La primera escena de Los Idus de Marzo (The Ides of March, George Clooney, 2011) es tan conseguida como posible resumen de la mayor contradicción del film, y el hueco por donde se desliza el escaso alcance de la historia. El protagonista, Stephen, prueba los micrófonos antes de un discurso. Si uno no tiene toda la información sobre de qué trata la historia (improbable, pero posible), la escena desarrolla aún un mayor tono de humor. No sabiendo que él es un simple colaborador de la campaña del gobernador Morris (George Clooney) las afirmaciones que realiza alcanzan un grado de absurdo que retrata bien ese backstage de la política. Como afirma la crítica Jaime N. Christley, en su crítica para Slant, tiene mucho de aquel otro comienzo, en el The Insider (El dilema, Michael Mann, 1999), donde una entrevista del personaje de Lowell Bergman con nada menos que un líder de Hezbollah se teñía de un tono cómico.
exemplified in an early scene in The Insider, when Lowell Bergman and his cameraman discuss the best way to light a room, as an anticlimactic resolution to a seriocomic showdown with a powerful Hezbollah leader. Its boy-with-a-heart-of-coal hero preemptively, half-heartedly spoofing his candidate's speech material, The Ides of March segues into Gosling engaging in technical/ceremonial banter with debate coordinators and technicians; without emphasis, the scene illustrates the tiny, inconsequential power relationships that routine, professional interactions depend on. All in the game.
Ahora bien, el que en este primer momento se percibe como un joven que sabe cuán irreal es ese negocio se lastrará con una serie de contradicciones. Pero vayamos por partes.
En realidad, el esquema de base dista mucho de ser original. Es el viaje del idealismo al cinismo. Puede que sea ello lo que nos cause la sensación de que asistimos a algo que ya conocemos, y que hemos visto. Desde luego, en la propia ficción. Pero, además, con un mundo en el cual la clase política está desprestigiada en prensa y televisión, la propia cantidad de historias (también contadas en imágenes) sobre su corrupción influye para que pensemos eso del “nada nuevo bajo el sol”. A ratos, sucede como con el documental (llamarlo así desprestigia el género, en verdad es más bien un reportaje con tomas áreas y la voz de un actor famoso) Inside Job.
Por otro lado, también es justo considerar las intenciones del director y los guionistas en el contexto concreto actual. Ahí, sí que se detecta una apuesta particular. The Ides of March emite un discurso que contradice ese entusiasmo demócrata del Yes, we can que aupó a Barack Obama a la Casa Blanca. George Clooney es un conocido simpatizante demócrata, y él, como muchos ideólogos y votantes de este partido, tras el paso del tiempo, se ha despertado del sueño… y con resaca. Tal vez sea el objetivo del film. Si a un conjunto de ideas tan hermosas como atrevidas no se apoya en personas con ética, al cabo todo da lo mismo. Nada que objetar, en este sentido. Ya sabemos que el cine puede ser político (en realidad, lo es siempre, tanto por lo que incluye como por lo que excluye). La cuestión sería si el punto de llegada al que se quiere llegar con la historia pesa demasiado o se percibe demasiado, y devora lo que se cuenta en sí. En este sentido, parecería que la comparación con otros autores críticos contra el sistema como Sydney Lumet es un tanto apresurada. Clooney, quizá porque tenía dicho objetivo a priorístico, mejor se crea emparentado con un cine más de autor que con el cine hollywoodense común. Otra cosa es si lleva esto hasta sus últimas consecuencias, o bien se queda en asumir que lo único que define a un autor es que pretende expresar algo. Más bien es lo último.
Ahora bien, si eso que se quiere expresar carece de matices, si parte de un convencimiento propio del que tiene una agenda política, resulta improbable que dé lugar a una obra con valor en sí misma. Si la intención de Clooney era sacudir a los votantes y los políticos demócratas, se ha buscado un mensaje un tanto simplista. Uno que jugaría precisamente en contra de esas probables querencias de autor. Puede que sirva a sus propósitos para cierto público local. Pero como Inside Job, se queda bien lejos de una obra universal o compleja. Para la mayor parte del mundo, Los Idus de Marzo predica a los conversos. Ya sabíamos que la política corrompe. Ya sabíamos que las campañas son sucias. Puede que sea que haya aún ciudadanos estadounidenses (y espectadores) que sean tan ingenuos o poco informados como para que esta fábula moral les resulte chocante o desafiante. Para la mayoría, esto, en cambio, no sería aplicable.
Además, por momentos lo obvio aparece, y se incide en ello. Una escena y un diálogo que lo demuestra es la que sucede entre Stephen y Tom Duffy. No sólo se dice algo tan manido como lo de que la política te vuelve descreído…
DUFFY You stay in this business long enough it makes you jaded and cynical. (Si te quedas en este negocio lo suficiente, te deja harto y cínico)
STEPHEN Like you? (¿Como tú?)
