Cada día queda más patente que la revolución de las redes sociales, no es una novedad que se empieza a formar poco a poco, con paso lento. Es una bola enorme que ya ha cogido fuerza y rueda ladera abajo con un propósito concreto: interconectar al mundo entero. Con un solo click. Hace menos de una semana, la masa social (que no enfurecida) defendió una vez más que, en esta sociedad cada día más impune de todo e inmune a todo, la inmediatez con la que nos comunicamos y compartimos nuestros pensamientos pueden con cualquier gigante. Como ‘La Noria’ que, ejerciendo de Goliat, se está tambaleando por un obstinado David con disfraz de bloguero.
Como todos ya sabréis (salvo que viváis en una cueva eremita en algún monte perdido de Kazajistán), una buena parte de la sociedad internauta se ha puesto de uñas esta semana porque el programa de TeleCirco antes mencionado ha hecho una de las suyas y una vez metido el cuezo, no han sabido por donde sacarlo.
En su última emisión, el aberrante esperpento que es este buque insignia de la televisión escatológica (como diría Berto, la mierdavisión), tuvo la feliz idea de concertar una entrevista con la madre de “El Cuco”, uno de los principales imputados en el caso de Marta del Castillo. Un careo que le supuso a la mamá de este mostrenco unos ingresos de cerca de 10.000 euros, canela fina, si tenemos en cuenta que ahí lo que se pretendía, era hacer un ejercicio nauseabundo de casquería periodística y bochornoso pelaje folletinesco. La misma mierda de siempre, vamos, pero esta vez con una vuelta de tuerca mayor al deleznable estilo que esta cadena mierder suele gastarse.
Pero yendo al grano, que nos perdemos porque la ira conduce al odio y el odio a Jordi González, lo que aquí merece la pena comentar es que un hombre solo, un solitario ante el peligro, tuvo la brillante osadía de lanzarle un órdago a la cadena por su desfachatez, precisamente donde más le podía doler: en las fauces de los anunciantes. Como diría nuestro esmirriado amigo Sheldon: “Zas, en toda la boca!”.
El susodicho bloguero a la par que periodista, Pablo Herreros, le endosó un smash al fondo de la pista, con forma de entrada en su blog (bastante visitado por cierto) alegando muy cabalmente, si las empresas anunciantes que habían contratado publicidad en ese espacio, no tenían un poco de mala conciencia por las noches, cuando se iban a dormir. Vamos, les vino a decir, que si no “se les caía la cara de vergüenza” con lo que habían permitido. En plan abuela cebolleta, ya sabéis…
Y le salió bien. No se lo esperaba, ni siquiera pretendía tener el éxito que ha conseguido, pero probó suerte y le salió bien. A lo mejor si lo esperaba, vaya usted a saber, doña Enriqueta. Lo mismo todo estaba muy estudiado, para que su complot arengara a las masas y su empresa de comunicación tuviera un superávit de clientela el próximo año. Pero en cualquier caso, tenía más razón que un santo. Con campaña viral o sin ella.
El espectáculo dantesco habitual, que ese día se convirtió en absurda difusión de lo innecesario (reciclaje periodístico ya, en esa redacción, por favor) ha tenido su contrapartida con la paulatina retirada de contrataciones para esa franja horaria de la cadena, cuyos anunciantes han ido cayendo poco a poco, dada la soflama mediática reinante. Es un buen mensaje: Si vas a hacer mierda, no la asocies a mi producto. Majadero, falto añadir en algún comunicado de prensa de esas empresas. Campofrío, Puleva, Bayer, Nestlé, Banco Sabadell, Milner y Panrico, han cancelado sus campañas publicitarias con el programa a día de hoy y no se sabe, donde parará esta bola enorme, que como decíamos, son las redes sociales al servicio de prestarle voz al que nunca la tuvo, el ciudadano de a pie.
Hace unos meses, Raúl Salazar consiguió algo similar aunque a menor escala con el caso de los gatitos de la trastienda de Benetton, lo que viene a demostrar que a día de hoy, es posible algo que parecía inimaginable hace 15 años. Provocar un cambio, alterar una situación inaceptable, con un solo tuit, con un contenido compartido en la blogosfera. Como en las antiguas cartas al director, pero con más proyección, con infinito más público.
Lo dicho. En toda la boca.