Convencí a Pedro, mi compañero, y se lo propuse a Riitta y Juhani unos buenos amigos finlandeses afincados en Tenerife que aman profundamente nuestra tierra, sus gentes y sus tradiciones, a veces más que nosotros mismos. Ellos, como nosotros no conocían la fiesta de los indianos y yo, aunque parece mentira, era la única del grupo que tampoco tenia el gusto de conocer La Palma. Era un viaje planificado a última hora por lo que, además de pagar los billetes de barco más caros que nadie, tuvimos que ir sin reserva alguna de alojamiento, con una caseta de campaña y unos sacos de dormir en la furgoneta, rogando al Universo encontrar algún camping libre aunque fuera en un punto alejado de la capital, cosa que no sucedió, porque no había ni una cama libre, ni un hueco en toda la isla, es tal la repercusión de la fiesta de Los Indianos que la población de la isla se triplica esos días, en Santa Cruz de La palma pasa de los veinte mil habitantes a cincuenta mil.Llegamos a la isla dos días antes y desde el puerto pusimos rumbo al Norte de la isla, a medida que subíamos íbamos entrando en una carretera con muchas curvas y que ascendía dejando ver un paisaje de cuento, con una niebla fina que le daba apariencia encantada a una vegetación arbórea abundante y muy verde. Caía una fina llovizna que me evocaba un cosquilleo ancestral en lo profundo de mis vísceras, retrotrayéndome a mi infancia lluviosa en el La Laguna, con todos los sabores agridulces que se agolpaban de pronto en la garganta dejándome muda, me enamoré de la isla inmediatamente. A partir de ahí todo lo que vino después no hizo más que reforzar mi fascinación primera, empezando por la gente, que nos daba opción a acampar sin problemas en sus terrenos particulares o en playas.
Al día siguiente volvimos a la bombilla después de visitar la Caldera de Taburiente, y armamos nuestro campamento esta vez de día y en un rincón todavía mejor que el anterior, presentamos nuestros respetos a el océano y al majestuoso faro, cenamos, tomamos una buena botella de vino con una cálida conversación entre buenos amigos y dormimos hasta el día siguiente.Teníamos que dirigirnos al Puerto y embarcar para nuestras respectivas rutinas, con la nostalgia anticipada de quien sabe que va a ser separada de aquello que ama y a esas altura ya yo me había enamorado irreversiblemente de la Isla de La Palma. Pero no nos fuimos sin hacer una visita fugaz a la zona de los volcanes: rodear el Volcán de San Antonio, admirar desde lejos el de Teneguía y la zona geológica mas joven de España. Dicen que casi todos los momentos mágicos y gratos en la vida surgen espontáneamente sin planearlos y creo que es verdad.Juana Santana
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