DUFFY Yeah, like me. (Sí, como yo)
Como se ve, Stephen tiene que apostillar, para mayor énfasis, que esto se lo dice alguien que ya se ha vuelto así. Ahí es cuando se probaría que el director no confía en que el espectador (o ese espectador más cultivado al que él quiere dirigirse), y que, si pretendía realizar una película más personal y arriesgada, su agenda y su propósito al cabo ha sido un lastre: necesita, por si acaso, por si alguien "no lo entiende", incidir en el discurso. Luego veremos que tampoco confiaba tanto en el espectador (de autor) en el sentido de la opción de incluir tantos giros que, se supone, crean cierto suspense.
El lastre también puede que provenga de que no se ha ahondado en el texto teatral original. Pasando a un formato con mayor duración, parecería que se podía haber trabajado más o mejor a los personajes. El propio protagonista: como bien dice la crítica de A. O. Scott en el New York Times
“His prodigious talents are mentioned rather than shown, but we can accept that he is both a dazzling tactical brain and, what’s more, a true believer, working for Morris because he thinks Morris is the last, best hope for America.”
Hasta cierto punto, esto mismo es una contradicción. Si lleva, como en algún momento se menciona, tanto tiempo en política, que aún sea un “creyente” sería un poco osado. De hecho, como anticipábamos, en aquella primera escena, parecería que de ingenuo tiene más bien poco. En cambio, éste es el elemento de su carácter que Los Idus de Marzo querría apuntillar. Tanto que, como dice la cita anterior, el otro, esa gran inteligencia, ese gran potencial, se da por sentado: sabemos lo bueno que es porque la gente lo califica. ¿No es esto un desliz de mala escritura de guión?
Usando, de nuevo, el ejemplo de The Insider como contrapunto, en aquella primera escena muestra qué hace tan bien Bergman y por qué vale lo que vale. El hecho de que hemos de asumir, por imposición, que Stephen es, a la campaña, lo que se nos dice que es no lo contradice el argumento de que Los Idus de Marzo opta por no contarlo todo, bien por síntesis, bien por desafío al espectador.
Como vimos, el desafío no es tal si hay que desglosárselo todo; y en cuanto a síntesis, una bien realizada no expulsa que se dé la información adecuada. Otro ejemplo de ello, de síntesis que muestra bien y rápido quién es un protagonista a través de lo que hace la encontramos, es aquella primera escena protagonizada por el mismo actor, en Drive, donde todo lo que el personaje era se mostraba por lo que hacía.
De ahí, tirando, surgen más preguntas: si es tan listo, tan relevante en su papel en la campaña, si esa especie de “chico de oro” del que todo el mundo habla (aunque nunca veamos una sola prueba de ello), ¿cómo es que todo el mundo parece más listo que él? De hecho, el Primer Punto de Giro del guión (de fuerza y utilidad relativa y cuestionable) es que, con un simple ardid, el jefe de la campaña del otro candidato lo engaña.
La escena que se supone que ejercería de Primer Punto de Giro. Cuando menos es cuestionable. No afecta apenas al Estado Inalterado del Protagonista, no establece un conflicto que haya de resolver, ni suma una posible dificultad.
Es el riesgo de confiar en un protagonista definido por una única condición. Como se menciona en la crítica de IndieWire,
Clooney has said that the focus on Democratic characters presumably shields "Ides of March" from being seen as a critique of right-wing archetypes; as a result, the screenplay is overwhelmingly non-specific.
A este respecto, es pertinente que nos preguntemos también si no existían otras ocasiones, en el guión, para que se explorara una frase con potencial. Cuando Stephen charla con la periodista Ida en un bar, éste afirma que le da igual que gane o pierda su candidato. Que él es el apropiado, el mejor: el candidato. ¿Basta que luego veamos extractos de los discursos de dicho candidato, con afirmaciones tan osadas como que no es religioso o que hay que cuidar el medioambiente? ¿Basta un par de ideas políticas para que entendamos esa confianza absoluta de Stephen? Sí, si es que Stephen no es de veras un personaje independiente, sino que es un representante; un signo. Alguien que representa a todos esos votantes demócratas ingenuos. No, si hablamos de un ser humano real, con contradicciones y con detalles concretos que forman una personalidad completa.
Luego, tampoco se dan matices es lo que piensa. Puede que podamos creer que existen personas como él (muchos seguidores de Obama seguramente lo eran) pero sin detalles más concretos sobre por qué mantiene esa relación de confianza ideal en su candidato todo resulta demasiado abstracto.
En otras palabras, podríamos decir que es un protagonista que sirve a un propósito más allá de la historia; por encima de la misma. Es alguien creado para y por el mensaje. Como tal, el guión le coloca obstáculos y giros, pero no se preocupa de veras de tratarlo como ser humano. A ratos, podríamos hasta hallar que es representativo que él y Molly tengan una aventura. ¿Cómo no va a tener cosas en común con una chica de 21 años, si él, pese a tener 30, pese a tener más experiencia en política y campañas, al final es igual de idealista?
