítulos diferenciados, que si bien giran todos en torno al feminismo y en varias ocasiones reiteran conceptos y temas, el que abre el volumen y da título al libro era el que más me interesaba: “Los hombres me explican cosas”.
Hay algo que se repite cada vez que una mujer denuncia alguna actitud machista públicamente: antes de hacerlo debe aclarar que no odia a los hombres, que ama a su padre y a sus hermanos si los tiene, que muchos de sus profesores, médicos y artistas favoritos varones, han influido de forma positiva en su vida, que tiene amigos, quizá amantes y también compañeros de trabajo bio-hombres, cis-género y toda la parafernalia XY, a los que adora. Personalmente, me da igual que alguien que no me conoce deduzca que odio-a-todos-los-hombres-del-planeta después de leer mi reseña sobre este libro.
Y es que hay una actitud que podemos ver a diario en las discusiones por las redes sociales y que Rebecca Solnit critica duramente: muchos hombres que no agreden a las mujeres de ninguna manera (o también precisamente quienes lo hacen pero se ofenden porque no lo quieren reconocer en público) empezaron hace tiempo a utilizar la etiqueta en Twitter #notallmen, que pretendía ridiculizar la lucha feminista por el simple hecho de que no todos los hombres del planeta fueran unos delincuentes. Las feministas, indignadas por el hecho de que los hombres parecieran querer recibir una galletita a cambio de no tener actitudes machistas (como explica irónicamente Solnit en este libro), comenzaron a oponerse a esta etiqueta con la muy acertada #yesallwomen, que significa que, si bien no todos los hombres son unos agresores y muchos son aliados en la lucha feminista, sí que todas y cada una de las mujeres han sufrido, sufren o sufrirán las consecuencias de nacer mujer en una sociedad heteropatriarcal y falocentrista: nada más nacer, perforarán sus orejas en base a lo que tengan entre las piernas; llevarán vestidos que resultarán incómodos para jugar; no podrán participar con la misma libertad que un niño en juegos masculinos como el fútbol, o si lo hacen tendrán que soportar que las llamen machirulas y otras lindezas semejantes; cuando cumplan unos años, empezarán a cuidar su atuendo y su forma de expresarse para evitar que los hombres den por hecho que les están incitando con proposiciones sexuales; asumirán como algo normal el acoso sexual callejero diario (miradas y gestos, gritos, silbidos y opiniones no solicitadas, agresiones físicas en espacios públicos, etc.); cuando sean mayores y tengan parejas masculinas, se arriesgarán a que las insulten, las amenacen, las violen, las peguen, o las maten. Cada vez que un hombre me contradice e insiste para que acepte que estoy exagerando, respondo lo mismo: “Bueno, cuando seas mujer me lo cuentas”.
Me sorprendí a mí misma cuando me di cuenta de que al escribir este ensayo comencé hablando de un incidente gracioso y acabé hablando de violación y asesinato. Esto me ayudó a ver de forma más nítida el hilo conductor que liga las pequeñas miserias sociales con el silenciamiento violento y las muertes violentas. Creo que comprenderíamos mejor el alcance de la misoginia y la violencia contra las mujeres si tomásemos el abuso de poder como un todo y dejásemos de tratar la violencia doméstica aislada de la violación, el asesinato, el acoso y la intimidación en las redes, en casa, en el lugar de trabajo y en las aulas; si se toma todo en conjunto, el patrón se ve claramente.
Y es que hay cosas que sólo se conocen realmente cuando te pasan, y más para quienes adolecen de falta de empatía. Al igual que, por mucho que te lo cuenten, hasta que no lo experimentas no sabes cuánto duele hacerse un piercing o un tatuaje, la satisfacción que se siente o cómo es viajar o vivir sola, o cómo es perder a un familiar, a una mascota o la última reliquia que conservabas de alguien que despareció de pronto. Es imposible, por más que te lo expliquen, son cosas que sólo entiendes cuando te pasan.
Hace años, una amiga que salía con un hombre veinte años mayor que ella, me contó algunas cosas sobre su relación. Ella le adoraba con veneración, le veía como a su salvador, mentor, casi como a un dios, estaba totalmente sometida y hacía lo que él quería en todo momento. A través de todos los detalles que conocí, esa relación apestaba. Pero hubo algo en concreto que no conseguí olvidar, y es lo siguiente: me dijo que él era intelectualmente imbatible, y que le enseñaba muchísimas cosas, y que eso le encantaba. Pero que, como ella no le llegaba ni a la suela del zapato en lo que a cultura y conocimientos se refiere, cada vez que él le hacía una pregunta para lucirse, ya de entrada él se adelantaba a su posible respuesta y le decía: “Bueno, bueno, da igual, no contestes: ya te lo explico yo, porque total, seguro que no lo vas a saber”. Y, ¿sabéis que era lo peor de todo? Que ella se reía. Y le dejaba hablar.
La violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad, pero tiene género.

Este caso, que aún después de tanto tiempo me pone los pelos de punta cuando lo recuerdo, es lo que una rama del feminismo estudia bajo el término mensplaining, que en castellano no tiene traducción en un solo término tan efectiva y oportuna como el original en inglés, y que pone nombre a esa realidad paternalista que sucede cuando los hombres dan por hecho que las mujeres, por el hecho de serlo, saben menos que ellos sobre cualquier cosa. La explicación más detallada que se da en el libro es la siguiente:
Este término surge de la contracción en inglés de la palabra man (hombre) y del verbo to explain (explicar). Según la definición del Diccionario Oxford: “Dícese de la actitud (de un hombre) que explica (algo) a alguien, normalmente a una mujer, de un modo considerado, condescendiente o paternalista”; recoge la idea de una acción que obvia los conocimientos, inteligencia y la familiaridad que la mujer posea respecto a ese asunto, infantilizando a la interlocutora. Desde su creación ha sido muy popular al considerarse un término necesario para definir un concepto antiguo y una experiencia frecuente. 

Además de ahondar sobre este término y enlazarlo directamente con la violencia machista, Solnit también aborda muchos otros temas relacionados. Por ejemplo, cómo se previene a las mujeres para que se protejan de una violación pero no se enseña a los hombres que no deben violar, lo que cuanto menos, resulta irónico (y también, muy significativo de cómo funcionan las cosas en el mundo en el que vivimos: se pide a las mujeres que no salgan por la noche para que no las ataquen pero a nadie se le ocurre prohibir salir a los hombres para que no ataquen, etc.). Habla también de la igualdad en las parejas sean o no del mismo género, de la utilidad de todas y cada una de las reivindicaciones feministas, aporta muchísimas cifras escalofriantes (sobre todo estadounidenses, puesto que la autora es de Connecticut), reflexiona acerca de la “cultura de la vioalción”, etc. Son nueve artículos breves, de unas quince páginas cada uno, y no ha habido una sola palabra con la que no haya estado de acuerdo o hubiese puntualizado, me ha encantado. Me parece absolutamente necesario el empoderamiento femenino y Rebecca Solnit es uno de esos pilares (con los conceptos muy claros) en los que apoyarse. Para quienes prefieran ver vídeos en YouTube para aclarar y ampliar conceptos feministas, dejo enlazados dos canales que veo mucho últimamente y que recomiendo totalmente.

Andy Asadaf

Ayme Roman