Arturo Fernández.Fotografía de archivo de Ruta 42.
Se abre el telón del Teatro Zorrilla, vemos a una madura y atractiva mujer en un elegante cuarto, justo en ese momento aparece el que asumimos que es su marido con una aseveración en la boca “España está llena de gilipollas” que deja bastante claro el tono de comedia y la complicidad que se busca con el espectador. Y con esta entrada no podemos más que decir que Arturo Fernández está en plena forma.
La trama
Un veterano matrimonio, 27 años ya de casados (25 0 30, si le preguntan a él), encontrará una brecha en su aparente felicidad cuando los dos decidan sincerarse y saquen a relucir las infidelidades de cada uno. Por supuesto el uno verá más importante, y peor, lo que ha hecho el otro pero... ¿quién tiene razón? Eso sin duda solo depende de la opinión del público.
Aunque ya de por sí la historia se presenta enrevesada para sus dos protagonistas, no podía faltar el tercero en discordia, que será el engranaje que haga avanzar la obra y es que sus actos anteriores, que solo conoceremos parcialmente según avancen los minutos, serán capitales en la situación actual que vivirá la pareja.
Los actores
Decir que Arturo Fernández es un grande es algo que no haría falta, pero es que lo es. No hay duda que la veteranía es un grado y los muchos años sobre el escenario hacen que para él esto no sea más que un paseo por la playa. Un auténtico pez en el agua por el que parece que no pasa el tiempo, y al que sin duda todavía le quedan muchos escenarios por pisar.
Elegante, en buena forma, una voz perfecta (aunque se escucha algo gastada, pero es mucho el kilometraje), sin duda muy consciente de lo que su público quiere de él y a ellos se entrega totalmente.
La belleza de esta mujer está pareja a su talento, y es que en todo momento le va a la zaga al protagonista siendo una compañera perfecta y dando el juego preciso para que nos creamos lo que estamos viendo.
Carlos Manuel Díaz es, no hay otra forma de decirlo, el tercero en discordia. El amigo de uno y posible amante de la otra, pero eso es algo que ni ellos, ni el público, saben y que les tocará descubrir en una pequeña encerrona en la que todos saben de qué va el tema pero ninguno se atreve a decirlo.
Su ajustada y eficiente interpretación fue, una cuestión de gusto personal, la que más me gustó y conquistó. Un hombre en un muy delicado momento que se encuentra, de pronto, con una circunstancia todavía más delicada que le atañe, pero ni la quiere y tampoco sabe la forma de salir de ella.
La opinión
Sí, hay que ir a verla, al menos esa es mi recomendación. Arturo Fernández cumple con lo esperado y sigue siendo un galán después de tantas décadas, logra una actuación que gustó al público y demostró que sus capacidades siguen intactas. Otro tanto merecen sus compañeros, totalmente a su altura y capaces de hacer la más mordaz de las réplicas, o de llevar el texto rápidamente a un momento de tensión, lo que requiera la obra ellos se lo dan.
Rápido comentario merece también la cuidada escenografía que nos lleva a una lujosa casa, sencillamente representada por una habitación cuidada hasta el más mínimo detalle y un fondo en el que vemos una piscina, lo que hace todavía más real ese concepto de “matrimonio rico y acomodado” que son el dúo protagonista.
Puede o no gustarte la comedia de enredo, cada uno tiene sus gustos, que es precisamente el sitio en el que encajaría “Los hombres nunca mienten”, pero es innegable que estos tres actores (y todo el equipo que está detrás, y del que nunca hay que olvidarse) entregaron al público lo que este quería, y muestra de ello fueron las tres veces que tuvieron que salir a saludar ya que no cesaban los aplausos.