Al tiempo, esa inocencia o inmadurez que comparten es lo único que justificaría una relación que por desgracia se expone como truco. Puede que Los Idus de Marzo, preocupado su guión (¿o su director?) por no aburrir, se empeña en una rapidez de giros que impide que las situaciones se desarrollen de una forma más natural. Porque pasan una noche juntos, y enseguida entendemos que era algo necesario para que Stephen descubriera el secreto del candidato. ¿No podía haber durado más la relación? ¿No se podía haber aprovechado para que conociéramos cuánto se distingue Stephen de Molly, si es que de veras se distinguen, o, si, por el contrario, él es un treintañero que siente y piensa como una veinteañera? ¿No hubiera esto colaborado a que no descubramos “el truco” del guión de haberlos unido sólo para hacer posible el giro?
No todo en la propuesta de George Clooney y en el guión y la dirección camina por esta senda, por suerte. Por un lado, es notable la contención (a la que ayuda la interpretación de Ryan Gosling) con la que se suceden los giros, que, aunque bastante dramáticos, no se enfatizan (otra cosa es el desequilibrio que causa que sean más relevantes los giros que vienen después del que se supone que es el Primer Punto de Giro que éste mismo). También es notable que tengamos la posibilidad de contrastar la actitud (y hasta el rostro) del personaje del candidato en campaña y, hacia el final, en su conversación con Stephen cuando se desvela su verdadera cara. Y esto es hasta literal; incluso se percibe un cambio en el rostro de Clooney, al igual que el cambio se desprende del escenario elegido (la cocina de un restaurante cerrado sólo para ellos), y con una cámara que se mueve, desde la perspectiva de Stephen, con el personaje de Clooney tardando en revelarse. Es una escena eficaz, potente.
Otros riesgos también son agradecidos. Si bien decíamos que es un protagonista más bien simbólico que real, es cierto que muchas de sus acciones, una vez comienza (tarde) el conflicto principal, no son las usuales. En realidad, y es curioso, si el viaje concluye en su conversión en un cínico más, parte de ello estaba ya antes. Cuando averigua lo que ha hecho su candidato, no tiene ni un momento de duda. No acude a él a confrontarlo. No se dan las escenas, digamos, más convencionales.
Puede, es verdad, que esto provenga del hecho que es un giro tardío. Si éste hubiera sido el Primer Punto de Giro (lo cual hubiera sido mas lógico puesto que es lo que de veras afecta al Estado Inalterado del personaje), hubiéramos gozado de un Segundo Acto más largo, con más tiempo para este tipo de escenas más “lógicas”. Tal como está, en cambio, Stephen toma una senda peculiar, y, hasta cierto punto, original.
Se esfuerza por arreglar el problema, incluso si eso incluye empujar a Molly a una decisión que intuimos (y ahí se da también un hallazgo) no le es tan sencilla. Cuando, tras otro giro (porque es cierto que al guión no le faltan giros ni siquiera sorpresas), se ve expulsado de la campaña, tampoco se lo piensa. Acude al candidato opuesto. En este caso, coincidimos en que, como alejamiento de las situaciones dramáticas más obvias, es interesante, si bien desafía la lógica. ¿Tampoco ahora va a acudir a su candidato a pedirle explicaciones? ¿Exactamente qué relación tiene con él si hace unos segundos creía en él a pie juntillas, y ahora pasa a traicionarlo? ¿Cómo es posible que hace apenas unas escenas el protagonista ocultara algo grave sobre él, presionando para que Molly haga algo que no quería, y ahora le da la espalda?
Puede que sea una idea de los guionistas en aras de una posible originalidad, o de ese riesgo de que asistamos y sigamos a un protagonista de pronto más cabrón de lo que suponíamos. Si es el caso, volvemos al desequilibrio. ¿En qué quedamos? ¿Es ingenuo o es un pragmático? ¿Es ingenuo al principio, luego es más bien práctico (y respecto a Molly un machista de cuidado), luego es idealista de nuevo, y, al final, ya, sí es cínico del todo?
Puede que quizá le hubiera venido bien mayor distancia entre los dos giros; el de Molly y el de descubrirse despedido. Como se afirma en la crítica de Eric Kohn para IndieWire
"the plot plays out like political intrigue on autopilot; it shouldn't work as well as it does."
Y esa preocupación por que todo suceda deprisa, y con giros muy seguidos puede que olvide que los giros crean tensión y colaboran al entretenimiento… siempre que no se impongan por encima de la lógica y el tempo para que se dé la necesaria naturalidad.
En resumen, Los Idus de Marzo tiene aciertos, aunque la mayor parte del tiempo lo superan sus errores. Esta falta de caracterización, o de una que sea más específica (más humana) y menos simbólica es tal vez lo que consigue un efecto final un tanto contraproducente. Como dice la crítica mencionada del New York Times:
“It deals mainly in platitudes and abstractions, with just enough detail to hold your interest and keep you hoping for something more. “
Por cierto, para un film que trata el mismo escenario, pero mucho más descarado y divertido, es recomendable recuperar la película Bulworth (Warren Beatty, 1998). Además de atreverse a decir verdades más incómodas para los demócratas (impagable cómo se hablaba del voto judío o negro, algo de lo cual se ve en el trailer que le incluyo), se tomaba a sí mismo mucho menos en serio.